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Contracrónica

Un menú de 25 estrellas

El Elche logra su primera victoria de la temporada como local y lo hace confirmando una de las virtudes que deberían guiarle hacia la permanencia: la fuerza del grupo

Los futbolistas del Elche se reúnen en el centro del campo para agradecer el apoyo a su afición al terminar el partido contra el Celta, ayer.

Hora de comer, app abierta y un sinfín de alternativas para saciar el apetito. Cocina tradicional, italiana, asiática, «fast food», vegetariana, vegana... Las opciones son tan variadas que, a veces, hasta cuesta decidirse, casi más por el temor a equivocarse que por saber si tomas una decisión correcta. Así, más o menos, me imagino a Fran Escribá con la plantilla que tiene esta temporada a su disposición. Multitud de variantes. Hasta el punto de que el técnico del Elche se ve capaz de renunciar a su plato más caro, a la espera de poder paladearlo en una mejor ocasión.

Poco a poco, esta versión 2.5 del Elche de Christian Bragarnik (de su primer año vamos a concederle la mitad del mérito) va mostrando unas virtudes que invitan al optimismo. Aún hay cosas por mejorar, pero de momento la profundidad de plantilla es un arma que, si los franjiverdes consiguen explotar a su favor, debería ser decisiva a la hora de lograr la permanencia. Este Elche presenta un menú con 25 estrellas, tanta diversidad que te puede solventar una cena rápida al volver del trabajo o una cita romántica para conquistar al que esperas que sea el amor de tu vida.

Primer plato soso, segundo picante. Ante el Celta, en el primero de los tres partidos consecutivos en horario de comida, el Elche sirvió un primer plato ligero y algo soso. Costó encontrar algún sabor que sorprendiera al paladar. Los franjiverdes, hartos de disgustos en forma de errores propios, fueron a lo seguro.

Tras la pausa llegó el segundo plato. Y ahí se notó el picante desde el primer bocado. El Celta se echó hacia delante y el Elche marcó pronto. A partir de entonces empezó el festín, aunque los locales se empeñaron en catar mucho, pero comer poco, desperdiciando ocasiones hasta el punto de que casi se atragantan dos veces. La primera la salvó Mojica con una maniobra que hubiera elogiado hasta el mismo Henry Heimlich. La segunda, con la cuenta ya en la mesa, la corrigió el VAR. El postre que había presentado Iago Aspas no se le cargó a la cuenta ilicitana, por lo que tras el reajuste los puntos se quedaron en casa.

El «chef» Escribá apostó por un equipo de cocina que respondió a las necesidades del comensal. El Elche combinó bien cuando tuvo espacios y los cambios dieron aire. Volvió Lucas Boyé y generó peligro. Entró Piatti y rompió líneas. Hasta Josema y Pere Milla, que eran pinches cuando el restaurante no gozaba de la posición privilegiada de hoy en día, tuvieron su momento. Y Pastore, el sumiller de lujo en Casa Bragarnik, tuvo día libre. El único reproche fue no haber descorchado el cava hasta el minuto 100 de partido.

El primer bocado de Benedetto. El «Pipa» al fin logró desatascar el bote de ketchup. Le costó, pero llegó su primer gol. No sin antes fallar un mano a mano, anulado por fuera de juego. La buena noticia no fue solo el fin de la mala racha sino lo activo que se mostró durante los 82 minutos que jugó. Estuvo en la lonja, ayudó en la cocina y se comió los percebes.

Lo hizo a la salud de un Fidel que cada día que pasa parece mejor. Antes de la asistencia ya dejó un detalle, en un control tras balón largo, de los que justifican parte del precio de una entrada. Uno incluso llega a pensar, viendo los nombres que integran la lista de convocados de la selección española, en si el onubense anda muy lejos de algunos de los citados por Luis Enrique. Sin ir más lejos, ayer poco se supo de Brais Méndez.

El césped y los jueces. Eduardo Coudet se quedó a gusto tras el partido. Su análisis, en sala de prensa, se limitó a apuntar que el partido fue malísimo, que hacía mucho calor y que el césped estaba en malas condiciones. Quejarse del calor en Elche es tan absurdo como quejarse de la lluvia en Vigo o de la nieve en Soria. Y la crítica del nivel del partido debería presentarla el técnico ante su jefe. Si yo fuera el dueño del Celta solo le preguntaría: «¿Y qué hizo usted para que el partido no fuera malísimo?»

No quería terminar sin dedicar un breve párrafo a lo que más se indigestó del partido: el arbitraje. Empieza a sorprender el criterio en los partidos del Elche. El de este domingo fue incoherente. Josan y Barragán fueron amonestados en acciones en las que tocaron balón, mientras Javi Galán no lo era en otra calcada en cuanto a contundencia, pero sin tocar pelota. Araujo derribó a Piatti, encarando este el área rival, sin tarjeta. La buena fe se va a acabar agotando.

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