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Francesc Colomer SECRETARIO AUTONÓMICO DE TURISMO

Francesc Colomer: «Parece que la tasa turística se plantea como un castigo para que el sector purgue sus supuestos pecados»

«Parece que la tasa turística se plantea como un castigo para que el sector purgue sus supuestos pecados» David Revenga

La naturaleza cordial que define al secretario autonómico de Turismo, Francesc Colomer, no resta un ápice de fuerza a sus palabras a la hora de defender aquello en lo cree, sobre todo, a la hora de defender el turismo. Prefiere la palabra, los argumentos, los debates sin tópicos, topicazos ni perjuicios, y en eso mismo se apoya a la hora de rechazar sin ambages la tasa turística, un impuesto a las pernoctaciones del que siempre se ha desmarcado. También ahora que el PSPV -su partido- ha cedido a la presión de sus socios del Botànic -Compromís y Unides-Podem- y ha optado por apoyar que se active la tasa a través de una proposición de ley que se debe presentar de aquí a marzo. No toca, y en un contexto de crisis sanitaria, menos si cabe, sostiene. A su juicio, lo que necesita el turismo es «empatía».

¿Por qué en plena sexta ola, con las cifras más altas de contagios casi desde que empezó la pandemia, y, por tanto, en una coyuntura marcada por las cancelaciones, el miedo y la incertidumbre el Botànic opta por activar la tasa turística?

La respuesta la tienen los grupos y los actores que han suscrito esa petición. Es cierto que hay división de poderes y, en ese sentido, la lógica del Parlamento a veces no tiene nada que ver con la dinámica del Gobierno. A partir de ahí, es evidente que puede ser un infortunio muy difícil de calcular que el debate presupuestario coincida con una fase pandémica al alza, con la sexta ola. Trato de entenderlo, porque, por otra parte, y a pesar de lo que acabo de decir, parece evidente que se vive una realidad paralela, o que hay dos percepciones. El Parlamento, quizás, debería haber sido capaz de interpretar el sufrimiento de la gente y las dificultades de un sector que es fundamental, y que tiene cientos de miles de rostros que viven en la incertidumbre, en crisis, en el miedo. Cuando un Parlamento no sabe leer el mundo, a lo mejor, tenemos un problema.

¿Falta pisar la calle para saber leer el mundo como usted dice?

Sería presuntuoso por mi parte dar lecciones de calle y del ejercicio político a nadie. El Parlamento, en ese momento, estaba aprobando por séptimo año consecutivo unos presupuestos en tiempo y forma, cuando parece que las alianzas se desmoronan en todas partes, pero, paralelamente, tenemos una mala noticia para un sector fundamental.

Se mantiene, pues, firme en su rechazo a la tasa prácticamente dos semanas después de ese pacto...

Sí. A veces parece que se plantea la tasa como un castigo para que este sector purgue sus supuestos pecados, cuando el ímpetu recaudador debe dirigirse hacia la economía sumergida y hacia otros sectores verdaderamente tóxicos. Lo que más me distancia de la tasa ni siquiera es el precio sino el coste reputacional para un sector al que se le cuestiona su enorme valor. A los argumentos de orden estratégico, social, empresarial y económico, mi oposición es de carácter esencial o filosófico: nunca penalizaría el viaje en la cuna de la hospitalidad. No olvidemos que el turista no viene de gorra y ya paga por todo. Entiendo que el sector y el mercado suban los precios al compás de la calidad y la innovación, pero ni un céntimo como penitencia.

Y, más allá de la división de poderes, ¿cómo se explica que el máximo responsable de Turismo no tuviera información de este acuerdo, al menos por la vía del PSPV?

Tal vez por los ritmos, los momentos y los plazos de negociación, que suelen ser sumarísimos, frenéticos, al límite. No le quiero dar más importancia. Entiendo que es complicado con el día a día. Desconozco la urdimbre y los entresijos de ese cierre del acuerdo. No sé cómo fue, pero me imagino que no debe ser fácil para los portavoces.

En cualquier caso, ¿esto puede llevar a que Francesc Colomer tenga los días contados en el Consell?

No lo sé.

¿Puede ser un punto de inflexión a la hora de tomar algún tipo de decisión como marcharse?

La verdad es que no lo sé. De momento, desde el punto de vista del tema que nos ocupa, que es la creación de un impuesto para el sector turístico, es como un déjà vu. Lo he vivido un montón de veces. El tema de la tasa en estos años es como una amenaza permanente que ha estado ahí. Vamos a ver cómo evoluciona todo, porque, realmente, no hay nada aprobado. Está la voluntad de tramitar una proposición de ley.

