Es indudable y notoria la huella que dejó Rafael Altamira en El Campello. Sus padres, José Altamira Moreno y Rafaela Crevea Cortés, están enterrados en el cementerio municipal. Tan ilustre personaje escogió la villa marinera como su lugar de recreo y en ella estableció su segunda residencia. Esta vinculación y su especial cariño al municipio bien mereció que el Ayuntamiento de la localidad decidiera el 20 de marzo de 1910 otorgarle el título de Hijo Adoptivo de El Campello, por lo que la figura de este historiador y humanista de prestigio y reconocimiento mundial esta ligada a la historia campellera

El reconocimiento de El Campello al ilustre personaje se plasma en distintos lugares de la población. De hecho el primer colegio público del municipio lleva su nombre. El 17 de noviembre de 1934, el gobierno municipal campellero acordó rotular una calle local con el nombre de «Don Rafael Altamira» y, en años más recientes, el 5 de febrero de 1969, en un pleno municipal se acordó que la biblioteca municipal se denominara «Rafael Altamira.».

El 27 de marzo de 2010, el Ayuntamiento de El Campello rindió homenaje a Rafael Altamira Crevea, Hijo Adoptivo de la localidad desde el año 1910, con la celebración de una serie de actos institucionales para celebrar la efeméride que contaron con la participación de autoridades, asociaciones cívicas y culturales, vecinos y familiares del insigne personaje, vinculado a El Campello desde hace décadas y más ligado desde entonces a raíz del descubrimiento de unas placas en su honor, que han servido para perpetuar la relación del escritor, historiador y jurista con El Campello. El entonces alcalde Juan Ramón Varó y la edil de Cultura Lourdes Llopis entregaron sendas placas a la nieta del insigne personaje, Pilar Altamira García-Tapia -tristemente fallecida-, réplicas de las placas que lucen en una calle céntrica de la localidad y en la fachada de la Biblioteca Municipal, bautizada como «Biblioteca Rafael Altamira».

Pilar Altamira, nieta de Rafael Altamira, ante la tumba de sus padres, en el cementerio municipal de El Campello. INFORMACIÓN

En la fachada de la Biblioteca Municipal, la placa recoge algunas frases de Rafael Altamira, que dan una idea de la talla del ilustre humanista y que cobran especial valor en estos tiempos convulsos: «La única lucha legítima es la que hemos emprendido para acabar con las causas de la guerra», cuando fue nombrado en 1921 miembro del Tribunal de Justicia Internacional, que luego daría lugar al Tribunal Internacional de la Haya. «La obra verdadera de educación de un pueblo (la que se ha llamado educación democrática) consiste en reducir esas diferencias hasta homogeneizar en cultura y en ideal de vida, todo lo más posible, a todo el cuerpo social». «La Uiversidad debe trabajar por la paz, debe como representante de las más altas cualidades del espíritu, a la vez que afirmar el sentido racional de la lucha por el derecho, tratar de suprimir en las relaciones internacionales el sello de la barbarie y de rapacidad maldita que aún tienen hoy y que por igual alcanza a los pueblos superiores (como Inglaterra) y a los inferiores (como Turquía), a los viejos (como España) que a los nuevos (como los Estados Unidos de América)», escrito en «El patriotismo y la universidad», 1898. «Cuando se me aparte de la vida oficial, me retiraré al rincón de mis amores más gratos, a Campello, no para descansar, sino para seguir trabajando por la paz de los pueblos», en el discurso que pronunció el 1 de mayo de 1935 con motivo del descubrimiento e inauguración de la plaza que da nombre a la Calle Rafael Altamira en El Campello.

El bisnieto de Altamira y el alcalde sellan el acuerdo para iniciar la repatriación de los restos de Rafael Altamira. INFORMACIÓN

Alicantino universal

Se trata de un alicantino universal, ya que no solo fue el primer español en formar parte del conocido hoy como Tribunal Internacional de La Haya, sino que fue propuesto para el Premio Nobel de la Paz en dos ocasiones y fue doctor honoris causa por las Universidades de Burdeos, París, México, Santiago de Chile, Lima, Columbia y Cambridge.

Nació el 10 de febrero de 1866 en Alicante, y fue un humanista, histotiador y americanista, pedagogo, jurista, crítico literario y escritor de prestigio internacional. Al estallar la Guerra Civil Española en 1936, Rafael Altamira fue detenido cuando intentaba huir del país, pese a poseer inmunidad diplomática. El 29 de agosto se le permitió abandonar España.​ Llegó a Holanda, donde continuó con su trabajo de juez permanente del alto tribunal, pero la invasión alemana de los Países Bajos en 1940 le obliga a refugiarse en la ciudad francesa de Bayona.

Allí permaneció hasta 1944, año en el que tuvo que salir de nuevo a causa del avance alemán. Tras una breve estancia en Portugal, fue invitado por la Fundación Carnegie a dar un curso en la Universidad de Columbia, Nueva York. Un accidente con rotura de la cadera durante el viaje, le forzó a cambiar de destino y se instaló definitivamente en México, donde estaban exiliadas sus dos hijas, Pilar y Nela. Allí falleció el 1 de junio de 1951. Fue enterrado en el Panteón Español del cementerio central de México D.F.

