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José Teófilo Jiménez, el hombre tranquilo

Una imagen de José Teófilo Jiménez Morago, facilitada por el TSJ.

Era noviembre de 1991. José Teófilo Jiménez Morago (Madrid, 1962), un juez madrileño de 29 años que solo llevaba dos en la carrera, tomaba posesión de uno de los órganos más antiguos y con más peso del Palacio de Justicia, el juzgado de Primera Instancia e Instrucción 2, entonces en la Plaza de Reyes Católicos. Venía de Hellín, su primer destino, y como tantos otros, había encontrado Elche en el mapa de los ascensos, que no era otro que la periódica publicación en el BOE de las ofertas de vacantes de la judicatura. La ciudad era una plaza que permitía el paso automático de juez a magistrado y aquellos que querían subir en el escalafón venían aquí a sabiendas de la enorme carga de trabajo a la que se iban a enfrentar. Fue una época de jueces estrella y de ascensos rápidos, esos que siempre tanto ha temido la judicatura, porque se entendía que ser juez era una cosa y magistrado (para lo que se precisaban años de experiencia), otra. Pero la administración se quería modernizar, creaba decenas de órganos y de plazas. Iba a toda máquina, después se paró y... hasta hoy.

Veintinueve años después Pepeteo, como cariñosamente lo conocen sus compañeros, ha pasado a la presidencia de la sección VII de la Audiencia, y exclusiva en materia penal, sustituyendo a José de Madaria, fallecido en marzo y de quien aprendió hasta el último día. El nuevo presidente hace 29 años era un hombre de paso en Elche, pero se quedó porque esta tierra tiene un extraño influjo que hace difícil decirle adiós. Aquí tuvo dos hijas y presidió el Club de Natación. Ha sido profesor de Derecho en el CEU San Pablo y de la UMH, curiosamente de civil, materia que era y es su gran pasión.

Conocido por los amigos con el sobrenombre cariñoso de Pepeteo, lo que dice mucho de este hombre de voz tranquila y afable, al que nunca le he visto sobresaltado, después de casi tres décadas no ha perdido ni su sonrisa ni su gesto amable, pese a los achaques que ha sufrido por culpa de su profesión. Sólo ha cambiado su pelo, cubierto ahora de canas que no son más que el reflejo de horas y horas de estudio sobre recursos, juicios, legajos, documentos, informes, periciales, sentencias y declaraciones, porque es de estudiar los asuntos hasta el final y de hacer que prevalezcan los derechos por encima de cualquier otra cosa.

Su despacho, y esto cada vez es más raro, siempre ha estado abierto a los periodistas. Nunca olvidaremos el trato que tuvo en uno de los crímenes más horrendos que ha vivido Elche, el de Mari Ángeles Pomares, el 14 de febrero de 1999, demostrando cómo se puede ser juez y entender una profesión como ésta al permitir que una retahíla de vehículos con periodistas, un domingo y desde la madrugada, pudiera acudir a una distancia prudencia a la reconstrucción. Un operativo que nunca se ha vuelto a ver y en el que participaron dos policías con mayúsculas: Juan Carrión y Manuel Calvache.

Pero digamos la verdad. José Teófilo Jiménez está cansado de la Audiencia y no le falta razón, pero nadie le ha engañado con el cargo porque desde su creación (Elche fue una de las primeras ocho ciudades de España que tuvo sección sin ser capital de provincia) formó la terna de magistrados, junto a Madaria y Gracia Serrano Ruiz de Alarcón. Y desde entonces, hace casi 20 años, ha visto mucho desdén y olvido. Llega a la sala más grande de España en magistrados, un triste record que demuestra un fracaso, el de la Administración de Justicia que pagamos los ciudadanos, pero también los magistrados que tienen que impartirla, los secretarios que dan fe y los funcionarios que deben tramitarla.

Ayer, el TSJ, cuando hizo público el nombramiento, aseguraba que «afronta esta nueva etapa "con mucha ilusión y unas metas muy ambiciosas"». Difícil de creer en alguien que ha visto cómo, durante años, su antecesor no contó con la ayuda ni del Poder Judicial ni tampoco del presidente del Tribunal Superior para resolver un problema evidente: Elche se hizo cargo de un día para otro del 30% de todos los asuntos de la provincia (al asumir también la Vega Baja), y no sólo penales, también civiles, ahora desdoblados en otra sala. Entonces, ¿por qué se hace cargo?. Probablemente por algo tan sencillo como entender que hay personas que aún tienen mucha vocación de servicio.

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