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La obstinación de navegar para todos

Almudena López del Pozo

Nació en Madrid «por accidente», pero se siente gallega. Su familia no solo tiene arraigo vigués, sino que vivió el fulgor de aquellas riadas de trabajadores, enfundados de azul, rumbo a los astilleros; y masticó después el marasmo de una industria de construcción naval que horadó la crisis del petróleo. Almudena López del Pozo (1976) nunca cortó ese cabo a los barcos pese a todo. Pese a vivir tan lejos del mar y a sufrir tan fuerte sus problemas. Licenciada en Economía por la Universidad Complutense de Madrid, en la especialidad de Economía Monetaria y Financiera, López del Pozo cursó un máster en Finanzas –con mención especial– en CUNEF y un programa de alta dirección de empresas en el IESE.

Enseguida, tras pasar por la consultoría, se embarcó en el naval. Lo hizo en la sociedad anónima Pequeños y Medianos Astilleros Sociedad de Reconversión (Pymar), que integra al grueso de los astilleros privados españoles. Y allí asumió las riendas ejecutivas en el momento peor, «cuando explotó todo». Fue nombrada consejera delegada en 2012. Bruselas acababa de iniciar un procedimiento contra España por el sistema de arrendamiento fiscal (tax lease) usado por los astilleros españoles para contratar barcos hasta 2011, que dejó los diques a cero y puso en riesgo la continuidad de toda la industria. Ese fue «el momento más complicado». Con Joaquín Almunia como comisario europeo de Competencia –llegó a ser declarado persona non grata en Vigo, gobernada por el Partido Socialista–, los pasos de Almudena López del Pozo empezaron volar. De Madrid a Bruselas, a Luxemburgo, Bilbao, Gijón o Santiago de Compostela. «Es cierto que este sector es muy intenso, pero aquel fue un momento crítico».

Las apariencias son obstinadas, pero seguro que ella lo es más. Menuda, de apariencia casi frágil, a su llegada al cargo de CEO en Pymar compartió los mandos –con el presidente de la sociedad anónima, Álvaro Platero– de una estrategia que unió a las administraciones central, gallega, vasca y asturiana, sin fisuras. Con un doble objetivo: defender la legalidad del viejo y denunciado sistema fiscal (tax lease) y convencer a banca, armadores e inversores de que el nuevo instrumento de bonificación era plenamente válido a ojos de la Comisión Europea. Quizás es por su pertinacia por lo que, pese a aquel maremoto, cuando se le pregunta por un «momento dulce», se retrotrae a aquel 2012. Aunque Almunia llegase a coquetear con exigir al naval 2.800 millones de euros. «Hay un momento en que te das cuenta de la fuerza que tiene el esfuerzo conjunto, de propiciar la colaboración público-privada para un mismo objetivo. Ese espíritu es más que reconfortante».

Es la esencia de la propia Pymar. Se encarga de la defensa de los intereses del sector naval a nivel nacional y europeo y gestiona instrumentos específicos para la financiación y emisión de garantías para la industria, contando con un rating BBB+ por Fitch. En su consejo están representados todos los astilleros privados, además del Ejecutivo central y los autonómicos.

Aquel trabajo de proselitismo funcionó y el sector volvió a carburar a partir de 2014. «Fue preciso convencer a bancos e inversores de que tenían la máxima seguridad jurídica, porque había sido aprobado por el Colegio de Comisarios. Cuando un sistema se asienta, funciona». Almunia se fue, la justicia declaró que el viejo tax lease siempre había sido legal –un recurso ha devuelto el proceso a sus inicios– y el equipo de López del Pozo celebró éxitos e hitos. «Todo lo que conseguimos es gracias a contar con un equipo que tiene un nivel de compromiso muy por encima de lo exigible a cualquiera». Se deshace en elogios hacia los suyos. Siempre.

Con casi diez años de trayectoria como CEO de Pymar, exhibe sus fuerzas para seguir el trabajo. «Siempre hay fuerzas. Claro que se sufre, hay situaciones muy exigentes, pero también se disfruta muchísimo». Carácter dulce y crítico, exigencia y disfrute. La directiva es una dicotomía. «No desconecto [ríe] La música es lo que más me ayuda. Y el silencio». Música y silencio.

El golpe de la pandemia ha sido severo para la construcción naval europea, muy especializada en nichos como los cruceros o ferries. Pero, cree, habrá buenas noticias. Y de las otras también, a buen seguro. Algo sacará de positivo. «Creo en lo que hago, y me gusta».

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