Calle, colegio y biblioteca que llevan el nombre de Rafael Altamira en El Campello. Jose Navarro

Receintemente, el Consistorio, que preside el actual alcalde Juanjo Berenguer y la familia anunciaron un acuerdo para iniciar el proceso de repatriación del jurista, escritor, humanista e historiador y de su mujer Pilar Redondo hasta el cementerio campellero. El primer edil se reunió con el bisnieto del humanista, Ignacio Ramos Altamira, para poner en marcha esta iniciativa. Y coincidieron en señalar que la repatriación llegará tras un «proceso burocrático largo y farragoso», que implicará a varias instituciones públicas españolas y mejicanas, «pero muy gratificante si conseguimos el objetivo».

«El rincón de mis amores»

El objetivo es que Rafael Altamira repose definitivamente en el municipio que él amaba profundamente, como reconoció personalmente en una entrevista concedida al diario «El Día» el 2 de mayo de 1935, cuando declaró que «cuando se me aparte de la vida oficial me retiraré al rincón de mis amores más gratos: a Campello». Ahora se pretende cumplir aquel deseo y darle además una tumba digna, al nivel de su legado, sacándola del olvido en el que permanece su sepultura, a más de 9.000 kilómetros de El Campello de sus amores, máxime después de conocerse esta misma semana el lamentable estado de abandono en que se encuentra, y con la lápida rota, el lugar donde permanecen sus restos en el cementerio de México DF, en el Panteón Español, al otro lado del Atlántico.

Encuentro con la familia Altamira

«Experiencias americanas» es el título del libro que Pilar Altamira entregó a sus editores poco antes de fallecer, y que el año pasado fue presentado con motivo de la Feria del Libro de Alicante. El alcalde Juanjo Berenguer tuvo ocasión de compartir unos minutos con el viudo de Pilar Altamira, Francisco Ramos Escalada, y con sus hijos Javier y Luz Ramos Altamira.

Una plaza dedicada a la escritora Pilar Altamira

Pilar Altamira (1)

El recinto arbolado de nueva construcción recordará a la nieta del insigne alicantino que tanto hizo por prestigiar su figura 

El Pleno del Ayuntamiento de El Campello acordó iniciar los trámites administrativos para dedicar una plaza a la escritora y conferenciante Pilar Altamira García-Tapia, muy vinculada a El Campello y fallecida a la edad de 81 años.

Pilar Altamira era nieta del historiador y jurista alicantino de renombre internacional Rafael Altamira, a cuya obra dedicó parte de su vida. Mujer muy inteligente, independiente y activa, desde joven practicó todas las artes, especialmente el teatro y la literatura. Se encargó personalmente de la recuperación y proyección de la figura y obra de su abuelo mediante artículos, conferencias, reedición de libros y organización de congresos en España y América. También organizó con los ayuntamientos de Alicante y El Campello, la Diputación de Alicante, el instituto Jorge juan de Alicante y la Universidad de Alicante, los actos conmemorativos del 150 aniversario del nacimiento de Rafael Altamira, en 2016.

La familia Altamira siempre ha estado muy vinculada a El Campello, y de hecho es en la villa turística donde Pilar Altamira vivió sus últimos años. Rafael Altamira da nombre hoy a uno de los colegios públicos y a la Biblioteca Municipal de El Campello.

El Pleno consideró en su día que es el momento de reconocer la extraordinaria obra literaria y artística de Pilar Altamira, y agradecerle la conservación del patrimonio cultural de su abuelo.

Mientras se finaliza la plaza arbolada en proyecto que llevará el nombre de Pilar Altamira, para cumplir con el acuerdo plenario, en unos meses se va a instalar un monolito en su recuerdo en una placita en la parte de arriba del Parque Municipal.

La familia dona al pueblo un fanal de la Santa Faz

Fanal de la Santa Faz

La pieza será custodiada por el Ayuntamiento, que la expondrá de forma permanente en el hall de la Biblioteca Municipal

La familia Altamira donó hace unos meses al municipio una pieza de arte única. Se trata de un fanal religioso que protege a una figura de la Santa Faz y la Virgen Dolorosa de finales del siglo XIX, integrado por tres piezas independientes de alto valor histórico y sentimental: la propia imagen, la peana de madera tallada a mano, y el fanal protector de cristal soplado. El Ayuntamiento ha aceptado la donación, y se ha comprometido a custodiar la pieza y a exponerla con carácter permanente en el hall de la Biblioteca Municipal que lleva el nombre del patriarca de la familia: el historiador y jurista Rafael Altamira. Junto a la vitrina destacará una placa en la que rezará una inscripción explicativa de que la pieza estuvo en la finca de Ca Terol y que ha sido donada por la familia.

La decisión de donar la obra de arte partió del viudo de la conferenciante y escritora Pilar Altamira, Francisco Ramos Escalada, y sus hijos Luz, Javier, Ignacio, Álvaro, Borja y Pilar Ramos Altamira, que de esta forma sellan una relación con el municipio «que perdurará por siempre». 

Para proceder a la donación se cumplimentó el protocolo reglamentario, levantándose un acta oficial. La familia contactó con el Ayuntamiento para comunicar su decisión de donar la pieza, «conscientes de la devoción de El Campello por la figura de la Santa Faz».

La figura, incrustada en un relicario dorado con figuras de ángeles, tiene una altura de 50 centímetros y un ancho de 20 centímetros. Por la parte delantera destaca la imagen de la Santa Faz, y en el reverso la de la Virgen Dolorosa. Ya forma parte del patrimonio municipal campellero.