Sin embargo, es la amenaza más real a lo largo de estos años...

Nunca se ha llegado tan lejos, eso es verdad.

¿Y qué papel va a jugar la Secretaría Autonómica de Turismo y qué papel va a jugar usted en esta nueva fase que se abre de aquí a marzo?

No tengo ni idea, pero mi posición es contraria a la tasa. Por tanto, habrá que asumir un papel de argumentación y de pedagogía en contra de la tasa.

Al margen de lo que ocurra en marzo y de que la inmensa mayoría de los ayuntamientos del litoral alicantino ya se han mostrado partidarios de no aplicar la tasa, ¿qué efectos puede acabar teniendo sobre un sector tan sensible en estos momentos como el turístico?

No sé, pero haríamos bien o alguien haría bien en ver al sector con esa mirada profesional, esa mirada que trascienda la inflamación. Esto ha sido un ejercicio de falta de empatía, de falta de sintonización, de falta de comprensión del mundo. De momento, no hay nada y, por lo tanto, hay que verlo con ese criterio de afrontar un debate y de ganarlo. Se va a abrir un debate, según tengo entendido y hemos entendido todos. Se va a abrir un debate con el sector, y vamos a tener que establecer argumentos sólidos, solventes. Afrontar, tal vez, la última batalla argumental, que, en democracia, es un ejercicio bastante saludable. Si se trata de debatir, vayamos al debate y a confrontar argumentos, y a lo mejor desmontaremos muchos mitos.

¿Cuáles serían esos mitos?

Se han escuchado muchas cosas, como que la tasa la paguen los de fuera. A lo mejor quien sostiene la tasa tiene que escuchar también que, sobre todo en estos últimos tiempos y con el bono viaje, que es un programa oficial que promueve la propia Generalitat, el 60% del turismo nacional es turismo interior valenciano. Por tanto, sería un impuesto para nosotros mismos. Además, eso de que paguen los de fuera es un argumento que no se corresponde para nada con una posición cosmopolita del mundo, con una posición de tolerancia y de definir un mundo sin fronteras, que eso es lo que es ser progresista para mí. Incluso eso de que paguen la tasa los de fuera me parece un error absoluto, porque estás generando una turismofobia, y, al final, de la turismofobia a cosas peores hay un paso. Por otro lado, se dice que a nadie le importaría pagar dos euros más por noche. En este modelo de modelos que es la Comunidad Valenciana todavía hay determinados segmentos de la demanda que funcionan con precio. Tenemos que escucharnos. Me parece que, si por primera vez en muchos años hay una escucha activa por parte de algunas fuerzas políticas al sector, a lo mejor se desmoronan los mitos que existen en torno a la tasa.

¿Qué le han transmitido los hoteleros en los últimos días?

El rechazo frontal, un poco lo de siempre, y, sobre todo, la incomprensión. El día antes del acuerdo, en el acto del sector en Benidorm, se hablaba de la poca humanidad, la falta de empatía en un momento como éste. Que sea la respuesta del Parlamento a la sexta ola un impuesto no se entiende, y cuesta de entender. A lo mejor este debate nos permite entendernos, nos permite recuperar la empatía perdida. Si algún tipo de esperanza tengo en lo que viene por delante es en la recuperación de la empatía, porque si de verdad se quiere debatir habrá una aproximación al sector, y no una aproximación superficial con los topicazos que tanto daño hacen.

¿Y qué falla para que aún hoy, a estas alturas, se mantengan esos topicazos a los que alude?

Falla la concentración, la voluntad o capacidad de escucha, de escucha activa, que diría Adela Cortina, y de respeto activo. Se trata no solo de saber que hay otro que tiene una opinión distinta, se trata de dar pasos para descifrar, decodificar, entender y meterte en la piel del otro. No ha habido lucidez o voluntad de concentración para superar el tópico. Vivir en tópicos es muy sencillo y rentable. Uno se instala en los tópicos y es la cultura de la hostilidad. El tópico anda siempre de la mano de la confrontación. Son bastones para darle en la cabeza al otro. Cuando acusan al sector de falta de sostenibilidad... En toda la cadena de valor, si hay algún sector que tiene mucho que ver con el turismo y que tiene que hacer muchos deberes por descarbonizarse, por ejemplo, es el de los transportes, no el del alojamiento. En diez o quince días una familia de turistas puede consumir del orden de un centenar de productos y servicios. Confundir el alojamiento con toda la cadena de valor del turismo es un error de entrada enorme.

