Antes de nada quiero recordar a los compañeros y compañeras que nos han dejado y enviar un abrazo a las personas que han perdido a un ser querido en estas circunstancias terribles.

La pandemia ha evidenciado la asociación indisoluble entre la salud laboral y la pública, así como la debilidad de la prevención de riesgos laborales. Esta vivencia marca un antes y después tanto a nivel individual como colectivo. La clase trabajadora ha estado a la altura de las circunstancias, en no pocos casos, yendo a trabajar sin que existieran medidas preventivas, organizativas o EPIs a su disposición. Han sido cientos las llamadas atendidas recibidas estos días en el sindicato, denunciando estas situaciones; hemos trabajado codo con codo con la Inspección de trabajo y lo seguiremos haciendo.

Han faltado medios y prevención por todas partes, lo que ha supuesto falta de diagnósticos reales de la situación para tomar decisiones. Situaciones que ya existían antes de la pandemia. No ha habido evaluación para poder prevenir frente al riesgo biológico ni medidas de protección por parte de las empresas. En algunas se han elaborado procedimientos de trabajo que han sido papel mojado, puesto que no se han implantado. Además, no se ha escuchado a los y las trabajadoras a través de sus delegados de prevención; delegados, delegadas y comités de seguridad y salud que han remado contracorriente, enfrentándose al sinsentido de decisiones adoptadas por otros que hacían peligrar la seguridad y salud de toda la plantilla.

Han quedado en evidencia las políticas anteponen el beneficio ante el derecho a la salud y el trabajo en condiciones dignas. La prevención siguió brillando por su ausencia cuando volvieron las actividades no esenciales. Durante todo este tiempo, muchas de esas denuncias han venido por el calzado o la limpieza. Donde no era posible la distancia física, no se adoptaron medidas de protección de personal; la salud volvió a perder ante la economía. La actividad laboral es necesaria pero la salud imprescindible. Además, hubo actividades que no eran prioritarias y en las que faltaban medios preventivos, pero se permitió que acudieran sin garantías: entrada masiva y sin control en grandes superficies o espacios inesperados como la universidad, justificando de forma improcedente la presencia, entrada y salida de personal.

En definitiva, ha habido trabajadores de segunda, ha llovido sobre mojado con personal en primera línea de focos como cuidadores o limpiadoras en residencias u hospitales sin EPIs, necesarios ahora como los test. Y cómo no, trabajadoras del calzado, algunas trabajando todavía sin medidas, aunque mostrando toda su solidaridad cosiendo material sanitario. Aunque enfermen, como antes de la pandemia, seguirán siendo invisibles.

Las políticas austericidas de 2008 arrasaron derechos sociales y laborales. Con ellos se diezmaron los servicios públicos y bajó la inversión en prevención de riesgos laborales, así como políticas públicas en ese sentido. Ahora han salido a la superficie esas consecuencias con toda su dureza y la cuestión de clase: mayor precariedad y vulnerabilidad ante la pandemia. Sanitarios, transportistas (algunos fallecidos in itinere estos días), trabajadores del campo, dependientes, personal de limpieza, de cuidados, fuerzas de seguridad del Estado… Han demostrado la importancia de la clase trabajadora para mover el mundo y garantizar el funcionamiento de nuestra sociedad.

Ahora es preciso que en previsibles momentos de crisis y retroceso, se garanticen y mejoren esos derechos que nadie nos ha regalado y que seguimos y seguiremos peleando día a día en las empresas. Finalizo estas líneas mencionando a quienes teletrabajan. A muchos no se les ha garantizado un desempeño seguro tampoco al no dotarles de medios necesarios para desempeñarlo: soledad, aislamiento y posibles riesgos psicosociales como exceso de horas, sobrecarga… Estaremos muy atentos al retorno a la ‘normalidad’, especialmente del personal sanitario. La prevención y la psicosociología tendrá que estar situada en primera línea para que se prepare una organización sana que pueda acoger y acompañar a los y las trabajadoras. Lo van a necesitar. La salud de la clase trabajadora debe convertirse en un eje central de las relacionales laborales y políticas económicas. Seguiremos dando la batalla.