Esta noche presenta en Elche su libro La mala suerte

La mala suerte es una novela negra que comienza con la desaparición de una joven. Pasados dos años, no hay ninguna pista pero la madre cree que está viva y acude al abogado Roures, que es el protagonista. Turbiedades, engaños y problemas conducen al desenlace literario de este libro. La obra también plantea qué estamos dispuestos a conseguir para ser padres o madres y que supone esto, si es un acto de generosidad o de egoísmo.

¿Cómo vive los encuentros con los lectores como el de hoy?

Todo ha cambiado. Llevo publicando desde 1991 y antes no había tantas citas literarias. Se agradece mucho. Tengo encuentros con los lectores por toda España y es un lujo contar con su respuesta y su complicidad. Que te puedan hacer preguntas me parece algo formidable. Si ya han leído el libro, quieren resolver cuestiones puntuales. Les apetece saber si lo que han percibido es realmente así. Y los que no lo han leído se interesan más por el proceso de creación.

¿Cuál es la salud actual del género negro en este país?

El género negro ha trascendido mucho en los últimos años, hasta el punto de que ahora ocupa el espacio del costumbrismo y la denuncia social de antes. No sólo se queda en los crímenes, también refleja la corrupción, por ejemplo. Ha cogido más peso, radiografía la sociedad y analiza el mal para que, entre todos, veamos por qué se produce. Tiene una estructura y un lenguaje determinados pero sus horizontes se han ampliado.

Borges decía que los académicos no tomaban en serio este género porque no es suficientemente aburrido, ¿opina igual?

Mucha gente piensa que para que algo sea profundo tiene que ser aburrido, con lo que estoy totalmente en desacuerdo. Si un libro vende mucho, ya se piensa que no es bueno. En cambio, si es incomprensible, se considera que tiene mayor calidad. Es muy importante que la creación literaria consiga agilidad narrativa, que atrape al lector y que esté bien hilada. Aburrirse en la vida sí que es un crimen.

Su personaje Roures es también periodista, ¿se siente identificada con él por esto?

Más que con eso, me identifico con él porque es un personaje que no juzga. En las guerras ha visto lo peor del ser humano, lo malo que se vuelve uno cuando está al límite. Y, aún así, no juzga, sabe que entre el blanco y el negro está el gris. Y que, en otras circunstancias, se puede dar lo contrario. Da juego por sus recuerdos de la guerra, por ser una persona culta, que lee mucho y que tiene una discoteca de vinilos impresionante, por ser leal y por escuchar a las mujeres.

¿En qué momento de su carrera está usted, más volcada en la escritura o en los medios?

Siempre he dicho que lo que quería ser era escritora. Desde 1991 he publicado catorce libros y, aun así, jamás he dejado de estar presente en la prensa. Me siento tan periodista como escritora. Tengo cuatro colaboraciones en prensa y voy a la televisión un día o dos a la semana. También estoy volcada en la literatura, tanto en escribir como en dar conferencias por toda España.

Como periodista, ¿de qué manera ve el presente español?

Un poco aburrido porque nos pasamos todo el tiempo en campaña política. El panorama es complicado porque hay bloques cerrados y es muy probable que se repita el mismo esquema. Esto va de que los políticos se entiendan y pacten y cada vez se entienden menos. Tienen que acostumbrarse a que ya no existen las mayorías absolutas.

¿Cómo ve el papel de las autoras en el panorama literario actual?

Hemos dados pasos de gigante pero todavía nos queda mucho que conseguir. Tenemos que seguir reivindicándonos como hemos hecho hasta ahora, en compañía de los hombres que creen en esta reivindicación. Feministas somos las mujeres y los hombres de bien que queremos la consecución de derechos.

Y esto que cuenta, ¿de qué manera se traduce a la novela negra?

En el género negro, por suerte, hay autoras y, también, protagonistas de los libros. En mi última novela, La mala suerte, pese a que el personaje central es un detective, la presencia femenina es muy importante. No queremos que los personajes sean mujeres perfectas, buscamos que haya buenas, malas y regulares y que, por encima de todo, tengan acceso a los mismos lugares a los que llegan los hombres.