Algo había en el ambiente de Elche que invitaba al optimismo, pese a que la fiesta no solo dependía de una victoria franjiverde. El Valencia debía echar una mano frenando al Huesca para celebrar, como se merecía, el regreso de la afición al Martínez Valero, tras un total de 477 días de cierre, en primer lugar, y de partidos sin público a posteriori.
El llamamiento de la afición no estaba previsto para las seis de la tarde, momento en el que el duelo de la última jornada daba inicio. El franjiverdismo quería arropar a sus jugadores desde la llegada al estadio y dos horas antes ya estaba en los alrededores del coliseo ilicitano para demostrar a la plantilla que no estaban solos en la búsqueda de la hazaña.
Con un férreo dispositivo de seguridad y cumpliendo las medidas propuestas desde LaLiga para este retorno de la afición a los campos de fútbol, los cánticos y palmas se convirtieron en la banda sonora original de la llegada del autobús del equipo. Fran Escribá y los suyos asistían desde el vehículo a los ánimos de sus seguidores. Poco después, algo más de 3.500 aficionados franjiverdes pudieron presenciar desde las gradas el cierre de temporada, un partido en el que el Elche superó con buena nota al Athletic. En el segundo tiempo y, especialmente tras el 2-0 de Raúl Guti, era el momento de los transistores.
Los nervios se multiplicaban, no por lo que ocurría sobre el césped del Martínez Valero sino por las noticias que llegaban desde El Alcoraz. En la grada se rozó la taquicardia con el gol anulado a Rafa Mir, el disparo al palo de Sandro Ramírez y el acoso final del equipo de Pacheta. Entonces llegó el inmenso jolgorio.
La celebración se adelantó porque, ya concluido el partido del conjunto ilicitano, la noticia era que el Valencia había marcado. Un tanto celebrado por futbolistas, técnicos, trabajadores y aficionados, muchos de ellos sin saber que finalmente sería anulado y que los oscenses aún dispusieron de otra opción para marcar. La alegría no se interrumpió y, con el pitido final en Huesca, la celebración llegó a su punto máximo.
Ni siquiera las necesarias medidas de seguridad impidieron que los presentes en el Martínez Valero disfrutaran de la alegría por la salvación. En ese momento, cada cual lo celebró como buenamente pudo, con sus acompañantes a los que sí estaba permitido abrazarse. Por su parte, los jugadores formaron una nueva piña, como ocurriera hace meses en Montilivi. Eso sí, esta vez la celebración era en casa. Con control, pero con su gente.
Finalizado el partido, gran parte de los aficionados presentes en el estadio permanecieron allí durante un tiempo para homenajear a los héroes de la permanencia de 2021. Primero desde la grada y luego nuevamente desde los aledaños, despidiendo a cada futbolista que iba abandonando el recinto en coche. En la fiesta no faltó Christian Bragarnik, a quien se pudo ver eufórico con todos los allí presentes. Un año duro termina finalmente en sonrisa.
La noche de celebración fue diferente, pero no por ello desprovista de emotividad. Los agentes de seguridad reforzaron la zona de la Glorieta para que no hubiera aglomeraciones y la gente respondió con mesura, acudiendo en un número respetable y sin producir ningún altercado reseñable.
El sufrimiento del día mutó a felicidad una vez entrada la noche. Cada aficionado franjiverde se fue a la cama sabiendo que la próxima temporada su equipo seguirá en Primera División. Para entonces debe ser el momento de regresar en masa al Martínez Valero, de abrazarse en cada gol anotado por el equipo, de consolarse en caso de derrota y, dentro de un año, ojalá se pueda contar otra fiesta más, esta vez sin las restricciones a las que ha obligado la pandemia.