Llega al hospital inconsciente. Los padres: «se ha caído en la ducha»

El 13 de septiembre de 2018, Aarón ingresa en el Hospital del Vinalopó. Llega, según relató una doctora, «grave e inconsciente. Iba con su padrastro. «¿Qué ha pasado», pregunta la facultativa. «Se ha caído en la ducha», contesta. La doctora observa las lesiones: «múltiples, con distinta coloración por todo el cuerpo». No se lo cree y le vuelve a requerir para que cuente la verdad mientras activa el protocolo para un supuesto caso maltrato infantil. El niño presentaba lesión en la zona cráneo-facial, cuyo origen debía ser un «impacto muy fuerte». No era una caída casual. Presentaba un «glasgow 5» (nivel de consciencia) pasando en unos minutos a 3, lo que significa que estaba «inconsciente sin respuesta a estímulos» o lo que se conoce como «en coma», por lo que se resolvió su traslado a la UCI del Hospital General de Alicante. Falleció diez días más tarde.

Hematomas de varios días, un brazo roto 

Dos forenses explicaron la autopsia, lo que da una idea del sufrimiento del niño. «Cuando se rompen los vasos sanguíneos y sale la sangre, se pierde el oxígeno, la hemoglobina se va degradando y va perdiendo color». Aarón tenía de varios tonos: rojo intenso, violáceo, azul, verde, amarillo..., lo que se corresponde con lesiones producidas en distintos momentos. El informe de los peritos realiza una datación de cada uno. «Los hematomas que presentaba se correspondían con lesiones recientes; con lesiones entre 2 y 5 días (color oscuro de los hematomas y con lesiones entre5 a 12 días (color verde oscuro de los hematomas)». En el juicio se descubrió que al niño se le había efectuado una «serie (sic) ósea por lesiones traumáticas. En el tercio distal de la diáfisis del cúbito izquierdo se identifica un trazo de fractura en tallo verde, en fase de consolidación con callo perióstico» y «fractura tipo «corner» en la metáfisis distal del fémur izquierdo, altamente sugestiva de traumatismo no accidental». Afirmaron los forenses que dichas lesiones tendrían una evolución de entre 15 y 20 días, debiendo ser «muy intensa» la fuerza empleada para causarlas y en todo caso son «traumatismos intencionados» que producirían un dolor intenso, que hubiera precisado ser visto por un médico.

El acusado declara en el juicio que «se me fue la mano» 

José Antonio reconoció en el juicio que «le había dado algún golpe a Aarón», cachetes o zarandeos y que el día 13 «se le fue la mano», que los hematomas de los brazos y del estómago se los había causado él. Aseguró que intentaba ocuparse del menor para que Cristina no viera los morados y que el menor nunca había tenido «caídas importantes», solo una desde la cama. Definió a Aarón como «un niño bastante nervioso» y aseguró que Cristina «no quería que le pegara». 

La acusada: nunca hubiera consentido malos tratos

Según relató Cristina en el juicio, ella no vio nunca pegar a José Antonio al niño más que «un azote en el culo». «Si lo hubiera visto, no lo hubiera consentido», dijo. El jurado consideró probado por unanimidad que si bien Cristina no causó las lesiones, «era conocedora de las palizas que le daba su pareja al bebé de las que nunca recibió asistencia médica y no haciendo nada por impedirlo, y por tanto, consentía». Y añaden que al no trabajar, la madre estaba siempre con el niño. 

