Un investigador entra en un laboratorio y presiona un botón del robot de tamaño y apariencia humana que se encuentra en mitad de la sala. El humanoide le empieza hablar de los perjuicios del tabaco en la salud y el científico lo apaga enfadado, porque acaba de descubrir que alguien lo ha saboteado. «¡Corten!», grita una de las alumnas de la Escuela de Cine de la Universidad Miguel Hernández (UMH), que asume el papel de script y directora de producción de un cortometraje que, junto a más de 15 compañeros, ruedan estos días en el campus ilicitano. El androide que coprotagoniza esta escena se llama Atenea y pertenece al grupo de investigación de Neuroingeniería Biomédica de esta Universidad. Es capaz de reconocer textos y rostros, de reproducir diferentes movimientos y está diseñado para ofrecer ayuda a personas e interactuar con niños en centros sanitarios. «Tiene una función bastante social y ha participado en presentaciones que hemos hecho en ferias. Nuestra intención es llevarlo el año que viene en Navidad a hospitales para animar a los niños ingresados», precisa José María Sabater, profesor de este grupo de investigación.

Pero Atenea no es el único humanoide que figura en el reparto de de «Robonauta», la pequeña producción cinematográfica que tienen entre manos estos alumnos de segundo del grado de Comunicación Audiovisual, en la que combinan ciencia ficción con algunas dosis de humor. También cuentan con otro más pequeño -de unos 30 centímetros- que encarna a Félix, un travieso robot que, según marca el guión que han elaborado, pugna con su compañero más grandote por viajar al espacio.

Enrique Espín es el director de la cinta. De hecho, es la primera vez que asume el rol de cineasta y, para nada, esperaba que su primera experiencia fuera dando órdenes a un robot de verdad, que le recuerda a esas películas de ciencia ficción con la que crecieron sus padres. «Rodar es mucho más interesante que introducirlos con animación 3D, que es lo que estamos más acostumbrados a ver ahora en las películas. Lo que sí que entrañan son muchas complicaciones de producción. Es duro», indica el realizador, que a pesar de su inexperiencia razón no le falta. Y es que para que pueda moverse este humanoide tienen que coordinarse con dos becarias del citado grupo de robótica, que son las que se encargan, a través de varios ordenadores y desde el propio set de rodaje, de programar todo lo que va diciendo y haciendo la máquina.

Por otro lado, Félix, el pequeño androide, pertenece al grupo El Caleidoscopio, encargado de organizar el festival de cine robótico Ros, cuyo mayor número de actividades tendrán lugar el 9 y 10 de marzo (proyecciones, charlas, mesas redondas, espectáculos, performances y conciertos) en varios puntos de la ciudad ilicitana. De hecho, este rodaje se enmarca dentro de este certamen, especializado en el género del cine robótico y en el que participan figuras de alto nivel internacional de Reino Unido, Japón o Alemania, entre otros países.

Ricardo Domínguez, director del festival y de El Caleidoscopio, explica que han formado a este grupo de jóvenes cineastas para programar al pequeño humanoide, traduciendo los códigos con los que les envían órdenes en una especie de pulsadores en la pantalla del ordenador que pueden ir combinando para, incluso, poner a bailar a su actor electrónico. Guillermo López y Mario Paul Martínez, encargados de la Escuela de Cine de la UMH, reseñan que, cuando se enteraron de que este festival se hacía un taller de teatro con robots, vieron interesante que dicha actividad diera el salto al cine, «entre otras cosas por lo mucho que podía enriquecer a nuestros alumnos y por la capacidad de difusión que tiene una producción audiovisual en la red». La grabación arrancó ayer y se alargará durante esta semana. Se ha hecho gracias a la colaboración del Vicerrectorado de Cultura. Este equipo disfrutará de las actividades del Ros Film Festival. Atenea sí que estará presente, ya que, además de actor o actriz (según se mire), presentará la gala del certamen audiovisual.