“He ganado 25 medallas en mundiales, siete en Juegos Olímpicos y soy superviviente de abuso sexual”. Estas palabras las decía Simone Biles, declarando ante el Senado los hechos de cómo ella y sus compañeras gimnastas, McKayla Maroney, Aly Raisman y Maggie Nichols, sufrieron abusos sexuales por parte de su entrenador, Larry Nassar. Un caso que hace salir a la palestra un tema del que preferimos no hablar, sobre el que mantenemos un silencio sepulcral: el abuso sexual a menores.

Según Human Rights Channel del Consejo de Europa, 1 de cada 5 niños europeos ha sufrido abuso sexual. La Fundación Anar también aporta datos estremecedores: desde 2008 al 2021 ha incrementado los casos de abusos sexuales un 300%. Y, aun así, estos datos son bajos porque no reflejan muchos casos que nunca llegarán a salir a la luz.

Al silencio, al tabú y a la inacción de la sociedad ante los abusos se refería también Simone Biles: “culpo a Larry Nassar y también culpo a todo un sistema que permitió que se perpetúe su abuso”. Desde que las gimnastas le denunciaron y hasta que fue investigado -por los procesos largos judiciales y por la inacción del FBI, que incluso después de relatar estos abusos se burlaban de las víctimas con un “¿Eso es todo?”-, Larry Nassar abusó de 70 menores más.

El sistema es cómplice de la impunidad hacia los agresores y de la falta de prevención, pero nosotros como sociedad y como familias también somos cómplices de seguir manteniendo el tabú social y de apartar la mirada sobre el tema.

Abrir los ojos ante el abuso sexual a menores

El abuso sexual es un tema tabú que no está en la orden del día y que evitamos tratar con nuestros hijos. Como padres y madres debemos asumir que este problema existe, que nadie está libre de que le pueda pasar, que nuestros hijos también pueden ser víctimas. “Estamos ante una realidad que está, que existe, que no entiende de culturas ni de ricos ni de pobres. Donde hay niños, hay abuso”, sentencia Patricia Moliné, de la Fundación Rana (Red de Ayuda a Niños Abusados).

“Cuando hablo con familias y su hijo está mal piensan que es porque le hacen bullying, porque se están separando, porque ha nacido un hermano, la muerte de la abuela…, pero jamás los padres y madres se plantean que estén siendo abusados sexualmente. Hay que poner esa posibilidad dentro de las posibilidades”, agrega.

¿Qué hacer para prevenir desde la familia?

Como padres y madres, el primer paso es concienciarse de que nuestros hijos pueden ser víctimas, y a la par, debemos ser fuentes de información de prevención de abusos sexuales.

La información es poder, y si nuestros hijos desde pequeños conocen sobre su sexualidad y su intimidad, van a saber en qué situaciones se sobrepasan los límites. “Debemos de hablar a los niños como toca, han de saber que tienen unas partes íntimas privadas, que son solo suyas, que solo pueden jugar ellos con esas partes. Eso es educación sexual”, dice Moliné.

Educar en sexualidad es la única forma de que nuestros hijos puedan conocer en qué situaciones se pueden encontrar y puedan reconocer lo que es el abuso sexual: que sepan que su círculo íntimo solo lo deciden ellos y que, si escuchan a alguien que se está refiriendo a ellos con comentarios sexuales, les obliga a ver pornografía o les están tocando, están en una situación de abuso. “Se confunde y se piensa que educar en educación sexual a los niños es sentarlos y decir: hoy te voy a hablar de relaciones sexuales. No, se educa sexualmente todos los días. Hay que convencer a los padres de que hablen de ellos, porque al igual que hablar de drogas no significa que tus hijos se vayan a drogar, hablar de, por ejemplo, preservativos no significa que tu hijo vaya a mantener relaciones ya”.

Es decir, la educación sexual les va a permitir conocer su cuerpo, conocer qué límites existen en su intimidad y que el resto de las personas no tienen derecho a tocarles o a referirse a ellos sexualmente.

Familias encubridoras

Gran parte de los abusos a menores son intrafamiliares. Según la Fundación Anar, el 80% de los casos provienen de un círculo de confianza. De este, un 49% son familiares, y casi en un 96% de los casos los abusos los cometen hombres.

Por miedo a romper los vínculos familiares, muchas veces las familias hacen oídos sordos cuando se da una situación así. “Si hablamos de violencia física todo el mundo lo tiene claro. [Ejemplo ficticio] Si veo que cuando vuelve mi hijo de casa de su abuelo está lleno de hematomas porque le pega unas palizas porque no quiere cenar, se pondría el grito en el cielo y se actuaría. Pero si viene el niño y dice que su abuelo le está haciendo unas cosquillas que no le gustan, se dice: eso es porque el abuelo te quiere mucho. Eso no lo quieres ni ver, no lo quieres ni plantear”, recalca Moliné. Esta venda en los ojos que nos ponemos para no reconocer que en la familia hay un abusador, opaca la principal prioridad: que los niños, niñas y adolescentes son las víctimas y se les niega todo el sufrimiento que están pasando, se les obliga a llevar en silencio el trauma y a seguir interactuando con su agresor.

Muchos niños tienen miedo de contarlo

Desde el Consejo de Europa indican que 1 de cada 3 no contará a nadie que es víctima de este abuso. Moliné relata que en la Fundación Rana muchos niños no quieren hablar sobre el tema por el miedo a las repercusiones en su familia. “A veces te lo dicen niños: si yo lo digo, se irá a la cárcel. Yo les digo: no se trata de que vayan a la cárcel, se trata de que tú estés bien”. Asimismo, también el agresor y abusador puede haber chantajeado al niño para mantener el silencio, y no quieren contarlo por el miedo a lo que le pueda ocurrir.

Pero también, estos niños pueden tener miedo de contarlo por la vergüenza que se instaura en la familia al no haber hablado nunca sobre sexualidad. “Si a un niño desde pequeño se le habla de pene, de vulva…, si luego se encuentra en una situación en la que le han tocado el pene, no le dará miedo contarlo. Por ejemplo, cuando los niños muy chiquitines se masturban, desde pequeños les tenemos que explicar que eso se hace en privado, que no lo puede hacer delante de la gente. Con esta educación, si un niño se encuentra en una situación de abuso sexual, no tendrá miedo, no le dará vergüenza explicarlo, porque en su casa desde el principio este tema se ha tratado”, explica Moliné.

La falta de confianza también puede hacer que nuestro hijo no quiera hablar de este tema con nosotros. “Si desde pequeños buscas espacios de confianza, si se encuentran cuando son mayores con un problema como es el abuso, va a haber un clima de confianza, en donde no se les va a juzgar, en el que se va a estar ahí para ayudar. Eso es prevenir de abuso sexual desde pequeños”.

¿Cómo poder detectarlo?

El silencio, el tabú y el miedo de las víctimas hace que el abuso sexual a menores sea el maltrato infantil más difícil de detectar de todos. Los indicadores de que nuestro hijo o hija es víctima de abuso sexual son muy inespecíficos.

No hay una serie de características que se cumplan en un menor que ha sido abusado. Podemos percatarnos cuando se cumplen varios indicadores como los que apunta Moliné: “un niño baja mucho el rendimiento, le encantaba ir a algo y ahora no quiere ir, tiene pesadillas, problemas de anorexia (en niñas se nota más), se vuelve a hacer pis en la cama, tiene miedo a estar desnudo, a meterse en la ducha, tiene cambios de humor y de emociones, se vuelve un niño super agresivo cuando nunca lo ha sido…”. Pero, cuidado, aunque se den estas características en nuestro hijo, puede que esté pasando por otra situación.

Asimismo, se ha de estar atento a si presenta marcas por su cuerpo no habituales. Aunque, como nos cuenta Moliné, generalmente el perfil de una persona que abusa, “ni le pega, ni le ata, al contario, lo mima y lo cuida”.

En cualquier caso, desde la familia se ha de promover un clima de confianza, para que no tengan miedo de hablar con nosotros en caso de encontrarse en esta situación.

Como sociedad, ¿qué hacer?

La educación y la prevención recae en las familias, pero como sociedad debemos dejar de silenciar este tema y comenzar a hablar de ello. El caso de Simone Biles y sus compañeras es la punta del iceberg, que ha salido a la esfera pública por su carácter mediático, pero hay muchas historias silenciadas.

Esta lucha por eliminar esta violencia no debe ser individual, sino que institucionalmente también se deben tomar medidas. Para ello, son necesarias las campañas de prevención y se deben formar a los profesionales que atienden a niños y adolescentes víctimas de abuso. “Que conozcan qué protocolos hay, qué obligaciones tienen y cómo tienen que actuar”, apunta Moliné.

Legislativamente, en España este año se dio un paso hacia delante para proteger a estas víctimas. Fue en mayo cuando se aprobó la primera ley integral de protección a la infancia. Con ella, la prescripción del delito de abusos sexuales se amplía hasta que la víctima cumple 35 años. Asimismo, el menor solo tiene que declarar una vez, de esta manera no tiene que revivir otra vez a su historia durante los trámites judiciales.

Una ley más que necesaria que pone sobre la mesa la necesidad de erradicar las violencias sexuales hacia los niños, niñas y adolescentes. Moliné señala que “estamos por el buen camino”, pero queda mucho por mejorar, sobre todo con la educación en prevención. Por una parte, dar a niños, niñas y adolescentes la información necesaria para prevenir abusos. Por otra parte, proporcionar a familias y profesionales todas las herramientas para que se den cuenta cuando un menor está siendo abusado y, en el caso de advertir esta situación, no taparla ni encubrirla.