Una cueva, un grupo de amigos y un reto por delante: crear un equipo de fútbol que plantase cara a otros de la zona, especialmente Alicante, que habían ido surgiendo en los últimos tiempos de ese deporte que empezaba a galopar a velocidad casi de vértigo para convertirse en el más popular del mundo.

El Elche nació a su manera, como la unión de diversos grupos de la ciudad. Por esa diversidad quizás no queda clara si su fundación se debe atribuir a agosto de 1922 o a enero de 1923. Y posiblemente sea esa misma variedad, esa unión y ese sentido de pertenencia el que le haya salvado en múltiples ocasiones a lo largo de sus 100 años de vida de desaparecer y, por lo tanto, no cumplirse esta efeméride que se celebrará a lo largo de la presente temporada.

De la cueva de pirotecnia de la familia Albarranch, donde se creó otro símbolo de la ciudad como la palmera de la Virgen, surgió la idea de un equipo de fútbol que representase a la ciudad de las palmeras. Lo haría primero en competiciones regionales y, con el paso de los años, a nivel nacional, con el nacimiento de la liga española en 1929 y con el crecimiento de un club que ascendería a la élite en 1959.

Entonces empezó su época dorada, la que le llevó a permanecer más de una década en la máxima categoría, a convertir en temible su estadio de Altabix, a acabar quinto en Liga y a soñar con ganar la Copa de 1969 en el día que Madrid fue ilicitana.

Pero antes el Elche ya escribió líneas gloriosas en su historia. Paco González trajo el profesionalismo, Anton Fivber pintó la franja verde en su camiseta tras ver el palmeral desde lo alto de la Basílica de Santa María y la Cooperativa de jugadores salvó a la entidad de la extinción. Entre ellos estaba Miguel Quirant, que más de medio siglo después sigue siendo historia viva del club.

Jugadores, entrenadores, empleados, directivos y aficionados fueron dando forma a la historia del Elche. Se volvieron a vivir penurias. Tocó salvar la vida varias veces casi a última hora en la noche del Gran Teatro (1994) o durante el mes de julio de 2015, tras el descenso administrativo. En todas esas situaciones la foto se repetía, con la masa popular del franjiverdismo al frente para evitar una muerte varias veces anunciada, pero nunca ejecutada.

Cielo e infierno. Gloria y sufrimiento. El Elche ha vivido en los dos mundos durante sus 100 años. Ahora toca una época de bonanza, tras abrirse al fútbol moderno y ponerse en manos de Christian Bragarnik, empresario argentino que va camino de recibir la adopción ilicitana. Como se deseaba en aquella cueva, hace cien años, el Elche es uno de los referentes de su ciudad. Rodríguez Irles y compañía pueden estar orgullosos del club que fundaron.