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Empleo «gig»: ¿Precario o futuro laboral?

No obstante, recuerda, esta regulación llegará «más pronto que tarde» de la Comisión Europea, que tiene el compromiso de pronunciarse, previsiblemente en este año

Ainhoa Azcona, educadora y paseadora canina | Alfonso Tejedor

En marzo llegaba la respuesta oficial al debate sobre el trabajo de los repartidores a domicilio con la ‘ley rider’. Aún debe ser publicada en el BOE para entrar en vigor, pero cristaliza cuestiones importantes al abordar la problemática de acotar el empleo a través de plataformas digitales y recoger el guante del Tribunal Supremo, que en su sentencia de septiembre considera trabajadores por cuenta ajena, y no autónomos, a los riders de Glovo.

Además, es fruto del diálogo social. «En esta negociación pretendíamos ordenar y regular el conjunto de trabajos que se dan a través de estas plataformas, aunque no fue posible», manifiesta Carlos Gutiérrez, secretario de Juventud y Nuevas realidades del trabajo de CCOO. No obstante, recuerda, esta regulación llegará «más pronto que tarde» de la Comisión Europea, que tiene el compromiso de pronunciarse, previsiblemente en este año. La principal tensión tiene que ver con la relación entre trabajadores y plataformas y la solución pasa, en palabras de Gutiérrez, por «definir y esclarecer» cuándo va por la vía de autónomos y cuándo debe cumplir el marco laboral y de protección social del trabajador por cuenta ajena.

La gig economy o economía de las pequeñas tareas va mucho más allá de Glovo y los riders. Vinculada a trabajos puntuales, que se desarrollan en periodos temporales concretos y siempre bajo demanda del cliente, precisa de las plataformas online, que ejercen de intermediarios entre proveedor de servicios y consumidor. Han aumentado en número y escalado en complejidad con el auge de Internet, la Inteligencia Artificial y la economía del dato, y son Glovo o Deliveroo, pero también Uber, Cabify, AirBnB, Malt, Nannify o Multihelpers.

«Está creciendo en otros sectores y segmentos de la economía que no reciben tanta atención mediática», apunta Carina Lopes, directora del think tank de Digital Future Society (DFS). Y enumera: profesores, enfermeras, administrativos, programadores, traductores... «En los servicios domésticos, el cuidado de ancianos y niños, limpieza, clases particulares, reparaciones, trabajos manuales y hasta el cuidado de mascotas», señala Lopes.

En los ámbitos de los cuidados y las mascotas se emplea Ainhoa Azcona, actriz y educadora canina. Y la española Gudog, la plataforma que escogió para ampliar su red de clientes como paseadora y cuidadora, que se nutría del boca-oreja. El aluvión de solicitudes, junto con una época de bonanza en la interpretación, la llevó a dejar un puesto como asalariada y hacerse autónoma. «En el año anterior a la pandemia tuve mucho trabajo y muy bien remunerado: el mes que más gané, con perros y como actriz, cobré más de 2.000 euros», relata. Gudog le ayudaba a captar y comunicarse con los clientes, a los que la web cobraba una comisión. Los buenos resultados tuvieron una contrapartida: con la agenda repleta tenía que rechazar algunos encargos, algo que la plataforma penalizaba, por lo que acabó dejando de usarla.

Ventajas e inconvenientes

El caso de Ainhoa Azcona ejemplifica una de las principales diferencias metodológicas entre un trabajador gig y un autónomo de toda la vida: la forma de promocionar sus servicios, que se realiza a través de webs y apps. «Imaginemos un abogado que deja su bufete. Ahora cada día consulta los marketplaces de casos jurídicos y selecciona en los que quiere trabajar. Cuando se acaban, coge más. No sale a la calle a buscar clientes o mandar CVs, solo tiene que cuidar su perfil», plantea Jorge Fields, socio de Cupido Capital.

Flexibilidad, conciliación y control sobre tareas e ingresos son los principales motivos que llevan a millennials y generación Z a decantarse voluntariamente por la gig economy, según el ‘Global Millennial Survey 2019’ de Deloitte. Hay que enfatizar el voluntariamente porque, según otra encuesta más reciente -’WorkForceView 2020’, de APD-, el 85% de los españoles prefiere tener un trabajo fijo que ser su propio jefe. ¿Las razones? Horarios estables, cobrar a tiempo o mayor capacidad para obtener créditos. Y esta es la otra cara, la que tiene que ver con la temporalidad, la subcontratación y la precariedad.

«No tener un trabajo estable se asocia a precariedad. Pero esto pasará siendo un empleado temporal en una ETT, encadenando trabajos por obra y servicio o usando una plataforma digital», afirma Albert Cañigueral, cofundador de la red de consultores OuiShare y autor del libro ‘El trabajo ya no es lo que era’. Para este experto se trata de un matiz esencial a la hora de pensar en cambios que permitan hablar del empleo gig no solo como una tendencia forzada, sino como parte de un futuro laboral digno y sostenible: «No hay datos de cuántas personas trabajan en plataformas digitales, pero sabemos que solo el 40% de los trabajadores son indefinidos». La disrupción en el paradigma laboral se encamina a una mayor fragmentación, al pasar «a unas relaciones laborales de menor duración y más frecuencia de cambio». Por eso Cañigueral critica la división «tradicional» entre autónomo, asalariado y parado del sistema español, que debería complementarse admitiendo las distintas naturalezas del trabajo y con una protección social que reconozca «que más gente va a tener una fluctuación de ingresos importante».

La directora del think tank de DFS también considera que las plataformas digitales «marcarán el futuro del trabajo». Y también incide en que el punto de partida es formular políticas «adecuadas y proporcionales» a la realidad, que ofrezcan seguridad jurídica a plataformas, trabajadores, sindicatos y administraciones públicas.

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