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El ajuste sin fin de la banca

Los recortes del último año suprimen un millar de empleos en la provincia y reducen la red a niveles de hace 40 años

La oficina de BBVA en la Plaça de Baix de Elche, una de las que el banco ha anunciado que cerrará. | Antonio Amorós

La espiral de recortes en la que la banca está sumida desde hace más de una década no parece acabar nunca. Primero fue el estallido de la burbuja inmobiliaria, que se llevó por delante a la mayoría de cajas de ahorros; más tarde la caída sostenida de los tipos de interés, que redujo la rentabilidad del negocio; y ahora es la digitalización, que se ha visto acelerada por la pandemia. El caso es que, cuando aún no se ha ejecutado el ERE de una entidad, ya hay otra que llama a los sindicatos a negociar, en una rueda sin fin.

El ejemplo más paradigmático en estos momentos es el del Sabadell, que esta semana ha iniciado el periodo de consultas para aplicar un nuevo recorte de 1.936 empleados, cuando apenas han pasado unos meses desde que ejecutara el anterior ajuste de 1.800 trabajadores. Aunque la situación del banco con sede en Alicante es algo particular -la entidad necesita mejorar su rentabilidad para recuperar la confianza de los inversores y garantizar su viabilidad en solitario-, no deja de ser significativa de la evolución del sector.

De esta forma, sólo en el último año los recortes aprobados o en negociación en el sector financiero supondrán la desaparición de más de 17.000 empleos en todo el país, de los que la provincia de Alicante acapara un número nada despreciable: casi un millar, únicamente con las cifras de las cuatro grandes entidades.

Como es lógico, el mayor zarpazo en Alicante se lo lleva el Sabadell, que, en total, suprimirá cerca de 600 empleos. El acuerdo de prejubilaciones negociado el pasado otoño y ejecutado en el primer trimestre de este año ya ha supuesto la salida de 350 empleados, y ahora la dirección de la entidad plantea un excedente de otros 237, sólo en la red de oficinas.

El ERE de CaixaBank, tras su fusión con Bankia, supondrá la marcha de otros 188 trabajadores a partir de noviembre, mientras que en BBVA se espera que en breve se complete la salida de unas 80 personas, la cifra acordada con los sindicatos. Estos dos ajustes provocaron hace unos meses las primeras huelgas en décadas que se recuerdan en el sector.

Por su parte, el Santander ya ha suprimido los 114 empleos que estaban contemplados en el ERE que negoció a finales del pasado año, en todos los casos, según los datos facilitados por los sindicatos CC OO y UGT. Desde el inicio de la anterior crisis, el sector ya ha destruido más de 5.000 empleos en la provincia.

¿Un modelo sin oficinas?

Pero, si la plantilla se ha llevado la peor parte en la reestructuración continua que vive la banca, los clientes también han sufrido las consecuencias, en forma de una considerable reducción de la red. De las 1.770 sucursales que existían en Alicante en el año 2008, el pasado mes de marzo ya sólo quedaban 739, según datos del Banco de España, lo que significa un recorte del 58% y la cifra más baja de oficinas operativas desde hace más de 40 años. En concreto, desde 1978. Un número que, además, en breve se reducirá en otras 150 oficinas, aproximadamente, cuando se ejecuten los cierres pendientes de estos ERE.

Ahora la gran duda es saber hasta cuándo seguirán los recortes y qué modelo de banca es el que tendremos en unos años. En este sentido, el portavoz de la Asociación Española de Banca (AEB), José Luis Martínez, recuerda que «el proceso de adelgazamiento de las estructuras comerciales es un fenómeno a escala global, impulsado por los cambios en los hábitos de los consumidores y el avance de la digitalización, que las dificultades provocadas por la pandemia han acelerado». Es más, Martínez señala que los recortes son necesarios para reforzar a las entidades y «afrontar mejor la pandemia y seguir apoyando a familias».

El portavoz de la AEB también insiste en que, hasta la fecha, «en España, los ajustes de empleo en banca no han sido traumáticos, y siempre pactados».

Al respecto, una reciente encuesta de Funcas y KPMG daba una idea de hasta qué punto el coronavirus ha impulsado esta transformación. Si antes de la pandemia sólo el 28% de los bancos aseguraba que más del 60% de sus clientes eran digitales o utilizaban estos canales mayoritariamente, ahora ya son más de la mitad de las entidades que se encuentra en esta situación.

El Sabadell proporcionaba a los sindicatos otro dato esta semana: el número de operaciones que los clientes realizan en caja se ha reducido un 68,7% desde el año 2017, aunque también es cierto que este descenso, generalizado en todo el sector, también es fruto de las cada vez mayores restricciones que las entidades imponen para realizar operaciones en caja.

