«-Hemos visto días mejores».

Flavio en «Timón de Atenas» (1607)

de William Shakespeare.

Un día de tantos. Tengo otro sueño/pesadilla. Me levanto de la cama y de repente la tele se pone en marcha, quizás por un poltergeist. O por un mero efecto onírico, quién sabe. Aparece el presidente del Gobierno y anuncia que el comité asesor técnico-científico-holístico sostiene que, a lo mejor, dentro de una o varias semanas se podrían dar las condiciones para que pudieran o pudiesen salir a la calle las personas de ambos sexos entre 25 y 30 años, rubias y/o pelirrojas naturales, solteras y/o monoparentales, de entre 1,50 y 1,70 de estatura, con nombres de pila comprendidos entre la F y la J, y números de DNI impares cuyos dígitos sumen más de 40. Pide Pedro Sánchez paciencia al resto, que progresiva y sucesivamente, a medida que la curva vaya desescalando y entre en trayectoria elíptico-paramétrica, le irá tocando a otros segmentos ciudadanos, siempre que no hay reescalada y no llueva. Me despierto, aunque menos sobresaltado que otras veces; se ve que mi ritmo circadiano se va acompasando con la adversidad reclusiva. Aún así, por si acaso, abandono preventivamente el «Ulises» de Joyce (versión en inglés con acento irlandés) y me paso a Virgilio (en latín con acento napolitano). Leo: «Fugit irreparabile tempus». Eso sería en época de los romanos, porque ahora mismo, más que huir irreparablemente, el tiempo se queda en casa y no hay forma de echarlo fuera. Paseo el perro al anochecer. Me mira inquieto. También nota la desolación.

El día menos pensado. La cosa vírica está tan mal que ni la copia clónica de la Dama puede volver al MAHE y tiene que quedarse unas cuantas semanas más en Irán, donde había ido a pasar unos días con unos lejanos parientes aqueménidas. Le ha pasado como a muchos desplazados clandestinamente a la costa, sierra o similares. A la espera de rubricar el gran Pacto de Calendura por la Reactivación, la Recuperación y la Reanimación (PCxRRR) con todo el espectro político, sindical, social, económico y ecuménico local, el alcalde adelanta faena y firma el Acuerdo de Calendureta con el círculo empresarial y los dos sindicatos mayoritarios (por algo se empieza). Carlos González pone sobre la mesa varios millones que ha ido sisando de aquí y de allá: un poquito del fondo de contingencia, otra pizca de gastos corrientes, un pellizquito del superávit del año pasado... Pablo Ruz se mosquea porque no han contado con los populares. Otra vez. Por fin he encontrado harina en el súper y he podido hacer unas magdalenas con la thermomix. Pero al sacarlas del horno resulta que lo que salen son croquetas de jamón. Me pasa igual que al gobierno con las mascarillas y los test esos de pega.

Qué noche la de aquel día. El alcalde sigue anunciando más y más ayudas para colectivos, agrupaciones, profesiones, gremios y hasta para los abogados: también son personas y sufren la crisis como el que más. Antes de que le critique Ruz, aclara que él no la pedirá (ahora no ejerce). No quiere la primera autoridad que nadie se quede atrás, ni siquiera en la cola del súper. Cuenta alguien en el chat #VecinosQueAplaudenPeroEstanHastaLosMismisimos que González abordó (desde una distancia social y provisto de mascarilla y guantes, por supuesto) a una señora mayor que pasaba por la Plaça de Baix con su carrito, para ofrecerle todo un abanico de subvenciones, ayudas y exenciones fiscales, para que no se quedara atrás. «Yo es que me quedo atrás porque camino despacio, por las piernas, ¿sabe usted?», le contestó la mujer. Ante la insistencia de la primera autoridad, la anciana acabó rellenando un impreso de solicitud de aplazamiento del pago de la cuota del IAE por cese forzoso de actividad. «Qué alcalde más atento», comentó mientras reemprendía la marcha, aunque nadie la escuchó. Esta tarde pongo para los aplausos el «Twist and shout» de los Beatles. Otra forma de resistir.

El día D. Hoy me levanto con buen ánimo. Será porque va a empezar el primer pleno municipal telemático de la historia moderna y contemporánea y me genera curiosidad. La primera media hora me la paso tocando el volumen, pasando de la tele al PC y de ahí al smartphone, para correr después a la tablet. Nada, no hay manera de enterarse de lo que dicen. El alcalde, solitario en el sillón presidencial, desgrana su discurso al éter y al plasma de los miembros ausentes de la corporación, pero el resto de la población se queda sin oírlo, con lo bien que parece que le ha salido. Son las cosas del directo telemático. Luego se arregla el asunto del sonido y ya podemos escucharlos a todos. El nuevo concejal de Vox, Juan Antonio Alberdi, toma posesión desde el confinamiento: en su casa, con su propia Biblia y su enseña nacional con crespón negro. Carlos González le enseña la medalla acreditativa, pero se la queda hasta una mejor ocasión o hasta que se perfeccione el teletransporte tipo Star Trek.

La sesión plenaria para aprobar las ayudas extraordinarias por la crisis retroviral transcurre como una de esas ya habituales conversaciones familiares de estos días a varias bandas, con algún que otro reproche (en tono sosegado, eso sí) de la oposición por no haber contado con ellos y ellas en las modificaciones presupuestarias, y las disculpas de todo corazón y sentido propósito de enmienda por parte del bipartito. La portavoz de Compromís, Esther Díez, incorpora involuntariamente a la sesión a la más joven participante que ha tenido nunca un pleno municipal, su hija de dos años, que desde fuera de plano no deja de reclamar la atención de su madre (y probablemente, también, salir a pasear). Unión, hermandad y camaradería frente a las adversidades y todos juntos (hasta Vox votando a favor) por la pronta recuperación ilicitana. ¿Será otro sueño o una realidad virtual lo que estoy viendo? ¿Todos los partidos de acuerdo en hacer lo que esperan los ciudadanos que hagan? Un vistazo a la convulsa y agria sesión en el Congreso me saca de este remanso de paz local y me devuelve a la cruda realidad de este país. ¿O será otra alucinación?

El día más largo. Sale el alcalde y dice que va a pedir que seamos de los primeros municipios en desescalar, que nos vamos a portar bien cuando volvamos a recorrer las calles nuevamente. No hay que perder tiempo para empezar la reanimación y recuperar el espacio urbano. Cuentan en el mismo grupo social de antes que incluso han visto varios ejemplares de cercetas pardillas y algún que otro pato cuchara chapoteando tranquilamente en la fuente de la Glorieta, y que algunas parejas han nidificado entre la espesa vegetación palustre que ha invadido toda la plaza y alrededores estos días de evanescencia humana. Dicen también haber visto a un repartidor en bici abriéndose paso a machetazos entre la espesura en las cercanías de la Calahorra, hasta donde parecen haberse extendido los confines forestales del Parque Municipal. La capitalidad verde europea 2030 ya no se nos escapa. Algo bueno tiene que quedar de esto. Voy arrinconando los chándals y preparando la ropa de primavera, que salimos ya. Atentos.