Cuando estalló la crisis de 2008, el propietario del Grupo Alibérico, Clemente González Soler, se encontró con un problema con la fábrica que tenía en Alicante. La había adquirido en 1993 como Industrias Monteserra y la había hecho crecer bajo la denominación de Eurocolor, pero su especialización en la fabricación de lacados en polvo para perfiles de ventanas la dejó casi sin trabajo cuando el mercado inmobiliario se hundió, y, con él, la construcción.

Más allá de cuestiones económicas, para González Soler la factoría tenía otras implicaciones: era el principal lazo de su conglomerado con Alicante, la ciudad donde inició su carrera profesional -en la fábrica de la entonces Empresa Nacional de Aluminio (Enasa), que luego fue Alcoa y hoy es Aludium-, y donde formó su familia.

Decidió darle una segunda oportunidad a las instalaciones y, sobre todo, a la plantilla y apostó por lanzar desde allí un nuevo proyecto al que llevaba tiempo dándole vueltas en la cabeza. Durante toda su trayectoria, como la mayoría de fabricantes europeos, Alibérico se había especializado en aquellos segmentos del mercado de aluminio de gama más alta, los que incorporaban más innovación y desarrollo, mientras habían dejado el terreno libre a los productores asiáticos en el resto de gamas.

Pero el empresario estaba convencido de que se podía competir en alguno de ellos, con el diseño de una línea de producción de máxima eficiencia y ofreciendo un nivel de servicios -lo que se traduce, sobre todo, en la rapidez a la hora de servir los pedidos- con el que los chinos no pudieran competir. Y vio esta oportunidad en la producción de planchas de aluminio y composite para impresión, un material omnipresente en la cartelería de espacios públicos y la señalética de edificios de todo tipo, que, además, también tiene cada vez un mayor uso en decoración o, incluso, como formato para fotografía.

Redbond apunta a Estados Unidos RAFA ARJONES

Espíritu «low cost»

Fue así como nació Redbond Composites en el verano de 2012, tal y como recuerda la actual gerente de firma e hija del fundador del grupo, María González, que no dudó en sumarse al proyecto. «Clemente (González Soler) quería hacer una compañía muy joven, muy dinámica, muy digital. Una especie de fábrica ‘low cost’, muy eficiente, porque lo queríamos era entrar en un mercado distinto al habitual del grupo, donde se compite por puro precio», señala la ejecutiva. Eso sí, con alguna ventaja añadida: si lo habitual es que los compradores deban esperar alrededor de tres meses para recibir este tipo de planchas para cartelería, desde Alicante puede servir en dos semanas en cualquier punto de Europa.

La clave fue el diseño de una línea de producción ultraeficiente, que redujera al máximo el desperdicio, y trabajar con un número limitado de colores -sólo fabrican siete- y acabados. El respaldo del grupo -un conglomerado de 35 empresas, con 17 factorías repartidas por todo el mundo- también fue fundamental, ya que las bobinas de materia prima llegan desde la factoría de Alucoat, en Linares (Jaén), con una laca especial que desarrollaron para facilitar la impresión sobre este material. El negocio empezó a crecer y para 2015 ya facturaban más de tres millones de euros, una cifra que en el año 2019 -tras la puesta en marcha el año anterior de una segunda línea para producir planchas de mayores dimensiones- se había disparado hasta los 11,5 millones de euros.

La compañía ha logrado consolidarse como uno de los fabricantes de referencia en el mercado europeo, al que destina más del 90% de su producción, con mercados significativos en Bélgica, Alemania, Italia, Francia y todos los países escandinavos. Ahora su gran objetivo es dar el salto y cruzar el Atlántico para entrar en el mercado estadounidense, donde la compañía ve un importante recorrido para sus productos, con la vista puesta en duplicar de nuevo su facturación en menos de cuatro años.

Eso sí, antes la firma va a tener que hacer cambios en sus instalaciones, que no están preparadas para la carga y descarga de los contenedores con los que se mueve la mercancía por vía marítima, esencial para llevar sus paneles de aluminio hasta América. De momento, la compañía ya ha dado el primer paso y acaba de comprar a Repsol los terrenos contiguos a la factoría, en la zona de Agua Amarga de la capital alicantina, para levantar una segunda nave con la que solventar estos problemas logísticos y aumentar su capacidad de almacenaje.

Ecofriendly

Las nuevas instalaciones potenciarán aún más la digitalización de todos los procesos de la compañía y, como señala su máxima responsable, «será una edificación sostenible y eficiente». En este sentido, María González señala que las líneas de producción actuales ya tienen muy en cuenta estos criterios medioambientales y se recuperan todos los sobrantes y desperdicios, tanto del polietileno que se inserta entre las dos planchas de aluminio que componen sus paneles, como de este último material, que, como recuerda, «puede reciclarse infinitas veces».

Para su desembarco en Estados Unidos la compañía contará con el apoyo de la filial que Alibérico ya tiene en el país, Alucoil North America, ubicada en Carolina del Sur. «Aunque intentamos mantener las empresas lo más separadas posibles, siempre es bueno contar con la experiencia de los que ya están en ese mercado», asegura González. La firma también confía en su nueva generación de paneles Redbond Advanced, el primer panel de aluminio que ha logrado la certificación de HP para sus tintas de látex.

Unos planes de expansión que ni siquiera el covid-19 ha logrado alterar. Eso sí, como reconoce González, la pandemia ha puesto a prueba los resortes de la empresa y, sobre todo, su capacidad de reacción para ir adaptándose a las distintas situaciones -cierres de actividad, limitaciones de movilidad- en las que se veían inmersos sus clientes por toda Europa. Aún así, las previsión es cerrar el ejercicio con unas cifras similares a las del año pasado.

En cuanto a la situación del sector, la gerente de Redbond lamenta la pérdida de peso del sector industrial en España y cree que deberían adoptarse más medidas a nivel, incluso, europeo para proteger la producción industrial. «En China tienen una subvención del 17% para las exportaciones. Eso significa que yo soy un 17% menos competitivo ya de entrada. Si no hay aranceles, ¿cómo se protege a la industria europea frente a eso?», se pregunta. De momento, su respuesta es la innovación.