Hubo un tiempo en el que llegaron a convivir hasta 22 salas de cine en todo el término municipal de Elche, durante la «época dorada» del sector en España.Pocos testigos quedan de aquello, comenzando porque hoy en día tan solo existen dos salas comerciales, una de ellas mantenida por el Ayuntamiento. Por eso, desde el Institut d'Estudis Comarcals del Baix Vinalopó, ayer quisieron poner en valor el pasado cinematográfico de la ciudad con una visita guiada por las principales salas que trajeron, en su día, una nueva forma de ocio a Elche desde finales del Siglo XIX.

Muchos recodarán haber disfrutado de sus primeras proyecciones en salas tan míticas como los Cines Alcázar, reconvertidos hoy en un gimnasio; los Anna; El Capitolio, que hoy acoge una firma de moda; los Altamira, convertidos en un supermercado; o los Kursaal, reconvertido en el Gran Teatro. Sin embargo, la historia del cine viene desde mucho antes de esas salas. Pero a veces, para echar la vista atrás, hay que partir de lo más actual. Por eso, la veintena de personas que participó ayer en la ruta, se congregó frente a los Cines Odeón, que desde hace algunos años acoge la filmoteca municipal, para comenzar el recorrido.

José Cámara fue el encargado de guiar a los participantes por la historia del cine en la ciudad. Así, curiosidades como las primeras proyecciones que llegaron a Elche a finales del Siglo XIX, se pusieron sobre la mesa. Fue en el Teatro Llorente, del que hoy no queda ningún vestigio. De hecho, prácticamente de ninguna sala lo hay. El Cine Alcázar, convertido en gimnasio, sí cuenta con un pequeño recordatorio a su entrada de que aquello fue, algún día, una gran sala de proyecciones. Su fachada y la escalera que daba acceso al anfiteatro, están protegidas, y aún se conservan, lo que permite hacerse una idea de lo que fue. También están protegidas la fachada y la escalera de los Cines Capitolio, en pleno centro y la fachada de los Anna. Ejemplos de cómo el arte del celuloide iba más allá de una forma de ocio, pues se trataba de lugares de referencia que merecen un apartado propio también en la historia arquitectónica y patrimonial de la ciudad. Hasta más de 1.300 butacas llegó a albergar la sala, unas cifras que sirven para ver con perspectiva el impacto en cuanto a capacidad, afluencia y relevancia social.

No en vano, las entradas se dividían, como hoy en los teatros, por patio de butacas, palcos y anfiteatros, con diferentes precios en cada una de estas zonas, lo que también servía para una cierta diferenciación entre clases sociales de acuerdo al nivel económico, explicó Cámara.

La época dorada del cine en la ciudad se vivió desde los años 20 hasta la mitad de siglo, cuando la etapa comercial dibujó otro paradigma en la historia del celuloide. Una etapa que dio carpetazo en 2004, cuando cerraron las últimas salas una vez abiertas las del centro comercial l'Aljub. Lejos quedaron instalaciones como las del Ideal Cinema, en lo que fue la discoteca Tantalón, los cines Coliseum, en la Corredora, o la corta pero intensa vida de la Sala X. Un adiós a una industria que ha ido muriendo poco a poco, desde la llegada de los reproductores domésticos de vídeo -y algún Beta en los años 80, hasta las grandes pantallas a los hogares y la facilidad de ver las películas a golpe de clic. Por eso, ayer fue una buena oportunidad para echar la vista atrás y poner en valor la historia y la cultura.