El presidente de la patronal Hosbec, Toni Mayor, llegó a hablar de «traición» del PSPV. ¿Puede haber un antes y un después en las relaciones entre Consell y hoteleros?

No estoy de acuerdo con esa palabra. Las percepciones personales o sectoriales son todas respetables, pero hay que desinflamar el debate, y también las palabras. Las palabras nos marcan el terreno de juego. El lenguaje marca el mundo, define los límites del mundo, y más en la esfera pública, en la política, en los parlamentos. Hay que despolitizar este debate. Me preocupa que la izquierda haya dado pasos para marcar en el imaginario la asociación de ideas de que la tasa turística es de izquierdas, y no querer la tasa es del resto. No es verdad. En muchas de las capitales europeas en las que está la tasa gobierna la derecha; en otras, el centro; y en alguna, a lo mejor, la izquierda. A la tasa y la política fiscal sería muy complicado asignarles una etiqueta de izquierdas o de derechas. La foto del otro día genera un marco conceptual, un marco en el que la tasa turística es de izquierdas, y estoy radicalmente en contra de ese concepto.

Tal y como está la situación, y por más que el Consell de momento se haya cerrado a implantar nuevas restricciones, ¿podemos acabar en un escenario como el de otras autonomías, con toques de queda, limitaciones de aforo y ocio nocturno cerrado, por ejemplo?

Cualquier pronóstico se ha convertido en un ejercicio de alto riesgo. De momento, y éste es el minuto y resultado, el presidente no está por esa labor. Estamos más bien poniendo el foco en la vacunación, en que todos aquellos insolidarios se vacunen, porque en esto todos somos problema o todo somos solución. Hay que hacer todavía pedagogía. Para mí, el certificado covid no deja de ser una herramienta para estrechar el cerco a aquellos que se resisten a vacunarse, que son un peligro andante. Me parece un acierto ir ampliando el pasaporte covid. Después, vacunar a los menores, que los expertos dicen que son un vector de transmisión, y ahí ya se ha empezado. Finalmente, está la responsabilidad individual, con la mascarilla y todo aquello que nos dice la autoridad sanitaria. De momento, ese es el terreno de juego, no sé en unos días, pero es esperanzador escuchar que la ómicron puede significar un punto inflexión en la normalización de todo esto.

¿Cuál es el balance que hace justo cuando encaramos el tramo final de las Navidades?

El balance es de montaña rusa, de carrusel de emociones, de realidades, de caídas, de levantarse, de esperanza, de miedo... Es un cóctel tremendo. En este 2021 que ya apuntábamos de transición hemos tenido la sensación de salir, de salir de verdad. Tuvimos un agosto que fue agosto, un primer tramo de otoño interesante. Después, a nivel europeo, que aquí nos condiciona tantísimo, y nosotros mismos volvimos a unas horas oscuras. No obstante, últimamente insisto en el relato científico, me agarro a eso, pero la comunidad científica, la Organización Mundial de la Salud y, a partir de ahí, quien corresponda tiene que ser quien nos aporte la certeza de que esto se va a quedar, pero en tono menor.

¿Qué puede pasar con el Imserso en febrero?

Para eso hay dos respuestas. En el corto plazo, que el programa que hay se ejecute sin más contratiempos. No obstante, lo más importante del Imserso es establecer una mesa de reinvención con todos los actores implicados, con las dos almas que tiene el Imserso, la social y la turística, y que el sector turístico gane peso. Esto no puede durar porque es insostenible y porque, además, desde lo público, se lanza un mensaje de que rebajemos. Vamos, que lo de menos es el sector, que lo de menos es que no ganen, que lo de menos es que no sea rentable, y eso es abrir la puerta a la descualificación. Lo publico está para asentar un listón de todo lo contrario, de camino hacia la excelencia, hacia la calidad, y hacia dónde vamos ahora con estos pliegos y con este marco es a todo lo contrario. Del Imserso me preocupa el medio plazo, el empezar ya con una revisión drástica.

Al hilo de eso, precisamente, siempre se pone mucho el acento en la precariedad y en las malas condiciones del sector, mientras se pasa de largo por prácticas similares en otras actividades. ¿Por qué?