El relato de los vecinos y los llantos que escuchaban

El jurado ata que la madre era conocedora de los maltratos porque si los vecinos oían los llantos, ella también. «El fallo reproduce frase de siete testimonios: «Escuchó al niño reírse en junio, pero cuando volvió en septiembre, el silencio era total, y solo oyó al niño una vez, que escuchó como un fuerte golpe, como darse con un armario, el niño lloró fuerte, y después de golpe silencio». Su madre le comentó que el día anterior había escuchado «otro golpe, fuerte, llorar y silencio total». Otro añadió que oyó como «una hostia, algo fuerte y llorar el nene». Un cuarto manifestó que al niño no lo veían, «le llamaba la atención que no se le oía, solo lloriqueaba de quejarse, como de dolor, que dejaba de llorar en seco y que una vez escuchó un tortazo y se asomó a la ventana y lo comentó con otra vecina». Un quinto declaró que «oía llorar el niño amargamente» por lo que «pensó que estaba enfermo, parecía que le tapaban la boca, pero no sabía qué era porque no lo vio, que escuchó como si le pegaran, que lo pasó mal porque quería avisar pero no estaba segura, que lo escuchó varias veces, unas 4 o así, más o menos». El sexto añadió que «parecía que no había niño, que él escucho el lloro del niño y no le pareció normal de un niño de dos años, pues él ha criado a 4 y no era un llanto normal, era como quejándose. Que el llanto cesaba de golpe y ya no se oía nada, y que lo comentaba con su mujer, que a ver si ya no había niño». Y un séptimo dijo que le llamó la atención la forma de llorar, a menudo y raro, pues empezaba muy fuerte, gritando, y paraba en seco; que escuchó como una especie de guantazo, que también escuchó «sonido como de arcadas y pensó que estaba vomitando y que estaba malico».

La familia de los acusados: era un niño feliz

La defensa aportó el testimonio de la familia de los acusados. Una tía declaró que se relacionaba con ellos, intentando ir cada dos días, y nunca vio nada raro, pues trataban bien al niño, sin que nunca le hubiera visto lesión ni hematoma. En definitiva, que Aarón era un niño feliz que hacía una vida normal. 

La madre cuenta a la policía un secuestro, después un accidente

La declaración de los policías nacionales es fundamental en el juicio porque narran la escena que se encontraron. La primera versión de la madre es que «les habían secuestrado el sábado pasado (a ella y al bebé), los metieron en el coche en la parte de atrás y en un descuido se tiró en marcha con el bebé». La agente no se lo cree y le pregunta por qué no le había llevado al médico antes, Cristina le contestó que por miedo. Luego le contó que el niño se había caído en el parque «que era un niño muy movido y que se habría dado el golpe por sí solo». Los agentes le interrogan si alguien le ha pegado, lo niega pero, finalmente, admite que su pareja y dice estas frases: «Habitualmente cada día le pega porque le molesta (...) que su niño lloraba mucho y su pareja no lo soportaba y normalmente su pareja lo agarraba por el cuello (...) que su forma de educar era pegarle y que no conoce otra forma (...) se sentía mala madre porque no se sentía capacitada para cuidar a su hijo (...) ese día se le fue de las manos (...) fue en su presencia (...) ese día el niño lloró y como otras veces fue a su manera a callarlo, como siempre lo hacía (...) que normalmente le golpeaba y ese día, estaba inconsciente, que intentaron reanimarlo con agua, y cuando no volvió en sí, le envolvieron en una toalla y buscaron a un vecino para que los llevara». El agente narra que Cristina «nunca le preguntó por el niño. Estaba más preocupaba por lo que le podría pasar a su pareja y que «tenía miedo de contar la realidad porque no quería que su pareja fuera tratada como un maltratador (...) que le daba igual perder la custodia del niño pero no quería que le pasara nada a su pareja». 

Después se entrevistaron, José Antonio les ofreció distintas versiones del origen de las lesiones. El viernes pasado estando la madre y el hijo en el parque unos chicos le pegaron y que llegó con un moratón, «no denunciando por miedo a represalias». Cuando los agentes le dijeron que esta versión no tenía que ver nada con la de la madre dijo que «iba a decir la verdad» y contó que «pegaba habitualmente» a Aarón, «que le molestaba mucho el llanto del bebé y que era la forma de educar que él conocía», «que ese día le dio un tortazo y un puñetazo» haciendo un gesto de cerrar el puño, «que se le fue de las manos, que me sacó de quicio, no lo soporté, que cuando llora lo cogía del cuello y callaba y hoy se le había ido el golpe», que ese día el niño quedó inconsciente.