Nieves Mula es una ilicitana con dos hijos menores, en paro (a temporadas empleada en el calzado), con una hipoteca que suscribió en 2012 por 60.000 euros... Y desde hace unos días sin cláusula suelo. El Juzgado de lo Mercantil 3 de Elche ha estimado íntegramente su demanda, en la que pedía que se anulase la cláusula de su hipoteca y que se le devolvieran todas las cantidades indebidamente cobradas con carácter retroactivo desde mayo de 2013, fecha en la que el Tribunal Supremo estableció en una sentencia el criterio que echaba definitivamente por tierra las cláusulas suelo. Además, el juez ha entendido que el banco debe de correr con las costas, es decir, pagarle el procurador y el abogado que ha tenido que contratar para defender una postura que era, de entrada, ganadora.

Nieves está contenta por los aproximadamente 2.500 euros que el banco le tendrá que devolver y por los 60 euros que pagará menos cada mes, pero sobre todo «por la satisfacción de haberle ganado a alguien tan poderoso como un banco, que nos obliga a reclamar a las malas para que nos hagan caso». Más aún porque en la propia sentencia el juez considera que la declaración del empleado de la entidad es dudosa, por lo poco probable que resulta que recuerde que sí la informó (de entre los cientos de clientes atendidos en los últimos años) y que negoció con ella algo que no consta en documento alguno.

De primera mano sabe Nieves que enfrentarse a un banco asusta: «La gente se echa atrás porque da miedo y porque no tienes dinero para gastar en un abogado, pero estamos ganando; mucha gente no sabe ni lo que es la cláusula suelo, no saben ni que la tienen en sus hipotecas... El que hay en un banco tras una mesa parece alguien muy poderoso, te callas porque crees que ellos saben más que tú, pero al final ante el juez no son nadie», dice.

En su caso, asegura que tuvo que pelear contra el Banco Mare Nostrum: «Fui en 2014 a decirles que me quitaran la cláusula, que era ilegal, y me dijeron que no, que eso no era así... Les dije que iba a denunciar y me dijeron que si tenía para abogado lo hiciera, pero como diciéndome que iba a perder. Después de dos escritos, me ofrecieron quitármela dentro de dos años si contrataba unos seguros; denuncié y en la audiencia previa me ofrecían devolverme el dinero pero no las costas... Seguí hasta el final por rabia e impotencia, porque lo pedí a las buenas y no querían acuerdos».