Sea como fuere, tanto la AEB como la mayor parte de especialistas señalan que el sector aún tiene espacio para nuevos recortes. «A pesar de cerrar el 53% de la red de 2008 (en España), seguimos teniendo una de las redes más densas de la UE en términos de habitantes por oficina y la red con oficinas más pequeñas. Por tanto, hay margen para seguir cerrando sin que se resienta la accesibilidad a los servicios financieros», asegura el director adjunto del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), Joaquín Maudos.

Eso sí, el experto también deja claro que «los ajustes de red y de empleo son necesarios, pero no suficientes, como hasta ahora se está viendo». «Los tipos llevan ya mucho tiempo en niveles muy bajos y eso penaliza el margen de intermediación. A ello hay que sumar el impacto del covid-19 y el desapalancamiento que supone pérdida de negocio bancario (y, por esa vía, comisiones). Y hay que añadir la competencia entre bancos, pero también por parte de las bigtech y la banca en la sombra, que en ambos casos disfrutan de una menor presión regulatoria», explica Maudos, en su diagnóstico de la situación del sector.

Este último, el de la compentencia de las grandes tecnológicas como Amazon, Google o Facebook, es uno de los asuntos que más temen los banqueros de todo el mundo, y uno de los motivos de su interés por acelerar la digitalización del negocio. «Hay que tener en cuenta que las bigtech tienen millones de clientes, con hábitos más modernos que los del tradicional cliente de una oficina, con clientes más jóvenes que no pisan las sucursales, sobre los que la empresa tiene mucha información acerca de sus hábitos de compra, que les permite hacer ofertas muy personalizadas. Eso es lo que preocupa a los bancos», explica el director adjunto del Ivie.

Con cita previa

Sobre qué va a ocurrir con las oficinas, los sindicatos parecen tenerlo claro, muy a su pesar. «Vamos a un modelo como el que hay ahora en el médico o en otros servicios, en el que será imposible pisar una sucursal sin cita previa. Ya lo están haciendo muchos bancos», apunta el responsable de Sector Financiero de UGT, Victoriano Miravete. Unas oficinas donde, además, la presión comercial es cada vez mayor y no sólo para vender hipotecas o planes de pensiones. Las sucursales se han convertido en auténticas tiendas donde se puede desde alquilar un coche hasta comprar el último modelo de móvil.

Una presión que muchos trabajadores no están dispuestos a soportar. Así, Miravete señala el caso de una de estas grandes entidades donde prácticamente un tercio de los nuevos trabajadores que se incorporan renuncian a renovar su contrato transcurrido un año. Los últimos ERE son otro ejemplo: los trabajadores que no tenían la edad para prejubilarse han supuesto casi un 20% de los voluntarios para marcharse.

«La presión comercial es altísima. No hay límite. Si te desvives por llegar a los objetivos, en cuanto los consigues, los aumentan. Siempre quieren más», explica también la secretaria de Organización de la Federación SIBS Sicam-Aprobas SI, María Cruz García-Córcoles, que también insiste en la pérdida de competencia que se ha producido y lamenta la desatención que sufre una parte de la clientela, sobre todo la de más edad o la de las pequeñas poblaciones, que cada vez lo tienen más difícil para ir al banco.

Una situación que ha llevado a la Generalitat a convocar un concurso público para dotar, al menos, de cajeros a las poblaciones que no tenían ningún tipo de servicios. Un contrato que se adjudicó este pasado verano CaixaBank, que recibirá ocho millones de euros para que instale hasta 135 de estos terminales y los mantenga.

Esta intervención pública parece la única alternativa a la retirada de las entidades tradicionales, al menos mientras éstas no logren revertir sus cifras y mejorar su rentabilidad, que sigue muy alejada del 9% en que se sitúa su coste de capital. Es decir, el beneficio que los inversores les exigen para apostar por ellos en los mercados.

La alternativa: el súper, los loteros o Correos

Ante el cierre de sucursales, son varias las alternativas que han surgido en los últimos años para, al menos, retirar dinero. El Santander acaba de cerrar un acuerdo con Correos para que sus clientes puedan utilizar las oficinas postales con este fin o solicitar que el cartero le lleve efectivo. Otras entidades como ING apuestan por aplicaciones que permiten conseguir dinero en los supermercados y la última propuesta sale de los propietarios de administraciones de lotería, que esta semana se han reunido con los responsables del Banco de España para solicitarles que se les autorice a prestar servicios financieros, aprovechando las medidas de seguridad que ya tienen.

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