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Análisis: El premio a la constancia

El Elche ha sabido hacer de la necesidad su virtud, superando todas las adversidades para seguir en Primera - Los franjiverdes, con el presupuesto más bajo, han roto los pronósticos que le daban como claro favorito para descender

Los jugadores del Elche, el pasado sábado, dando la vuelta de honor. Matías Segarra.

Dice el dicho que el que la sigue la consigue. Ese afán por alcanzar la meta, a pesar de las adversidades, de superar muchos obstáculos y de jugar en inferioridad de condiciones, se ha instalado en el Martínez Valero y se ha convertido en el ADN del actual Elche Club de Fútbol.

Si la temporada anterior nadie metió la conjunto ilicitano en sus quinielas para ascender, en la actual campaña también eran muy pocos los que confiaban en el cuadro franjiverde para conseguir la permanencia. Sin embargo, en agosto del año pasado el Elche celebró el ascenso en Girona y el pasado sábado, nueves meses después y tras mucho sufrimiento, selló su permanencia en Primera.

Tanto el ascenso como la salvación han sido fruto del trabajo, la perseverancia y la confianza. Un premio a la constancia, que cuando se impregnan en tu día a día, al final, permiten alcanzar los sueños.

Planificación sin tiempo

Comenzó la Liga el último y con la plantilla a medio hacer

El conjunto ilicitano ascendió el 23 de agosto. Fue el último equipo de Segunda División en hacerlo y después de un «play-off» duro y eterno en el que tuvo que esperar el desenlace de «Caso Fuenlabrada». Solo un mes después, sin apenas vacaciones ni pretemporada, con un entrenador nuevo, Jorge Almirón, con el presupuesto más bajo y con una plantilla a medio hacer inició la Liga. El 0-3 frente a la Real Sociedad dejó un panorama preocupante. El nuevo dueño Christian Bragarnik, junto al técnico, asumió la responsabilidad de construir el equipo. Su falta de experiencia en el fútbol español dejó un equipo cogido con pinzas y de dudoso rendimiento.

Sin embargo, todos fueron conscientes de que con aquellos bueyes había que ir arando, por lo menos, hasta el mercado de invierno. Después de un buen comienzo, llegaron las vacas flacas, 17 partidos sin ganar y la destitución de Almirón. A pesar del negro futuro que se vislumbraba por delante nadie se rindió y el equipo siguió luchando dentro de sus posibilidades con sus escasas armas.

Relevo en el banquillo

La llegada de Escribá permitió recuperar la confianza

El máximo accionista no tuvo más remedio que romper su apuesta por el técnico argentino y confió en Fran Escribá. Un ídolo para la afición, que permitió albergar un atisbo de esperanza.

Las quinielas seguían señalando al Elche como principal candidato al descenso. Pero el técnico valenciano llegó acompañado de una renovada ilusión. Si a algún entrenador era capaz de enderezar el rumbo, ese no era otro que Escribá. Todo empezó a pedir de boca, estreno con victoria crucial frente al Eibar, buenos partidos frente a los «gallitos» Barcelona, Real Madrid y Sevilla. Incluso, un triunfo en uno de los dos partidos frente a los hispalenses. El Elche seguía remando contra altas y dificultosas olas, pero avanzando lentamente. Nadie arrojaba la toalla. Todos sabían que iba a ser complicado, pero, al mismo, tiempo, había confianza en la capacidad y en las posibilidades de alcanzar la meta.

Mala racha

Derrotas ante rivales directos

Cuando llegó el primer momento decisivo de la competición, la herida se abrió. Las derrotas en Huesca y en Pamplona, el doloroso empate en los últimos minutos frente al Valladolid y, sobre todo, la derrota contra el Alavés a falta de solo dos jornadas, dejaron al conjunto ilicitano en situación crítica y muy cerca del lecho de muerte. Ahí si que casi nadie ya creía. Pero como el buen guerrero, en el vestuario nadie se rindió. A pesar de la dificultad extrema, mientras los números no dijeran los contrario había que seguir luchando. Todo estaba a expensas de un milagro. Pero, a veces ocurren, y más estando Escribá en el banquillo. Quedaban seis puntos en juego, había que conseguir los seis, rezar y esperar.

Cambio de timón

El esquema de tres centrales fue la solución al principio y la medicina al final

Como el capitán que ve la batalla perdida, había que recurrir a una estrategia a la desesperada. Curiosamente, el técnico valenciano decidió hacerlo cambiando de sistema y apostando por los tres centrales y Josan y Fidel de carrileros, que tan buen resultado habían dado en los primeros partidos con Almirón. Y funcionó. El Elche ganó en Cádiz (1-3) en el mejor partido de la era Escribá. El pasado sábado, el preparador franjiverde repitió la fórmula y volvió a convertirse en pócima milagrosa. Triunfo ante el Athletic y otro encuentro notable. Esa perseverancia y creencia en sí mismos hasta el final situó al equipo ilicitano con 36 puntos. Solo faltaba que el Huesca no ganara. Al final, los astros se alinearon y los nueves meses de constancia, fe y trabajo tuvieron el premio gordo, como es continuar en Primera División.

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