Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

María Luisa Segoviano | Presidenta de la sala de lo social

La jueza que rompió el techo de cristal del Supremo

La magistrada, en una sala del Alto Tribunal | Mariscal / EFE

No fue la primera jueza que llegó al Tribunal Supremo, cúspide de la Justicia española, pero sí la primera en acabar con la foto más característica de la Justicia: la del acto de apertura del año judicial, en la que tradicionalmente los presidentes de las cinco salas del Tribunal Supremo posan con el rey. Nunca hubo en ella una mujer hasta que María Luisa Segoviano asumió la presidencia de la Sala Cuarta o de lo Social, la que se encarga de resolver los problemas laborales que surgen entre los trabajadores y las empresas, y, por tanto, la más presente cada 1 de Mayo.

Esta vallisoletana coqueta, que pasó la infancia en Marruecos, supo desde cuarto de Derecho que quería dedicarse a esa jurisdicción. «Fue una asignatura que me apasionaba. Me resultaba muy atractiva porque la veía muy apegada a la realidad, a los problemas cotidianos», recuerda.

La ejerce desde 1974, porque antes de ser magistrada fue secretaria de Magistratura de Trabajo en Barcelona, Palencia y Valladolid. Ya jueza, fue a Bilbao y luego a Valladolid hasta que fue nombrada presidenta de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, un puesto que ocupó hasta que en 2006 se incorporó al Supremo. En septiembre del año pasado se convirtió en la primera mujer que preside una sala de las cinco del alto tribunal en sus más de 200 años de historia.

En crisis

Esa vinculación con la realidad de lo Social que la enamoró llega a su máximo cuando hay crisis económicas. En los juzgados los juicios laborales se demoran un par de años y el efecto económico que ha tenido la pandemia ha llegado ya al Supremo, aunque aún en forma de riesgos laborales por la falta de medios de protección en la primera ola del covid.

Segoviano, con actitud docente, se detiene a explicarlo: «Empezábamos a salir de la crisis de 2012, que desencadenó una ola espantosa de cierres de empresas, despidos masivos y destrucción de puestos de trabajo. A ello se unió la reforma laboral, que hizo que hubiese muchísimos pleitos, porque siempre que hay reformas legislativas aumenta la litigiosidad».

«No se había terminado de remontar aquélla y ha llegado esta otra crisis, que empezó siendo sanitaria y no sabemos qué profundidad presentará, y las disfunciones de los juzgados no habían terminado de normalizarse», dice para justificar el habitual atraso.

Consciente de la importancia de acercar la Justicia al ciudadano, incluso a través el lenguaje, para que «no necesite que el abogado le explique si tenía o no razón», ahonda en por qué el número de procedimientos judiciales aumenta con cada cambio normativo.

«Cuando aparecen normas nuevas hay una tensión entre los interlocutores sociales, entre trabajadores y empresarios, porque cada uno lo interpreta de la manera más conveniente a sus intereses, lógicamente. Los tribunales somos los que finalmente sentamos las bases para interpretar esas normas», argumenta.

En el caso concreto de la reforma laboral, ya «estaban bastante pacificadas» las novedades que introdujo. «Ahora parece que va a haber otra reforma. En función de su profundidad habrá que ver a qué afecta. Hay temas que sí que va a regular, como pueden ser el de los riders», que considera un claro ejemplo de que la realidad social supera la regulación existente.

Resulta muy convincente sobre todo a la hora de describir para qué sirve la Justicia. «Social es mucho más vivo, pero, en el Derecho en general, la realidad se adelanta a la regulación. Los tribunales lo que hacen es interpretar las leyes para solventar los problemas de la ciudadanía», afirma.

Magistradas

A la pregunta de si la acompañarán pronto más mujeres al frente de alguna otra sala del Supremo, responde de forma pragmática que ninguna tiene próxima la renovación de su presidencia. Pero tiene claro cuáles son los motivos por los que hay menos mujeres que hombres al frente de ellas, pese a haber más magistradas que magistrados en ejercicio actualmente.

«En la Sala de lo Social hay una composición bastante equilibrada. Somos cinco magistradas y seis magistrados y hay dos vacantes», reseña. Eso hace de la Cuarta la menos característica del Supremo en cuanto a composición por género y hace que resulte aún más sangrante que la que más atención de los medios suele suscitar, la de lo Penal, solo tenga tres mujeres frente a 13 hombres con su presidente, Manuel Marchena, a la cabeza.

Pero el motivo por el que hay menos mujeres en el Supremo ya no es que las magistradas tengan menos antigüedad que los hombres, es que «en ciertos puestos se suele exigir una relación de méritos, como cursos que has dado, que has dirigido, seminarios, libros que has escrito, artículos, funciones docentes... Son actividades al margen de la puramente jurisdiccional de llevar tu juzgado y hay muchas compañeras que no han podido, porque les coincidió con la época en que tenían niños pequeños».

«Hasta que el reparto de esas tareas no sea real, ellas las asumen en la mayoría de los casos y a la hora de exponer sus méritos tienen menos que los magistrados. Ahora, para saber por qué se elige a unos u a otros habría que preguntar a quien elige», concluye apuntando al Consejo General del Poder Judicial, pero sin mencionarlo.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats