Las casualidades de la vida han hecho coincidir el primer año de Bragarnik al frente del club con los primeros 100 días de Jorge Almirón en el banquillo del Elche.

El club ilicitano anunció oficialmente el relevo de Pacheta el pasado 26 de agosto. La apuesta por el entrenador argentino estuvo rodeada de una enorme polémica y protestas, porque el nuevo dueño de la entidad franjiverde había prescindido del técnico que había llevado al Elche de Segunda B a Primera y al que idolatraba la afición para traer a uno suyo.

Los seguidores criticaron de manera mayoritaria una decisión, que ya estaba tomada, incluso antes de disputarse el «play-off» de ascenso. La papeleta que tenía por delante el nuevo entrenador del Elche era muy complicada. En su presentación, Almirón dijo que venía a realizar su trabajo y su intención no era hacer olvidar a Pacheta, porque el técnico burgalés estaba, por méritos propios, en la historia de la entidad.

El tiempo y, principalmente, los buenos resultados han mitigado la marcha de Pacheta. El preparador argentino está demostrando, en los poco más de tres meses que lleva en el Elche, que la elección de Bragarnik no había sido una casualidad. Ya había demostrado su valía y prestigio en Argentina, pero tenía que confirmarlo en España. Después de los primeros nueve partidos de Liga, Almirón tiene al Elche en una zona cómoda en la parte media de la clasificación, con tres victorias, cuatro empates y solo dos derrotas y con tres puntos de ventaja sobre el descenso.

El nuevo preparador franjiverde no es el típico entrenador argentino que seduce con su dialéctica. Al contrario, es un trabajador nato. Los entrenamientos, debido a la pandemia, están siendo a puerta cerrada, pero los que están dentro con él aseguran que dedica las 24 horas del día al fútbol, que no para de ver partidos y a los rivales, incluso saca un hueco para acercarse a la Ciudad Deportiva para ver, incluso, entrenamientos de la cantera. Siempre que puede acude a los encuentros del filial.

Adaptarse a las circunstancias

Además de tener que sustituir a un héroe como Pacheta, Jorge Almirón ha tenido, y sigue haciéndolo, que construir una plantilla nueva. La mayor virtud por el momento que está demostrando el técnico argentino es saber amoldarse a las circunstancias. No ha puesto nunca una excusa por empezar la temporada con un equipo a medio hacer. Ha sabido adaptarse a los futbolistas que dispone. Incluso, en los primeros partidos supo sacar rendimiento con un sistema con tres centrales y dos carrileros, adaptando a dos extremos como Josan y Fidel a las bandas y a realizar trabajo defensivo.

El nuevo preparador franjiverde participó, junto a la comisión deportiva y a Bragarnik, activamente en los fichajes. Todos los futbolistas que han llegado al Martínez Valero han tenido su aval después de observarlos en numerosos vídeos. Otros, como los seis argentinos: Iván Marcone, Lucas Boyé, Guido Carrillo, Emi Rigoni, Sánchez Miño y Diego «Ruso» Rodríguez ya los conocía de su país y algunos como Marcone habían estado en sus equipos, al igual que el colombiano Lucumí.

Almirón le está sacado el máximo rendimiento a la plantilla, los resultados le avalan. Ya ha empleado varios sistemas de juego en función del rival y de los jugadores con los que cuenta. De momento, en sus primeros cien días, todos son parabienes. Las únicas críticas son el no aprovechar todos los cambios en los partidos y no utilizar más a futbolistas como Nino o Víctor Rodríguez, que podrían ayudar en las rectas finales de los encuentros.