La ganadería de Alicante no levanta cabeza: 9.000 animales menos en un año

Los altos costes de los forrajes y los piensos, unidos a la falta de relevo generacional, están propiciando un fuerte descenso de la actividad. Con estas ya son 100.000 las cabezas que se han perdido en la provincia en dos décadas

Un rebaño de cabras y ovejas junto a su pastor por los parajes que rodean el municipio de Tárbena, en la comarca de la Marina Baixa.

Un rebaño de cabras y ovejas junto a su pastor por los parajes que rodean el municipio de Tárbena, en la comarca de la Marina Baixa. / Juani Ruz

M. Vilaplana

M. Vilaplana

La ganadería de la provincia de Alicante continúa sin levantar cabeza. Cerca de 9.000 animales se han perdido en el último año, lo que ha situado la cifra total en 161.000. Los altos costes de los forrajes y los piensos, unidos a la falta de relevo generacional, son los factores que están propiciando este fuerte descenso de la actividad. Una caída que, ni mucho menos, ha arrancado ahora, toda vez que con estas ya son más de 100.000 las cabezas de ganado que se han perdido en las dos últimas décadas.

La cabaña ganadera de la provincia de Alicante no para de ir a menos. Así lo ponen en evidencia las cifras publicadas por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, según las cuales las explotaciones perdieron durante el ejercicio pasado cerca de 9.000 animales, quedándose en alrededor de 161.000. El subsector que concentró el retroceso fue el ovino, pasando de 73.800 a 64.500 cabezas. El resto experimentaron leves subidas. Este es el caso del porcino, que transitó desde 58.500 a 58.600. También registraron leves incrementos el bovino, que pasó de 9.900 a 10.300; y el caprino, que pasó de 27.200 a 27.500.

"La bolsa sube y sube sin que nadie le ponga un tope, y nuestros precios, sin embargo, sí que están topados"

Julián Huertas

— Ganadero de Almoradí

Estos nuevos retrocesos no hacen otra cosa que confirmar la complicada situación en la que se encuentra inmersa la actividad ganadera provincial desde hace mucho tiempo, hasta el punto de que en los últimos veinte años el sector ha perdido más de 100.000 animales, en una tendencia que, al menos hasta el momento, se antoja imparable.

Un ganadero con su rebaño de ovejas.

Un ganadero con su rebaño de ovejas. / Matías Segarra

¿Los motivos? Durante todo este tiempo han surgido factores varios que han ido minando el sector, aunque en la mayoría de los casos han tenido mucho que ver los rendimientos económicos, así como las reticencias a formar parte de una actividad que requiere de mucho sacrificio.

"La falta de mano de obra es la razón por la que en estos momentos tengo la mitad de cabras que hace tres años"

Julián Huertas

— Ganadero de Almoradí

Haciendo referencia a los últimos años, hay una cuestión que ha tenido una incidencia en las explotaciones. Y es que, coincidiendo con el estallido de la guerra de Ucrania, se registró un fuerte incremento de los precios tanto de los forrajes como de los piensos, que muchos ganaderos no han podido soportar. 

Así lo señala Julián Huertas, propietario de una explotación de cabras en Almoradí, quien señala que, pese a que la situación ha mejorado en este aspecto, continúa siendo un problema. Según sus palabras, «la rentabilidad no es la adecuada, y los precios del cabrito, por ejemplo, continúan por debajo de los del cordero, lo cual es algo que no se acaba de entender».

"Este es un trabajo muy sacrificado en el que no hay fines de semana, por lo que la gente joven prefiere otras cosas"

Juan Luis Gimeno

— Ganadero de Monóvar

Huertas critica que los ganaderos no puedan fijar sus propios precios. «La bolsa sube y sube y nadie dice que tenga que tener un tope. Sin embargo, en nuestro caso sí se puede. Además, la cadena alimentaria funciona fatal, porque hay demasiados intermediarios que se llevan lo que tendría que repercutir en los que nos dedicamos a la producción. Así, desde luego, resulta todo muy complicado», enfatiza. 

Para el ganadero también hay otro asunto que supone una traba para el sector, como son las normas sanitarias que se imponen desde la Unión Europea (UE). «No tienen sentido, porque se toman desde un despacho desde el desconocimiento de lo que es la realidad. En el campo las cosas son muy distintas», asevera.

Un ganadero en una explotación de ovejas.

