La fiebre del oro de California, probablemente la más conocida, atrajo, a partir de 1848, a miles de inmigrantes en busca del dorado sueño americano. Los primeros en llegar, conocidos como "forty-niners", obtuvieron grandes sumas de dinero, pero muchos de los que emigraron meses más tarde tuvieron que regresar con las manos vacías y, en ocasiones, con pérdidas.

Dos siglos y medio después, por razones muy distintas, centenares de empresarios encontraron, animados por el alto precio de este metal precioso y las necesidades de los perjudicados por la crisis, una nueva mina en los negocios de compra-venta de oro. En Elche, según la Subdelegación del Gobierno, en 2010, el número de estos comercios pasó de 1 a 11 y hasta 19 joyerías obtuvieron la licencia para participar en estas transacciones. Durante algún tiempo, las joyas se vendían como si brotasen del río Mokelume, pero en los últimos meses, y especialmente en verano, los tesoros se han reducido considerablemente.

Óscar Rubén Molina, trabajador de uno de estos comercios, considera que esta situación se debe a "la reducción del oro que existe en el mercado", porque la prolongación de la recesión "ha acabado con los recursos de muchos". Además, explica que una de las razones principales es "la falta de regulación y la enorme competencia existente", que ha reducido considerablemente los márgenes de beneficio.

Este punto de vista coincide con la de Antonio Sáez, antiguo presidente de la Asociación Provincial de Joyeros de Alicante y dueño de una joyería que también compra oro en Alicante. "La mayoría de los nuevos comercios se han creado en la cultura del pelotazo y comenzarán a desaparecer en poco tiempo", aventura. Y apenas dista de la opinión de Francisco Hernández, gerente de la Joyería Gómez, quien, aunque no se ha adentrado en este negocio, cree que "ya se han comido una buena parte del pastel".

Si estas predicciones no se equivocan, la explosión de estos negocios habrá durado bastante menos de los 7 años que se prolongó en el lejano oeste.

Y si su destino es volver a sus dimensiones anteriores, aunque siga aprovechando las necesidades de la crisis, estarán asistiendo a una reducción de la temperatura de esta fiebre del oro.

Precaución para evitar los atracos y detectar las joyas robadas

El oro siempre ha sido un objeto muy preciado para los delincuentes, y este atractivo no ha dejado de aumentar por el alto precio que posee en el mercado y el recrudecimiento de la situación económica. Por eso, este tipo de negocios tienen la obligación legal, y la necesidad real, de establecer importantes medidas de seguridad.

A este tipo de establecimientos, se les exige que cuenten, entre otros mecanismos, con una alarma de movimiento y una caja fuerte con apertura retardada, pero la mayoría los complementan con cámaras o mamparas de seguridad. Y para impedir que entren en el mercado piezas ilegales, estos negocios deben presentar sus productos, todas las semanas, ante la Policía Nacional, donde permanecen durante un tiempo hasta comprobar que no se han visto envueltas en ningún robo.