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Cientos de millones en terreno virtual

El nuevo boom inmobiliario se está librando en el metaverso, lo que se presume que puede ser la evolución de Internet. El año pasado se movieron unos 160.000 millones de euros

Mark Zuckerberg, uno de los creadores y fundadores de la red social Facebook, en la presentación de Meta, su proyecto de metaverso (izquierda). Una imagen de The Sandbox (derecha). | Activos

Imagina por un momento que pudieses viajar a la Barcelona de principios del siglo pasado y comprar fincas en distritos entonces periféricos como les Tres Torres o Sant Martí. Con el paso de los años y la creciente gentrificación de la capital catalana, esa pequeña inversión te habría convertido en millonario. Esa lógica es la que, durante años, han seguido bancos, grandes empresas y fondos buitre para rellenar sus bolsillos de propiedades. Ahora que el juego especulativo en las ciudades está copado, estos inversores buscan una nueva oportunidad de oro comprando terreno virtual en el metaverso, una red de mundos inmersivos en el que los usuarios pueden convertirse en avatares para participar en actos e interactuar con otros usuarios. La inversión inmobiliaria en esta nueva realidad virtual está eclosionando en Estados Unidos, pero aún es tímida en España.

El interés por este universo digital no ha parado de crecer durante los últimos meses gracias al éxito de videojuegos como Fortnite o Roblox, que, como preconizaron los Sims o Second Life, funcionan como ciudades virtuales en las que sus usuarios pueden interaccionar e incluso asistir a conciertos como los realizados por Justin Bieber, Ariana Grande o Travis Scott. La popularidad del metaverso se disparó en octubre, cuando Mark Zuckerberg anunció que Facebook pasaría a llamarse Meta, en un gesto por intentar colonizar lo que se presume que puede ser la evolución de un Internet que mezcle el 3D, la realidad virtual y la aumentada.

Marcas como Nike o Gucci ven una oportunidad para ser pioneros en un negocio que está en sus primeras fases.

Aunque esa idea no es nueva, cada vez más compañías están invirtiendo en ella, desde las plataformas tecnológicas que quieren construir esos mundos a todo tipo de marcas que, desde Nike a Gucci, ven en ellos una oportunidad para avanzarse a lo que vendrá y ser pioneros de un negocio que está en sus primeras fases de florecimiento. Como haber invertido en la compra de dominios web cuando muchos pensaban que Internet sería algo pasajero. El año pasado este sector movió unos 160.000 millones de euros, pero firmas de inversión como Grayscale calculan que pronto puede superar el billón de euros.

Todo eso es lo que también se conoce como la Web 3.0, una fase de internet que busca superar a las grandes corporaciones tecnológicas y permitir a los usuarios interactuar e intercambiar bienes digitales sin necesidad de intermediarios, como bancos. Esa compraventa se hace a través de las criptomonedas o los llamados Tokens No Fungibles (NFT), y todo ello es posible gracias a la tecnología Blockchain.

Una imagen de The Sandbox (derecha). | Activos ECONOMIA ACTIVOS THE SANDBOX

Adquirir parcelas y edificar

Es en este escenario que han proliferado plataformas como Decentraland, The Sandbox, Somnium Space o CryptoVoxels, mundos de realidad virtual donde casi todo está aún por construir. Otras, como SuperWorld, permiten comprar réplicas virtuales del mundo actual, ya sea la Torre Eiffel o tu casa de infancia. En todas, su espacio es limitado, lo que hace que el valor de ese terreno pueda dispararse a medida que el deseo de invertir en ello se popularice. Genesis City, la capital de Decentraland, se equipara al tamaño de Washington DC. Como pasó con los primeros compases del boom inmobiliario, comprar ahora una parcela puede ser la oportunidad de venderla mañana a un precio mucho mayor. Y todas funcionan con sus propias criptomonedas, como distintos países con distintas divisas.

Con esta fiebre del oro como incentivo, cada vez más empresas, fondos e inversores están destinando cientos de miles de euros a comprar parcelas de terreno virtual en las que edificar. En noviembre, la firma de inversión en el metaverso Republic Realm destinó 4,3 millones de dólares a comprar porciones de terreno digital en The Sandbox y la compañía tecnológica Tokens, con otros 2,4 millones de dólares a hacer lo mismo en Decentraland. Píxeles en los que no podrás vivir y que ahora parecen un frívolo derroche para llamar la atención, pero que quizás en unos años pueden dar el mismo rendimiento que el que obtienen en el mundo real los grandes tenedores de vivienda al ponerla en el mercado de alquiler.

La firma de inversión Grayscale calcula que este sector pronto puede superar el billón de euros.

Carrera para hacer dinero

Los inversores ven en el metaverso una tierra fértil para los negocios. Eso ha desatado una carrera para ser el primero y tener así mejores oportunidades de éxito. Entre el 22 y el 28 de noviembre se vendieron más de 100 millones de dólares en terreno virtual. En Decentralad, por ejemplo, puedes construir un escenario y después cobrar a los otros usuarios para jugar o acceder en ellos. La casa de apuestas Sotheby’s ya ha abierto una réplica virtual de su galería de arte en Londres.

Pero la construcción en el metaverso va más allá del puro interés económico. El mes pasado, por ejemplo, Barbados se convirtió en el primer país del mundo en apostar por la compra de terreno virtual para levantar una embajada en Decentraland. La idea es que, si dentro de una década nos pasamos buena parte del día viviendo como un avatar en el metaverso, los Estados tengan ahí su representación para atender a sus ciudadanos. Hace más de una década, ya lo hicieron Maldivas, Suecia, Malta y Filipinas en Second Life.

Los inversores en criptomonedas creen que el metaverso será el espacio donde su uso pasará a ser socialmente normalizado. Sin embargo, más allá de los propios riesgos de esas divisas digitales por su volatilidad, hay quien desconfía de todas estas promesas y ven en ellas un peligro de burbuja especulativa. Y es que quienes más promocionan estas plataformas son quienes más han invertido en ellas, siendo esas promesas una vía para revalorizar aún más sus propiedades virtuales. Al fin y al cabo, el valor de ese terreno virtual dependerá de si la gente decide migrar y establecerse en el metaverso.

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