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Más riesgos de los previstos

Estamos ante una transición ecológica desordenada, entre sectores y entre países, lo que dificulta mucho la consecución de los objetivos marcados en los Acuerdos de París

Más riesgos de los previstos

En el mes escaso de año que llevamos, han ido cogiendo fuerza los anuncios preocupantes sobre la evolución económica mundial realizados por los diferentes organismos internacionales. Expresiones oídas, como «aterrizaje brusco», «severo enfriamiento» o «una carrera de obstáculos» no transmiten mucha confianza en el futuro, empezando por este año.

Quienes hacen previsiones se sienten más cómodos anticipando escenarios negativos de futuro. En el fondo se piensa que, si aciertas, sube tu cotización como gurú y si te equivocas y las cosas van luego mejor de lo que dijiste, la gente estará tan contenta que olvidará tu error de pronóstico. Los médicos son expertos en este control de los sesgos cognitivos, pero los economistas no les vamos a la zaga. Tal vez ello explique el porqué se están acumulando informes de riesgos y previsiones sobre la evolución de la economía mundial en este año que, juntos, dibujan un panorama poco alentador.

Intentando hacer un resumen global que incluya desde el tradicional Análisis Global de Riesgos 2022 del World Economic Forum hasta los recientes informes del Banco Mundial, Fondo Monetario y OCDE, agruparíamos en seis los posibles focos de atención que deberíamos tener en cuenta a nivel mundial.

Empecemos por lo más evidente: la tensión creciente entorno a dos focos claves como son Ucrania y Taiwan, escenarios donde se está definiendo el dibujo del mundo a medio plazo y el nuevo papel de cada potencia. Con China y Rusia aliados circunstanciales para intentar evidenciar sus ambiciones, a la vez que el declive de la hegemonía norteamericana, ya muy debilitada tras el paso de Trump por la presidencia, así como la irrelevancia de la Unión Europea en estos asuntos. El fin de la historia no se produjo, como se dijo, con la caída del comunismo y no podemos dar nada por sentado, ni el triunfo de la democracia liberal como sistema hegemónico.

La persistencia de la pandemia de covid es otro riesgo que influirá sobre el desempeño económico del mundo, en un triple aspecto: la posibilidad de rebrotes con nuevas cepas que obliguen a mantener restricciones a los movimientos y, en el escenario de convivir con la enfermedad de manera endémica, el tiempo necesario hasta alcanzar esta situación que la OMS no la considera posible, antes de mediados de año. Un panorama mundial en el que hay vacunada un 61% de la población, pero con importantes diferencias entre países desarrollados y el resto, anticipa que el virus seguirá presente, con un papel destacado, al menos, durante este tercer año de pandemia. Con ello, se ensanchará la diferencia en el vigor de la recuperación, tanto entre sectores económicos, como entre países, según el nivel de vacunación y la importancia que la movilidad personal ejerza sobre su desempeño.

El riesgo de entrar en una fase de estancamiento económico global está presente también. Algunos, además, recuperan en este contexto la persistencia de la inflación para volver a hablar, incluso de stangflación como en los temidos 70 del siglo pasado. El problema no es tanto los años de crecimiento que nos ha hecho perder la pandemia, ni lo mucho que a un número creciente de países les está costando regresar a niveles de bienestar previos, incluso, a la crisis de 2007. El problema es que todas las previsiones contemplan una recuperación rápida por contraste con el desplome provocado por el covid en 2020, pero con una evolución decreciente en los próximos años. Así, por ejemplo, la OCDE anticipa un 5,6% de crecimiento mundial para este año, que pasará a ser del 4,5% el año próximo y el 3,2% en 2023. Hace años que L. Summers lanzó la tesis del estancamiento secular vinculada al escaso impacto percibido de la digitalización sobre la productividad y, tal vez, debamos revisitarla.

La lucha contra el cambio climático es, también, foco de tensiones geoeconómicas en el mundo. Agravada por la evidencia creciente de que estamos ante una transición ecológica desordenada, entre sectores y entre países, lo que dificulta mucho la consecución de los objetivos marcados en los Acuerdos de París. La transición hacia una sociedad de emisiones netas cero se está haciendo con mucho hincapié en unos sectores, como el eléctrico, y muy poco en otros, en medio de incentivos escasos para los ciudadanos y sin cumplir los compromisos de financiación a los países más atrasados. Esos desajustes agravarán el impacto de migraciones involuntarias crecientes, con las tensiones en frontera que ya estamos viendo en los países avanzados, como ese símbolo negativo que es ya el campamento de refugiados en la isla de Lesbos.

El penúltimo riesgo que se señala es el importante crecimiento de la deuda. En concreto, el año del covid experimentó el mayor aumento de la deuda en un año, desde el final de la II Guerra Mundial. Un crecimiento de casi 28 puntos porcentuales atribuible, a medias, a los estados y a familias y empresas. En conjunto, desde 2007 como referencia, la deuda pública mundial se ha duplicado como porcentaje del PIB, mientras que la privada sólo ha crecido en 50 puntos básicos. Si la actual subida de precios se consolida como inflación y ello acelera los planes de los bancos centrales, con la Reserva Federal a la cabeza, para endurecer sus políticas monetarias llegando incluso a subidas de tipos de interés este mismo año, el golpe sobre el excesivo endeudamiento será muy acusado, sobre todo en aquellos países de renta baja donde, además, hay problemas con la transparencia de sus cuentas, sobre todo, aquellos países que respaldan deuda con recursos naturales sin valoración, ni propiedad, claras.

Por último, pero no menos importante, se señala como riesgo el aumento de la desigualdad entre países y, dentro de estos, entre grupos sociales. En el último informe de Oxfam, titulado precisamente Las desigualdades matan, se señala que, durante el covid, «los diez hombres más ricos del mundo han duplicado su fortuna, mientras que los ingresos del 99% de la población mundial se ha deteriorado».

La fragmentación crece en el mundo, a la par que las tensiones sociales y políticas. Superados los primeros meses de lucha conjunta contra una amenaza global, como fue la pandemia, se ha vuelto a imponer la lógica egoísta de grupo y nación.

Por eso, la Guía de Seguridad Nacional de Estados Unidos destaca a China como «el único competidor capaz de montar un desafío sostenido a un sistema internacional estable y abierto» mientras que Rusia «sigue determinado a mejorar su papel global y a ser disruptivo en el escenario mundial». Tomemos nota, que vienen curvas. O eso dicen.

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