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Sin fútbol y sin justicia

Solo hay algo peor que jugar mal y perder (o no ganar) y es lo que le viene ocurriendo al Elche últimamente: hacerlo con el empujón definitivo de decisiones como la de Mestalla

Los jugadores del Elche y del Valencia observan como el árbitro amonesta a Musah en la acción polémica del partido Francisco Calabuig

Hasta el murciélago del Valencia se sobresaltó con «la decisión» de Pulido Santana al anular el 2-3 de Nico Fernández para cobrar una falta a 25 metros de la portería de Mamardashvili y amonestar con tarjeta amarilla a Musah. Una acción incomprensible. Una acción vergonzosa. Para el fútbol. Para LaLiga. Y, sobre todo, para los árbitros.

Los árbitros posiblemente sean el colectivo más vilipendiado en el mundo del fútbol, seguidos de cerca por los entrenadores. Cometen errores que ahora, además, juzgan en directo otros árbitros vía VAR. Si un delantero falla una ocasión a portería vacía como mucho su técnico podrá cambiarlo. Los errores de los colegiados se corrigen. Claro, los que se pueden corregir. Porque hay errores tan difíciles de entender que ni siquiera la tecnología puede salvarlos. Como el de Pulido Santana.

A estas horas todos ustedes ya habrán visto la jugada. Poco o nada que comentar. En realidad, salvo una vergonzante declaración de Cavani aún sobre el césped, todo el entorno relacionado con este partido coincidió tanto en el error arbitral como en lo inexplicable de la acción. No hacía falta lucir una franja verde en el pecho de nacimiento. David Albelda, en Movistar+, trataba incluso de contener su lenguaje para describir la situación, posiblemente más porque la emisión tiene el sello de LaLiga que por su esplendoroso pasado como futbolista del Valencia.

La situación fue tan dantesca que incluso la reacción del Elche fue tibia. No había explicación. Pere Milla hasta disculpó al trencilla. Jorge Almirón se mostró sereno en sala de prensa. Francisco, más visceral, hubiese acabado en los calabozos de la comisaría más cercana de Mestalla. Quien esto escribe es el primero en empatizar con los árbitros. Se puede comprender un error en una jugada rápida o en una situación tensa. En esta ocasión no existía tal contexto. La actitud de los futbolistas estaba siendo exquisita, en la grada no había ambiente hostil, Pulido Santana ve perfectamente la jugada y esta es muy clara, a campo abierto.

Lo siento mucho, pero este colegiado no puede seguir arbitrando en Primera. Como un servidor no podría seguir escribiendo en este periódico si ustedes leyesen este texto confundiendo el «a ver» con el «haber». Tan necesario es el perdón como la penitencia.

La confianza hay que ganársela

Antes de «la decisión» el Elche demostró por qué es colista de Primera División. Y lo es, más allá de errores arbitrales, porque juega mal. Y aquí no se debate el estilo sino la ejecución de ese estilo. El Elche sigue sin ser un equipo con identidad, ni ofensiva ni defensiva. En el primer tiempo apenas dio dos pases seguidos. Su producción ofensiva se limitó a dos faltas forzadas por Pere Milla lejos del área. En una de ellas, Mamardashvili salió como un elefante, arrolló a Pedro Bigas y regaló el 0-1. O, mejor dicho, el penalti, porque luego casi lo para. En su tercer partido consecutivo con ventaja, los franjiverdes la perdieron antes del descanso.

Después, Almirón se olvidó de Collado. Un «Expediente X» lo ocurrido con él. Y el equipo reaccionó. Le faltó algo de picardía porque a veces para que te piten penalti hay que tirarse al suelo. Ponce no lo hizo en una carga desmesurada de Comert a bastante distancia del balón dividido. El Valencia no cerró el partido y, tras 72 minutos de juego, llegó el primer brote verde del Elche en mucho tiempo. La primera jugada elaborada del partido. Acabó en gol porque los franjiverdes parecen haber recuperado la puntería, virtud grupal de las dos últimas permanencias. Es un primer paso.

Bragarnik pidió confianza. Almirón pidió confianza. El propietario no puede quejarse de falta de cariño por parte del entorno desde que aterrizó en el club. Llegó tras años oscuros y se encontró con un ascenso inesperado que le ayudó. En algún momento se tenía que torcer el renglón y debía asumir el mando de la situación. Su solución no convence.

Confiarle a Almirón esta permanencia parece una apuesta tan arriesgada como confiarle a Torrente la organización del dispositivo de seguridad de una manifestación feminista. Ya son 16+1 jornadas sin ganar en la liga española. Aunque en esta última tiene motivos para excusarse. Si el Elche quiere salvarse debe recuperar su fútbol. Y los árbitros deben impartir correctamente la justicia.

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