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Contracrónica: Sin fútbol ni oficio

El Elche perdió en Vallecas en una actuación que, más allá del resultado, dejó una sensación preocupante tanto por la falta de juego como por la nula reacción ante las adversidades

Mario, que debutaba en Primera, remata para empatar, superando a Josema y a Pedro Bigas en la acción. | E.P.

Segundo partido seguido del Elche a la hora de comer y, esta vez, se indigestó el menú. Incluso el del desayuno y la cena de víspera. El equipo vistió de negro, como presagiando el luto de un partido que fue de mal a peor en cuanto a juego y de excelente a decepcionante en lo que al resultado, que al final dicen que es lo que importa en este deporte, se refiere.

Porque el problema del Elche en Vallecas no fue solo falta de fútbol, que a veces se comprende y se perdona. A ello le añadió una preocupante carencia de oficio. Los franjiverdes no supieron jugar en ninguno de los escenarios que planteó el choque, primero con ventaja y posteriormente por detrás en el marcador. Casi siempre se jugó a lo que quiso Andoni Iraola, con un Rayo volcado sobre el área ilicitana cuando el electrónico les era desfavorable. Al voltear el signo del resultado, directamente no se jugó. Los madrileños supieron embarrar el partido, cosa que no supieron hacer antes los hombres de Fran Escribá (tampoco se sabe si lo intentaron), ante un equipo dócil y sin capacidad de reacción. A la falta de fútbol y oficio se añadió la ausencia de milagros. Ni en la portería, donde ya no se aparece ningún santo, ni en el ataque, con la ocasión marrada a última hora por Lucas Pérez, en el único remate que se recuerda del Elche con el marcador desfavorable.

La comprensión lectora

Escribá achacó la derrota a una mala lectura de partido. No tanto suya sino de los jugadores. Vino a decir que desde fuera se detectaron los problemas, pero que en el campo no se supieron solucionar, al menos a tiempo. Más allá de una última media hora en la que destacó la inoperancia ofensiva, más preocupante es la imagen que queda del sistema defensivo en los dos goles encajados, ambos por una clara falta de intensidad en la segunda línea de retaguardia. En el primero nadie opuso resistencia a Santi Comesaña, que vio como por el otro lado un novato como Mario Hernández entraba libre de vigilancia para marcar. Y, en el segundo, Randy Nteka le ganó el duelo aéreo a Helibelton Palacios, se levantó, se llevó la pelota, la condujo y remató desde fuera del área sin casi oposición. Los jugadores del Rayo no estarán en la lista de candidatos al Balón de Oro, pero si les dejas jugar, cojos tampoco son. Y lo mismo ocurre con los otros 18 rivales de Primera.

Por ello, más allá de leer mejor o peor los partidos, que Escribá lleva toda la razón en su exposición, el equipo debería preocuparse por mejorar esta sensación de fragilidad defensiva, que a veces emerge como errores graves y que ahora lo hace como faltas de concentración a la hora de presionar al rival. El fútbol no es física cuántica ni la obra de Immanuel Kant. A veces nos complicamos demasiado con la dificultad de las lecturas cuando son más sencillas de lo que creemos.

El baúl del olvido

En definitiva, poco se puede rescatar de la actuación del Elche en Vallecas, al menos en lo positivo. Si Karina tenía su baúl de los recuerdos, este partido debería ir a otro, al del olvido. Boyé aparte (merece su propio epígrafe), el equipo dio la sensación de dar un paso atrás. ¿Hay excusas? Posiblemente. Sobre todo la ausencia de Mojica, que es fundamental para que el juego franjiverde gane en verticalidad.

En este mismo baúl parece haberse quedado encerrado Javier Pastore, que sumó un nuevo partido sin minutos. De repente no está ni para media hora, como en su debut, ni para tratar de remontar un resultado adverso. Signo de preocupación para alguien que suponía la guinda de ilusión al proyecto de esta temporada, pero que está sufriendo una especie de «efecto gaseosa». Veremos si, con su físico, Escribá logra encontrarle hueco en este Elche y en este fútbol.

De Boyé a Nteka

El 0-1 y el 2-1 tuvieron un cierto paralelismo en la figura de sus dos autores, Lucas Boyé y Nteka. Los dos anotaron sendas dianas que reflejan, más o menos, lo que son su carreras actuales, ejercicios de fe y supervivencia. Ambos se fabricaron, prácticamente solos, dos tantos que hicieron rugir a sus aficiones. La franjiverde por verse camino del triunfo y la vallecana por completar la remontada (y conseguir finalmente ese mencionado triunfo).

En el Rayo, Nteka lucha contra la agigantada figura de Falcao, igual que en Elche Boyé lo tiene que hacer contra las de Lucas Pérez o Benedetto, delanteros con más nombre que él más allá de Matola y Torrellano. El argentino demostró que, a día de hoy, nadie es tan decisivo en el juego franjiverde como él. Capaz de todo lo humano por producir ofensivamente, en Vallecas volvió a completar un ejercicio de controles, movimientos y acciones que solo tuvieron freno en la falta de apoyos, a excepción de alguna aparición de Fidel, por parte de sus compañeros. En el gol, superando a cinco defensas, Boyé volvió a demostrar que es el alfa de este Elche.

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