Uno puede llegar a un Elche-Real Madrid y pensar que no ha pasado nada, que todo fue un mal sueño, que la pandemia nunca existió. Y no porque la gente se salte las normas vigentes o se olvide la mascarilla. En la mayoría de los casos no es así. El ambientazo de un partido como este tiñe de verde y blanco un estadio Martínez Valero que, por primera vez desde hace muchos años, cuelga el cartel de «No hay entradas» en la mejor entrada de la temporada (23.528 espectadores). Esta gran fiesta del deporte, de colores y sentimientos, de euforia sin medida, puede con todo y es capaz de hacerte olvidar pesadillas.
Y una evasión de la realidad así ya es una victoria. Gane quien gane. O no. Si bien el arranque del partido es claramente local en cuanto a cánticos y ánimos del graderío, conforme el encuentro avanza comienza a aparecer el madridista, que hay mucho entre el respetable.
Las ocasiones iniciales del Elche, con balón al palo incluido, levantan a los franjiverdes de sus asientos. Algunos aún no han llegado al campo y se pierden los primeros minutos. El espectáculo ha colapsado los accesos a la ciudad desde la autovía y también la ronda sur. Hay quien ha pasado hora y media en caravana.
Pero todo se olvida al entrar al estadio y verlo casi lleno. De hecho, las zonas habilitadas para el público están abarrotadas. Todo lo contrario que la grada del Anillo Sur, vacía. Entre los presentes, muchos no entienden «cómo se puede establecer un máximo del 75% para evitar contagios y luego cerrar el acceso a toda una zona», comenta un seguidor franjiverde a su esposa.
Una jornada así de fútbol se convierte en un gran espectáculo que permite salir al espectador de la metafórica prisión en la que vive a causa del covid. También al jugador lo alivia de los males que, de hecho, están mermando las plantillas futbolísticas y que al Elche lo llevaba ayer a tener bajas no solo en el campo, también en la dirección desde el banquillo.
«Una gran pena que no venga Benzema», comentan dos aficionados en la cola de entrada, aunque el galo no estaba convocado por decisión técnica. El delantero madridista repite ausencia y el público, sea o no merengue, quiere ver a los grandes. Para eso paga.
Conforme avanza la tarde aprieta el frío. Y no poco, aunque menos que noches atrás. El calor del gentío lo combate: «¡Sí se puede!», gritan. Quieren llevar al Elche en volandas hacia una victoria histórica. Y casi lo consiguen. En el partido hay ocasiones, prórroga, expulsiones y gol del aclamado capitán franjiverde. «¡Se lo merece!», repiten emocionados en la grada. Parece que el milagro puede llegar, pero el Madrid tira de oficio. Y llega el disgusto. Acrecentado por un error de Axel Werner y por una falta polémica en el área que sirve para anular el empate que llevaría el partido a penaltis. El final es ingrato, sí. La fiesta acaba mal para los franjiverdes, pero aún así corean el nombre de su equipo.