Por algún tipo de complejo extraño. A mí me parece una bendición un territorio al lado del Mediterráneo, con nuestros atributos, con nuestra cultura, con nuestra herencia, con ese intangible maravilloso del que no hay que renegar que se llama hospitalidad, que es el arte de recibir bien al que viene de fuera. No asumirlo es una especie de complejo extraño. No sé si es de superioridad o inferioridad, pero es un complejo que nos tenemos que sacudir, sobre todo cuando el turismo no es una foto fija. Hay una narrativa económica que desprecia al turismo, pero que no se ha actualizado, no conoce todos los elementos de innovación que introduce constantemente el sector turístico, que tiene muchas cosas que resolver, pero que ha asumido la agenda de los ODS, de la descarbonización, de la economía circular, de la sostenibilidad. De hecho, todos los proyectos de sostenibilidad y los Next Generation dan un acelerón a nuestro propio plan estratégico y a la Ley de Turismo, Ocio y Hospitalidad, que probablemente sea la más avanzada a nivel internacional. Por tanto, aquellos que desprecian el turismo, si saliesen de la balada triste del topicazo, verían que es un sector con un porvenir magnífico.

En el acto de Hosbec de hace dos semanas aseguró que el sector está «momentáneamente tocado». ¿Cómo se puede salir de una situación como ésa después de dos años y, sobre todo, qué se puede hacer para que nadie se quede atrás?

Tocado está, pero no por sí mismo, sino por la pandemia. No es una crisis de competitividad, es una crisis provocada por un virus que castiga especialmente al sector de la movilidad, del viaje, de la interacción humana. Cuando se normalice la realidad pandémica, el turismo saldrá seguro. En estos dos años, a la mínima que ha habido un poquito de esperanza, el sector ha funcionado, las reservas han subido. A partir de ahí, lo que tenemos que hacer es ejecutar bien nuestros presupuestos públicos, y que los bancos estén a la altura de las circunstancias. Hay que tener en cuenta lo que significan los créditos ICO, por si hay que alargar los plazos de una manera sobrevenida, porque sobrevenido es el calendario del covid. Si las administraciones ponen de su parte para que nadie se quede atrás, el turismo saldrá a la vuelta de un tiempo razonable, cuando este virus haya sido vencido de verdad y superemos el miedo, que es el mayor disolvente social, el mayor disolvente para la felicidad. Cuando esto pase de verdad, el turismo es el único sector que, además, no se va a marchar, que no se va a deslocalizar, porque otros que tienen mejor fama a la mínima amenazan y se van.

Y, visto lo visto, ¿cuándo estará el sector en disposición de recuperar la normalidad? ¿Descartamos también el año 2022?

Lo tengo que condicionar siempre al final del virus. Hay expertos que piensan que, cuando se normalice, hay que darle un año de recorrido a la consolidación de la normalidad, pero, desde luego, no lo sé. Somos buenos forenses, pero futurólogos, regular. Parece que 2022 va a ser otra vez un año de transición, como dijimos de 2021, y tal vez ésa es la única certeza que tenemos.

A la crisis sanitaria, se unen ahora otros problemas para las empresas, como los costes de la luz, el gas y el combustible, y en un contexto de escalada imparable del IPC. ¿Qué puede pasar con el turismo?

El turismo se ve afectado desde dos puntos de vista: el de la oferta y la demanda. El mejor aliado para que funcione el turismo es el vigor económico, que las clases medias tengan trabajo, tengan estabilidad económica, tengan recursos. Aquellos que lo tienen todo ganado llueva, no llueva, haya o no virus no entienden la lógica del turismo. El turismo necesita a las clases medias y a las clases trabajadoras fuertes, con capacidad de gasto para viajar. La crisis energética y la inflación castigan a la economía y de la economía vive todo el mundo. Es un todo único y, visto así el engranaje, esto introduce más incertidumbre. A pesar de los pesares, el turismo es la respuesta. En la última crisis es el turismo quien tiró del carro. Ahora, hay que seguir haciendo nuestros deberes, y no hay nada más importante que gestionar bien los fondos europeos.

Los presupuestos de la Generalitat suben la partida destinada a Turismo para 2022 con el fin de impulsar la recuperación...

Sí, se incrementa la partida, pero el bono viaje es el programa más eficiente y útil. El primer día ya generó 50.000 citas previas, y eso significa que, a pesar de todo, los valencianos han decidido viajar y confiar en los valores de la oferta del sector y de la Comunidad Valenciana, donde, por cierto, Benidorm encabeza el ranking de elección de destinos.

¿Tendrá continuidad, pues?

Sí, incluso podríamos cronificarlo a futuro, aunque se normalice el mercado. Retirar antes de tiempo los estímulos para la economía no tiene sentido, porque aquí no estamos hablando de una injerencia en la lógica del mercado. El bono viaje es una política eficiente en la desestacionalización y en momentos de dificultades para inspirar la demanda. El presupuesto de 2022 contempla 15 millones, si hay que incrementar la partida lo estudiaremos, y sería partidario de prolongarlo más años.

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