La constante innovación aplicada a la producción de redes de pesca, deportivas y de seguridad posiciona a la provincia de Alicante, y en concreto a la comarca de la Vega Baja, como un referente en el sector desde hace décadas. Su potente perfil exportador y su relevancia en el mercado internacional explica que en sus fábricas se hayan tejido las mallas utilizadas para vestir las porterías de los estadios que han acogido los tres últimos mundiales de fútbol. También llevan sello alicantino redes utilizadas por barcos de arrastre que operan en caladeros desde el Atlántico al Índico. De igual forma, las que se disponen para proteger a los operarios que trabajan en macroproyectos de construcción de infraestructuras en los cinco continentes. Se trata de un negocio que, sólo en Callosa de Segura, la ciudad que acoge buena parte de las mercantiles ligadas a este segmento, mueve en torno a 50 millones de euros en ventas, genera cientos de puestos de trabajo e impulsa además la actividad de numerosas firmas auxiliares.

Dos trabajadores tejen a máquina detalles de las redes. Tony Sevilla

Trabajadoras de Tecnología Deportiva en sus puestos. Tony Sevilla

El sur alicantino es, a todas luces, uno de los casos que ejemplifican cómo un proceso de reindustrialización puede reorientar la economía de un territorio y generar interesantes perspectivas de futuro cuando la principal actividad productiva deja de ser rentable. Desde la Edad Media y hasta mediados del siglo pasado, Callosa estaba posicionada como la capital del cáñamo. La especialización en la manufactura de esta fibra natural y las destrezas heredadas de generación en generación situaron al municipio como uno de los más reconocidos en la hilatura de redes y cuerdas a partir de ese material. Sin embargo, el desarrollo de fibras sintéticas aplicadas a la industria generó una grave crisis en la actividad en los años 60 y, mientras miles de vecinos se vieron obligado a emigrar a Francia, Alemania o Suiza, se empezó a gestar lo que sería el germen de un nuevo modelo productivo.

Máquina de fabricación de redes de Tecnología Deportiva. Tony Sevilla

de primera división

Que Callosa de Segura se erija hoy como un referente en la fabricación de hilos, cabos y redes tiene mucho que ver con la constante inversión en I+D+i que el tejido empresarial ha venido realizando para alcanzar posiciones relevantes en un mercado que tiene a la globalización. Ser punteros en este específico nicho de negocio ha sido posible gracias, en gran medida, a la capacidad de diversificar las líneas de producción en su triple vertiente con tal de aumentar la cartera de clientes y, con ello, la facturación. La mercantil Tecnología Deportiva SA, más conocida por su nombre comercial, León de Oro, es probablemente una de las mediáticas. En sus instalaciones se fabricaron todas las redes utilizadas para las disciplinas deportivas integradas en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y, desde entonces, han sido proveedores oficiales de la FIFA en el Mundial de Sudáfrica de 2010, inolvidable para los españoles tras el gol de

Andrés Iniesta, y también en los de Brasil (2014) y Rusia (2018). Por el momento se desconoce si vestirán también las porterías del próximo Mundial de Qatar, pero existen posibilidades reales. «Aún es pronto para eso , lo que sí que podemos confirmar es que el Mundial Sub 20 que se celebrará en Indonesia el próximo verano llevará nuestras redes», afirma el responsable de ventas de la compañía, Juan Luis Antón. La producción de redes deportivas es probablemente lo que más repercusión pública genera sobre la línea de fabricación de la empresa, pero en realidad supone solo un cuarto de fracción del negocio, con una facturación de algo más de 2,5 millones de euros anuales en ese segmento. Su posición relevante en el mercado deportivo la obtienen, sobre todo, gracias a que la envergadura de la compañía permite que las redes se puedan fabricar a petición del cliente, aplicando parámetros de grosor de la cuerda, diámetro de malla, color o forma, y eso es algo que buscan cada vez más los clubes, que demandan artículos customizados. Sin embargo, es el segmento de las redes ligadas a la construcción el que concentra el 70% de las ventas globales. La fiebre del ladrillo registrada en territorio nacional hasta el crack de 2008 disparó las ventas, pero la firma trabaja además con diversos países emergentes -su cartera de clientes alcanza hasta 40 países- que siguen demandando sus redes.

Tecnología Deportiva mantiene un claro perfil internacional y el 60% de la producción se destina a la exportación, principalmente, a territorio británico, Francia, Alemania, Austria o Estados Unidos. La internacionalización se ha impulsado a través de delegaciones comerciales que mantienen de forma permanente en Emiratos Árabes y Reino Unido, aunque la fabricación mantiene su sello 100% alicantino. En estos momentos, explica Antón, el objetivo de la firma es abrir mercado a través de la nueva división que están impulsado bajo la marca Goldfish, dedicada en exclusiva a la fabricación de redes para la acuicultura. Se trata de un proyecto en el que han centrado buena parte de los esfuerzos en I+D+i desde hace un lustro . «Aunque se trata igualmente de redes, como las deportivas o las de seguridad, son productos que no tienen nada que ver», destaca el responsable de ventas. El lanzamiento de este nuevo nicho de negocio ha estado precedido de un estudio de mercado, adecuación de instalaciones y especialización del capital humano. «Teníamos que comprar la mejor maquinaria del mercado para ser competitivos, pero eso no es todo. Hemos trabajado en el desarrollo de nuevas fibras que nos aporten ventaja sobre la competencia. Hablamos de redes que pasan largas temporadas sumergidas en el agua y soportan un desgaste enorme», explica el ejecutivo. A ese respecto, añade que «ha sido de vital importancia desarrollar un material muy resistente disminuyendo su peso, que se traduce en menor coste, y que sea capaz de sortear los efectos de la vida marina, como la adherencia de las algas a las propia red», prosigue.

El bloqueo económico generado por la crisis del covid y las restricciones a la movilidad han impedido a la empresa, por ahora, expandir este nuevo segmento de negocio a nivel internacional, aunque las ventas, principalmente en el mercado nacional, suponen ya el 10% de la facturación global de la compañía, unos resultados considerables teniendo en cuenta que empezaron a comercializar hace dos años. «Aunque el departamento comercial no ha podido viajar, hemos conseguido comenzar a exportar, pero es un mercado que seguirá creciendo, los datos son esperanzadores», añade Antón. Y es precisamente esa misma clave, la de innovar para abrir nuevos canales de negocio, la que la industria callosina de cabos y redes inició tras el colapso de la actividad del cáñamo, el origen del actual sector productivo.