La electrificación de Ford reducirá el volumen de trabajo de la industria auxiliar de la provincia de Alicante

Las empresas proveedoras auguran una caída de la actividad con la transición hacia el vehículo eléctrico, pese a que están adaptando sus procesos productivos para atender la nueva demanda

Instalaciones de la empresa Bornay en Ibi, dedicada a la fabricación de tubos de acero para la automoción.

Instalaciones de la empresa Bornay en Ibi, dedicada a la fabricación de tubos de acero para la automoción. / Juani Ruz

M. Vilaplana

M. Vilaplana

El futuro de la movilidad, en este contexto de consecuencias devastadoras que ya está trayendo consigo el cambio climático, pasa por los vehículos eléctricos. Por eso se puede interpretar como una buena noticia que los gestores de Ford hayan decidido transformar su planta de Almussafes para empezar a fabricar coches de este tipo a partir de 2026. Pero no es oro todo lo que reluce, porque más allá de la pérdida de puestos de trabajo que se va a producir en la fábrica valenciana, este proceso también va a traer como consecuencia un descenso del volumen de trabajo para la industria auxiliar de la automoción en la provincia de Alicante, asentada principalmente en la Foia de Castalla. Las empresas, de hecho, auguran una caída de la actividad en esta transición, pese a que están adaptando sus procesos productivos para atender la demanda de nuevos componentes que se va a generar. 

Los responsables de la multinacional Ford tienen como objetivo de ventas para dentro de cuatro años la comercialización de 600.000 vehículos eléctricos puros a nivel internacional y, dentro de este plan, la planta de Almussafes está llamada a jugar un papel relevante, lo que asegura su continuidad. El problema es que todavía quedan muchas incógnitas por resolver, empezando por el número de unidades que se fabricarán. 

En la actualidad, la planta produce 1.400 vehículos de combustión al día y da empleo a 6.000 trabajadores. Sin embargo, desde el gigante automovilístico ya se ha apuntado que se va a tener que reducir la plantilla alrededor de un 40%, lo que supone 2.400 empleados menos, toda vez que el vehículo eléctrico precisa de menos mano de obra. Ese excedente, además, se va a empezar a notar antes, concretamente el próximo año, cuando en este proceso de transición se dejen de fabricar los modelos S-Max y Galaxy.

Y todo ello va atener consecuencias en la comarca de la Foia de Castalla, donde alrededor de 70 empresas trabajan para el sector de la automoción. El presidente de la Asociación de Empresarios de Ibi y la Foia (Ibiae), Héctor Torrente, no duda a la hora de señalar que todo el proceso que se está viviendo en la planta de Almussafes está provocando una importante incertidumbre entre las empresas. Según sus palabras, «las compañías ya han demostrado en más de una ocasión su capacidad de adaptación a los cambios que demandan sus clientes, pero, en este caso, nos enfrentamos todavía a notables interrogantes».

Y es que el descenso en el volumen de trabajo puede empezar a notarse en un breve espacio de tiempo. «Lo que más nos preocupa -destaca- es el periodo de transición entre el vehículo de combustión y el eléctrico. De entrada, para el próximo año se anuncia la pérdida de dos modelos en la fábrica valenciana, algo que, sin lugar a dudas, va a afectar a las empresas. Y después, queda por ver qué es lo que pasa con la demanda a partir del momento en que empiece la fabricación plenamente eléctrica».

Menos ventas

Alfredo Martínez, por su parte, es el responsable del departamento comercial y de ingeniería de la empresa Faperin, que, a través de intermediarios, fabrica todo tipo de piezas de plástico para los interiores y los exteriores de vehículos de diferentes marcas, entre ellas, Ford. Está convencido de que este proceso de electrificación va a tener consecuencias para el volumen de trabajo, «porque -afirma-, todavía se venden muchos menos coches eléctricos que de combustión. Se trata de un segmento al que le queda un camino por recorrer, porque los precios aún son más altos y no se ha habilitado la infraestructura necesaria a nivel de puntos de recarga, lo que disuade a numerosos compradores».

Además, añade Martínez, se está dando el caso de que, como el volumen de ventas todavía es bajo, «muchos fabricantes de vehículos están interinizando la producción de piezas que hasta el momento estaban encargando a empresas externas», por lo que, lamenta, «el panorama no pinta demasiado bien».

Otra empresa dedicada a la automoción es Bornay, especializada en tubos metálicos, que con la llegada del coche eléctrico, ha tenido que ir adaptándose a las nuevas exigencias del mercado. Juan Manuel Santonja, directivo de la compañía, explica que, «originariamente, nos dedicábamos, en gran parte, a la fabricación de tubos de escape, pero ahora nos hemos diversificado mucho más para realizar estructuras de todo tipo, desde las que precisan los asientos a las que sirven para sostener las baterías». En este sentido, considera una incógnita lo que pueda suceder con la electrificación de Ford.

Con todo, y frente a la incertidumbre que genera lo que vaya a pasar con la planta de Almussafes, en lo que sí existe unanimidad entre las empresas es en los beneficios que puede reportar la gigafactoría de baterías que proyecta Volkswagen en Sagunto. Las firmas proveedoras del sector de la automoción están convencidas de que esta iniciativa va a generar nuevas oportunidades de negocio que supondrán un impulso para la actividad, y, curiosamente, a partir de 2026, justo el mismo año en el que está previsto que Ford empiece la fabricación de sus vehículos eléctricos.

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