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Bisila Bokoko | empresaria y experta en comercio exterior

Cuando Bisila perdió la arrogancia

Bisila Bokoko | Activos

«Creo que fui arrogante». Bisila Bokoko explica con insólita sinceridad por qué la despidieron de la dirección general de la Cámara de Comercio España-Estados Unidos en 2012, después de siete años en el cargo. «Me codeaba con los CEO de las grandes empresas y se me subió a la cabeza. Mi jefe me dejaba hacer las cosas a mi manera, que no era lo conveniente en una firma semipública. Llegó un nuevo jefe, yo seguí igual y al final me echaron. Pero aprendí la lección y, aunque tuve ofertas de empresas españolas, me decidí por crear una firma propia, con la que puedes tomar tus decisiones y arriesgar lo que quieras». Así nació BBES (Bisila Bokoko Embassy Services), una consultora con sede en Nueva York especializada en asesorar a las empresas españolas que quieren entrar en el mercado estadounidense, aunque con el transcurso de los años ha incorporado también clientes de Latinoamérica y África.

La conexión con este último continente tiene todo el sentido del mundo si nos atenemos a los orígenes de Bokoko, nacida en 1974 en València. Su familia procede de Guinea Ecuatorial y es de rigor detenerse en los ancestros, que a veces tanto explican del presente. En la tradición bubi, propia de su etnia, hay dos deidades que están casadas, Bisila, la parte femenina, y Chiva, la masculina. Con la colonización, el Vaticano llegó a bendecir una Virgen Bisila. De ahí viene su nombre, aunque en aquella España que veía agonizar al dictador Franco a sus padres les costó lo suyo que la Iglesia católica lo aceptara, singularmente sin el preceptivo y previo María. Su bisabuela paterna, en unos tiempos de la colonia de los que la familia guarda «buenos recuerdos», había entablado amistad con una «hermana o prima» del tirano español. Aquí estudió Magisterio y, cuando quiso comprarse una casa para pasar temporadas, como haría tantas veces al cabo de los años, le recomendaron València porque «el clima le dijeron que era el más parecido al de Guinea».

El padre de Bisila, hijo de quien llegó a ser inspector jefe de la Policía en Malabo y Bata, las dos mayores ciudades del país africano, se vino a España a estudiar el Bachillerato en Logroño, en el colegio de los Escolapios. Y luego se licenció en Derecho en la Universitat de València. «Cuando se metían con él por ser negro, inmigrante o simplemente diferente, respondía que había llegado a la ciudad con las llaves de casa en la mano». La casa de la bisabuela, claro. La madre, hija de un alto funcionario guineano, se estableció en València con 14 años. Estudió en un colegio de monjas de Mislata y luego se hizo enfermera, profesión de la que se jubiló hace poco en el Hospital General. Se conocieron en València y se casaron tan jóvenes que a los 22 años, con las carreras aún sin acabar, ya eran padres de Bisila. Aunque los primeros años fueron difíciles, no les fue mal. El progenitor abrió un despacho especializado en Mercantil. Nuestra protagonista se formó primero en un colegio hispano-irlandés y, tras licenciarse en un programa de Derecho y Economía, se lanzó, literalmente, a esos mundos de Dios. En 2000 llegó a la oficina del Instituto Valenciano de la Exportación (Ivex) en Nueva York, donde ejerció primero como becaria y luego como marketing manager. Fueron cinco años hasta recalar en la Cámara hispana en los Estados Unidos, de donde, como ha quedado dicho, salió en contra de su voluntad para afrontar las aventuras en las que ahora está inmersa.

En estos años, ha ampliado el horizonte de su consultora, centrada en sectores como la gastronomía, la moda y la cultura con clientes como el Liceu de Barcelona o la firma alimentaria Carmencita, para abordar también el asesoramiento en diversidad. Cómo integrarla, sobre todo en corporaciones transnacionales. Cita Marathon Oil de Texas, una petrolera que trabaja en Guinea y que junta empleados africanos, americanos y europeos y «a la que les hemos hecho un plan para gestionar esa diversidad», apunta antes de añadir que «cuanto más diversa es una empresa más dinero gana».

Casada en segundas nupcias con un ingeniero alemán, madre de una hija de 18 años y un hijo de 15, y enfrascada en estudiar las religiones, la filosofía y la neurociencia, Bokoko dice que la pandemia ha sido una tortura para una persona como ella, que no puede estarse quieta y le entusiasma viajar. La liberación ya se vislumbra y anuncia que en junio visitará València. Como una de sus pasiones es la gastronomía -‑asegura que es avezada cocinera de platos españoles y africanos- cabe advertir a las arrocerías de la ciudad que vayan echando leña al fuego.

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