Un ganadero en una explotación de ovejas. / Matías Segarra

Pero siendo dañinas todas estas cuestiones, Julián Huertas pone el énfasis, sobre todo, en la falta de relevo generacional. «Este trabajo -explica- es muy esclavo, porque tienes que trabajar todos los días del año. El resultado es que no hay nadie, y menos los jóvenes, que quieran meterse en esto». Y ese factor ha sido decisivo para que, añade, de los 4.000 animales que tenía hace apenas tres años haya pasado a tener la mitad. «No hay mano de obra, y así es imposible contar con una explotación de estas dimensiones», lamenta.

En parecidos términos se expresa Juan Luis Gimeno, responsable de la sectorial de Asaja en Alicante y dueño también de una explotación caprina, en este caso en Monóvar. Según señala, «este es un trabajo muy sacrificado en el que no hay fines de semana, por lo que la gente joven prefiere otras cosas». La consecuencia, apunta, es que «la inmensa mayor parte de los que se dedican a esto son mayores, y cuando se jubilan no tienen otro remedio que cerrar, porque no hay quien se quiera hacer cargo del negocio».

"La relación con las Administraciones ha mejorado, pero aún es necesario hacer 400.000 papeles para abrir una granja"

Juan Luis Gimeno

— Ganadero de Monóvar

Por lo demás, hay cuestiones, reconoce, que están mejorando, empezando por el precio de los forrajes y piensos. «Las lluvias han propiciado que los cultivos de cereales vayan a tener buenas cosechas, por lo que ya no tendremos tantos problemas con la alimentación de los animales». Otra cosa es lo que sucedió el año pasado, cuando se produjo la baja de 9.000 cabezas de ganado, «dado que, debido a la sequía, los precios eran muy elevados y no se podía salir a pasturar al no haber hierba en el campo». Fue algo que afectó, principalmente, a las explotaciones de ganado ovino.

También la relación con las Administraciones ha cambiado, en opinión de Gimeno, porque, explica, «ya no ponen tantas pegas, tampoco con las inspecciones. Antes nos sentíamos como unos delincuentes, y ahora vienen más en plan informativo. Además, se concedieron ayudas a la sequía». En lo que todavía hay margen de mejora, señala, es en la burocracia. «No puede ser que haya que hacer 400.000 papeles para montar una granja», se queja.

Impuestos

Estas son las cosas en las que, según Gimeno, se progresa adecuadamente. Sin embargo, hay otras que continúan suponiendo un lastre para el sector. Empezando, destaca, por los impuestos. «Se pasan un montón, y suponen la mitad del sueldo de un empleado. Eso está frenando las posibles ampliaciones de los negocios que se pudiesen planificar», concluye.

Desde La Unió también critican el mal momento por el que atraviesa el sector, hasta el punto de que ya hace tiempo que vienen reclamando ayudas para los productores y el establecimiento de un sistema efectivo de elaboración de costes de producción de referencia para los contratos agroalimentarios obligatorios establecidos por la ley de la cadena alimentaria. La misma organización, al igual que Asaja, se queja de lo complicado de los trámites burocráticos para acceder a las ayudas de la PAC y las escasas contraprestaciones obtenidas a cambio.

Gran descenso de las granjas de conejos

El panorama de las granjas de conejos es desolador. Según denuncia La Unió, en apenas seis años, los que transcurren de 2018 a 2024, se ha pasado de 166 en toda la Comunidad Valenciana a solo 90, lo que significa que se han cerrado el 75 % de estas. En este sexenio se han reducido en 36.000 las plazas de conejos y, en los últimos diez, la venta de estos animales para el sacrificio ha descendido en 3 millones, lo que supone un 53 %.

La organización señala que gran parte de culpa de esta situación la tiene el descenso en el consumo de la carne de conejo, limitado a unos pocos países de la Unión Europea por factores culturales. Portugal, Italia y Francia, junto a España, son los grandes consumidores, pero el retroceso es evidente. En el caso de España, el consumo en 2004 se situaba en 1,6 kilos por habitante y año, cifra que contrasta con los 0,7 Kilos de 2023.

La Unió pide a la Conselleria de Agricultura que continúe concediendo ayudas directas a los productores para mantener al menos el volumen de granjas existente en la actualidad. También reclama al Ministerio el lanzamiento de campañas de promoción de la carne de conejo.

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