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El Tigre, cien años de burbujas

La firma, fundada en 1915 para hacer refrescos, se centra ahora en la repostería casera

Los directivos Alfonso García y Cesáreo Cubel y el gerente Alejandro Martínez | Activos

Hubo un tiempo ya lejano en el que no había refrescos embotellados en España. Ni Coca-Cola ni Fanta ni Mirinda. Las bebidas gaseosas se fabricaban en casa (o en el bar) mezclando agua y unos polvos de ácido tartárico, ácido cítrico y bicarbonato que producen las burbujas. Fue entonces, hace más de un siglo, cuando empezó a «rugir» El Tigre, empresa valenciana que sigue fiel a las esencias de sus orígenes aunque el producto que fabrica no va dirigido ahora a saciar la sed sino a llenar el buche, porque su mercado fundamental ha pasado a ser la repostería casera.

Alejandro Martínez, gerente de El Tigre y tercera generación de la familia, rememora los orígenes en Cheste en 1915, cuando su abuelo, cuya familia regentaba una tienda de ultramarinos, empezó a vender polvos de soda en sobrecitos que se confeccionaban de forma manual envasando en uno blanco los ácidos y en otro azul el bicarbonato y el azúcar.

Como una mancha de aceite, la marca registrada El Tigre empezó a expandirse por el pueblo y la comarca y, al cabo de los años, de forma testimonial, por provincias limítrofes como Cuenca o Albacete. «Había mucha competencia porque hacer soda en casa era el refresco por antonomasia», desliza Martínez, quien añade que su abuelo tenía buen ojo comercial. Por ejemplo, en 1929 consiguió que Pepita Samper, Miss España ese año, le permitiera usar su nombre para uno de los sobres, que no llevaba azúcar y funcionaba como la soda de un sifón. Todo un éxito, que se mantuvo hasta que se diluyó la fama de la joven valenciana.

Luego llegó la Guerra Civil, que provocó la parálisis de la producción. La familia se dedicó al campo para subsistir. No era nada nuevo, en realidad, porque los Martínez compaginaban el trabajo en la tierra con la tienda y El Tigre. Y es que las gaseosas tenían mucho tirón con el buen tiempo, entre abril y octubre, y el resto del año había que ganarse la vida con los menesteres tradicionales.

Nuevas incorporaciones

Ya en la década de los cuarenta, el padre de Alejandro Martínez y su hermana se incorporan al negocio y, como suele ser habitual, aportan empuje al mismo, básicamente a través de la expansión comercial: «Hacía viajes de un mes por toda España, de pueblo en pueblo y de tienda en tienda. En los cincuenta, las ventas empezaron a despegar».

En la siguiente década llega la industrialización: «Los costes laborales eran muy altos y los sesenta trabajadores quedaron en diez con las máquinas», recuerda. Además, llega un cambio en la distribución con la generalización de los mayoristas, que facilitan un aumento del consumo por su capacidad para penetrar en el territorio.

Al mismo tiempo, sin embargo, llegaron y se expandieron los refrescos azucarados como la Pepsi Cola y El Tigre empezó a notar los efectos de esta imbatible competencia. En los setenta el bajón de las ventas era una evidencia, pero la empresa detectó que en períodos festivos como la Semana Santa, las Fallas o el Pilar subían «y se dedujo que el producto derivaba hacia otro uso: como levadura para hacer pastelería y bollería».

Por ahí ha seguido la trayectoria de la empresa, que ha recibido un empujón con la llegada de las redes sociales. Dice Martínez que, a falta de recursos para hacer publicidad, la firma se ha trabajado ese nuevo canal «y hemos ampliado la clientela en autonomías del norte de España donde no teníamos presencia».

El empresario asegura que el producto es el mismo de siempre y que solo ha variado su imagen: «El éxito es mantenernos 107 años», afirma con relación a los proyectos de futuro de una empresa con doce trabajadores y un millón de euros de facturación que produce al año unos 16 millones de sobres de media.

Claro que en 2020 las ventas se dispararon con el confinamiento por el covid: «La gente se quedó en casa y se puso a hacer pasteles. Multiplicamos por cinco la producción y tuvimos que contratar personal. Tras la fase dura de la pandemia hemos vuelto a unos niveles más normales, aunque por el camino hemos ganado clientes».

El Tigre, que también produce para la industria, no tiene intención de dar el salto al mercado exterior porque su gerente considera que aún le queda terreno por recorrer en España. El año pasado logró entrar en el catálogo de productos de las cadenas Carrefour, Covalco y Coviran. También se vende en Dia y Consum y está presente en todas las autonomías. «El secreto es tener un producto exclusivo como el nuestro, que es un aditivo natural», concluye Alejandro Martínez.

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