La plaga de picudo rojo no sólo es una amenaza para uno de los dos Patrimonios de la Humanidad con los que cuenta Elche, sino que también está poniendo contra las cuerdas a uno de los sectores artesanos por excelencia: el de la palma blanca. No en vano, según las cifras que manejan desde el gremio, la producción caerá este año un 15% respecto a hace dos años por la invasión del coleóptero.

José Ramón Sabater, de la familia Serrano Valero, que es la que tradicionalmente envía las palmas al Papa o a la Casa Real, explica que, "al principio, sabíamos del picudo de oídas, pero, hoy por hoy, es un hecho que va a más, porque el año pasado se perdió un 5% de la producción y esta temporada vamos a llegar al 15% de caída respecto a hace dos años, con lo que eso supone de pérdida de dinero, trabajo, palmeras y cosecha, por lo que corremos el riesgo de no poder servir todos los pedidos que tenemos". De hecho, en el caso de esta empresa, el propietario de la palmera cobra en el momento en el que se ata, por lo que en caso de que esté afectada por picudo y, por tanto, no se puedan aprovechar las palmas, tiene que devolver ese importe.

Sin embargo, la cosa no acaba ahí. Y es que, como denuncia, "lo más grave es el peligro al que se enfrenta el palmerero cuando tiene que subir a los ejemplares, porque si tienen picudo pueden llegar a caerse". No obstante, confiesa que, por lo general, los palmereros suelen hacer una inspección previa antes de subir, y en otros casos la copa de la palmácea cae por sí misma por los efectos letales del picudo. De media, afirma que suelen encontrar entre seis y siete palmeras infectadas diariamente, pese a que antes de atarlas se les suele administrar el tratamiento fitosanitario para cualquier tipo de plaga, incluida la del picudo.

"El problema es que esta plaga se está extendiendo tan rápido que, como sigamos así, dentro de cuatro años ya no se van a poder atar palmeras en el campo de Elche, y ya no es sólo que se pierda una tradición, es que hay muchas familias que comen de ello", sentencia Sabater.

A ello, otro artesano, Diego García Pascual, que también trabaja como palmerero con la familia Serrano Valero, puntualiza que "ya no es sólo eso, es que las palmeras que se están cortando ahora van a ser víctimas del picudo, porque la mayoría son muy altas y no se pueden fumigar en la copa". Así las cosas, la solución, a juicio de los artesanos, pasa por "una mayor colaboración entre todos, estamentos oficiales, palmereros, viveristas y agricultores".

Paralelamente, se enfrentan a los efectos de la crisis, que ha hecho que los pedidos se retrasen al máximo, prácticamente hasta el mes de febrero, y que se ajusten todo lo posible. En el caso de estos productores, la caída se cifra en torno al 6% en los últimos tres años.

La familia Serrano Valero comenzó a cortar las palmas a finales de noviembre, y la labor se prolongará hasta principios de febrero. En total, en una temporada se llegan a atar en torno a 2.000 palmeras. De cada palmácea suelen salir unas 20 palmas, de las que seis suelen ser de primera categoría.

Una vez que se cortan las palmas, se llevan al almacén, se clasifican por calidad y tamaño, se lavan y se introducen en una cámara con azufre por un mes. Transcurrido este tiempo, las palmas ya están aptas para Domingo de Ramos, salvo aquellas que precisan de la labor de rizado.