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La FP que todos quieren

la fp dual alemana, que combina formación y práctica, nace de la iniciativa privada y explica, en gran parte, un paro muy bajo y unos mejores salarios

Estudiantes de Mecatrónica en la escuela tecnológica de Múnich y un aprendiz de la cervecería Ayinger | José Luis Pindado

«Estamos preocupados por las tasas de paro juvenil, pues han subido en el último año», explica la subdirectora de la escuela municipal tecnológica de Múnich, Mona Brand. «Actualmente estamos en un 3% de desempleo juvenil y hace un año estábamos en el 1,9%», prosigue. La cara de estupefacción para cualquier visitante español que escuche estas cifras es proporcional a la brecha entre la realidad bávara y la ibérica. En España, según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), el paro entre los menores de 25 años es del 30,2%, 10 veces más que en Múnich. Y uno de los responsables de la abismal diferencia entre uno y otro territorio no son las horas de sol ni el tipo de gastronomía, sino la calidad y el grado de implantación de la Formación Profesional dual.

La FP que todos quieren

En un momento en el que España ha comenzado a apostar intensamente por potenciar lo que antaño se conocían como «oficios» -como prueba la inversión récord de 1.200 millones de euros anunciada esta semana por Pedro Sánchez-, el modelo de éxito de la FP alemana se erige como ejemplo para principiantes. Su implantación es tan histórica -el centro que dirige Brand ha sobrevivido a dos guerras mundiales- como extendida. Según datos de la Fundación Bertelsmann, de cada 100 alumnos alemanes, 60 estudian FP y 40 van a la Universidad. Y de esos 60 de FP, 40 aprenden a través de la dual (que da un mayor peso a la formación práctica). En España esta modalidad apenas cubre al 4% de estudiantes.

Desde la BMW hasta un hotel de la cadena Meliá, pasando por una centenaria cervecería o una panadería. El modelo de FP dual es transversal en la economía germana y se sustenta sobre un consenso social en el que empresas, cámaras de comercio y administraciones (a todos los niveles) se implican para mantener un ecosistema en el que los aprendices tocan fábrica, taller o recepción desde el primer día y reciben, también desde el primer día, un salario por ello.

«Las mates se me han dado bien siempre, pero tengo un espíritu práctico. No me veía estudiando durante cuatro años una carrera universitaria. Me gusta saber para qué sirve lo que estudio y poder aplicarlo rápidamente», explica Bianca, una de las 800 aprendices que tiene la fábrica de BMW en Múnich, sobre una plantilla de 7.700 empleados. En la Seat, sobre una plantilla de 10.000 empleados en fábrica hay 180 estudiantes de FP dual, siendo esta de las experiencias de dual española más nutridas.

Bianca está en su tercer año de FP, siendo este el último de su actual grado. Desde el primer año alterna dos semanas en la fábrica y una en el centro de formación. Empezó cobrando como aprendiz 1.000 euros brutos y hoy recibe 1.200 euros. El año que viene, cuando BMW le ofrezca un contrato indefinido ya como trabajadora, cobrará entre 2.400 y 3.000 euros brutos al mes.

Las compañías alemanas asumen un mayor esfuerzo económico y no siempre se quedan con los aprendices que forman, pero a cambio se aseguran los perfiles con las habilidades que necesitan. En España existe la necesidad -el 41,3% de las ofertas de empleo requiere un título de FP, por encima de los títulos universitarios, según Adecco-, pero de momento no existe ese esfuerzo empresarial ni de la administración. En Cataluña, este curso un total de 1.323 alumnos se quedaron sin plaza de FP, aunque en primera instancia hasta 12.611 personas estuvieron a punto de no poder cursar estudios de este tipo por falta de previsión gubernamental.

En el modelo centro europeo -pues el alemán es muy similar al suizo, al danés o el austríaco- el sector privado es el que tira del carro. Como muestra: en España un alumno debe hacer una prueba con el centro educativo para empezar a cursar un grado de FP y luego ya busca en qué empresa hará las prácticas. En Alemania va al revés. Allí los alumnos van al SEPE alemán, buscan ofertas en distintas empresas y postulan para la que más les interesa. Entonces pasan el proceso de selección que la empresa decida y una vez lo superan firman un contrato a tres años -del que la empresa no puede desdecirse- y luego ya buscan el centro de formación público -que les deben asegurar plaza- donde cursar su educación más teórica.

Ni es únicamente industrial, ni solo participan del mismo las grandes empresas, tal como explica el responsable de formación de la Cámara de Artesanía de Múnich, Dieter Vierlbeck. Uno de los argumentos clásicos de porque no ha funcionado hasta ahora la FP dual en España es que este es un país de pymes y estas no pueden asumir los costes derivados de dicha formación. «La media de la plantilla de las empresas que han cogido aprendices este año es de 10 trabajadores», afirma.

Y es que para ayudar a las pymes entran las cámaras de comercio, que ofrecen formación complementaria para llegar donde no llega la pequeña empresa. Y, a su vez, certifican la calidad y variedad de la formación, para asegurarse que un joven formado en una empresa es válido también para otra. «La pyme es la columna vertebral de la FP alemana», coincide el analista sénior de la Fundación Bertelsmann Clemens Wieland.

Akito Nakamura tiene 32 años y vino a Baviera por su pan. Un producto exótico en la gastronomía nipona, dependiente del arroz, sedujo a este joven, que dejó su trabajo en un geriátrico para enharinarse las manos en la centenaria panadería Traublinger. «Mis padres me apoyaron, pero mis abuelos todavía no lo entienden», explica, entre bretzels y barras de pan a medio hacer. Si bien Japón no es el principal país de origen de los alumnos extranjeros en la comunidad bávara, si que alrededor del 50% de los alumnos tienen raíces fuera de Alemania, según datos de la cámara de artesanía de Múnich.

Ania llegó de Ucrania a la capital de Baviera hace cinco años, cuando la invasión rusa era todavía una posibilidad muy remota. Allí había cursado una diplomatura de turismo, pero en cinco años no había interactuado con más turistas de los que se había podido encontrar por la calle. Y si bien en la cadena Meliá apreciaron su formación previa, su carrera dentro de la empresa la empezó como aprendiz y pasando por todos los departamentos, desde recepción hasta ventas, pasando por el servicio de desayunos. «Aquí es impensable contratar a alguien y no darle ningún tipo de formación. Y luego has invertido tanto en ellos que vale la pena que se queden», explica su responsable.

«Con la formación profesional dual todas las partes ganan. Las empresas se aseguran que lo que se aprende es práctico y está actualizado al ritmo vertiginoso al que se tienen que mover hoy en día. Y los jóvenes consiguen trabajos bien pagados, con futuro y que muchas veces no conocen», opina la directora de la Fundación Bertelsmann, Clara Bassols.

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