Finalizados los días de actos multitudinarios, macrobotellones y jolgorio, cada 16 de agosto el mismo fantasma vuelve a sacudir Elche. La ciudad se queda desierta, con gran parte de sus comercios cerrados y apenas nadie que transite por sus calles y avenidas. Desde el Ayuntamiento se intenta dinamizar la vida ilicitana durante todo el año pero, si ya de por sí la situación es complicado el resto de meses, sobre todo en la zona centro, alicaída y con sus comerciantes en pie de guerra, más difícil resulta aún cuando todos los vecinos que pueden hacen las maletas y se marchan, ya sea a las playas del litoral o al extranjero. Este es uno de los grandes retos a los que tendrá que hacer frente el equipo de gobierno en el mandato que acaba de empezar porque, de momento, ni el turismo ni los planes culturales animan a los comerciantes a abrir tras las fiestas.

Lo primero que llamaba ayer la atención era la facilidad con la que se podía estacionar el coche en pleno centro. Los aparcamientos presentaban a primera hora una ocupación inferior al 10%, cuando el resto del año es casi imposible encontrar un hueco, con los automóviles en doble fila. En el caso de Candalix, por ejemplo, hubo hasta quien buscó alguna posible señal que prohibiera el estacionamiento al asombrarse con la enorme cantidad de plazas libres. Por no hablar de lo fácil que era aparcar en lugares más céntricos aún, con la zona azul gratis hasta final de mes.

Si dejar el coche resultaba una tarea sencilla, más complicado era encontrar un bar que estuviera abierto para tomar un café o un restaurante en el que reservar para cenar con amigos o familia este fin de semana. Una gran parte de las persianas estaban bajadas y en ellas se había colgado el cartel de «cerrado por vacaciones del 16 de agosto al 1 de septiembre, ambos incluidos». Los pocos comerciantes que permanecían trabajando en la zona centro maldecían la interminable situación del Mercado, que sigue lastrando sus comercios.

Mientras esto sucedía, los operarios se afanaban por desmontar las infraestructuras provisionales de fiestas que aún permanecían levantadas, principalmente en el Paseo de la Estación, generando el poco movimiento que se observaba por el centro.