El lunes nos dejó inesperadamente, ingresado en la UCI de un hospital zaragozano y víctima de esta terrible pandemia, uno de estos médicos destacados que tanto ha ayudado a construir el gran Hospital General Universitario de Elche que hoy conocemos, y al que miles de pacientes recordarán por haber dirigido su rehabilitación.

El doctor Laborda Cuartero nació hace 76 años en su Fuendejalón natal (provincia de Zaragoza), tierra de vinos y de agricultura y ganadería. Hijo del veterinario del pueblo, pronto comenzó a destacar como buen estudiante e hizo el preparatorio del Bachiller por libre, sin necesidad de ir al internado. Estudió en los Jesuítas de Zaragoza y, quizá influido por su padre, hizo la carrera de Medicina en la Universidad de Zaragoza. Ya graduado, se fue a hacer los madriles e inició la residencia en la especialidad de Rehabilitación, en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Tras algunos trabajos breves, se incorporó en 1986 al que había de ser su destino profesional definitivo, ganando por oposición la plaza de jefe de sección de Rehabilitación del Hospital General Universitario de Elche.

Bajo su aspecto de hombre tranquilo y conciliador, el doctor Laborda escondía una personalidad decidida y tenaz, porque sabía que la Rehabilitación era un aspecto clave de la asistencia sanitaria. En las tres décadas que trabajó en el hospital convirtió un pequeño servicio de tres médicos y cuatro fisioterapeutas, que apenas podía cubrir la rehabilitación de pacientes de Traumatología, Neurología y Electroterapia, en un potente servicio que multiplicó hasta 9 sus secciones específicas y que contaba, ya en 2006, con seis especialistas médicos, 14 fisioterapeutas y cinco auxiliares de enfermería. A ello ayudó decisivamente la llegada de una magnífica generación de fisioterapeutas, como el supervisor Antonio Jorge, Manolo Alguacil y otros ya jubilados actualmente. El doctor Laborda siempre reconoció el enorme potencial que aportaban los fisioterapeutas y confió en ellos para desarrollar plenamente el servicio.

Quedaba por cumplir el reto de salir de una vez del sótano del hospital e integrarse en el moderno edificio de la UIAE, que se construía en 2011. Severiano Laborda y Antonio Jorge pelearon para que el Hospital tuviera uno de los más modernos y funcionales servicios de Rehabilitación de la Comunidad Valenciana. Amplio, bien comunicado con el hospital, accesible y capaz de responder a todos los retos de rehabilitación de la Medicina actual, tan volcada en los pacientes crónicos y las personas mayores. Actualmente el servicio tiene cinco consultas médicas y 10 secciones de fisioterapia: Sala de Raquis, Escuela de Hombro, Unidad de Respiratorio, Fisioterapia Cardíaca, Sala de Pediatría, Sala de Drenaje Linfático, Sala de Presoterapia, Sala de Neurología, Sala de Hidroterapia y Gimnasio General. Si la valía profesional de una persona se mide por la herencia que deja, el doctor Laborda deja una fantástica herencia a las nuevas generaciones de rehabilitadores y fisioterapeutas. Le ha quedado clavada la espinita de no haber podido poner en marcha la Unidad del Daño Cerebral, que sus compañeros quieren pronto hacer realidad y que lleve su nombre en su honor.

El doctor Laborda fue también durante muchos años profesor asociado del Departamento de Traumatología de la Universidad Miguel Hernández, y consiguió finalmente la plaza de jefe de servicio de Rehabilitación, trabajando en el hospital hasta los 70 años. Hombre de prodigiosa memoria y de gran cultura, a Severiano le encantaba leer muchos libros, dar largos paseos por Elche y asistir a los conciertos de música clásica en el Teatro Principal de Alicante. Como todo no va a ser cultura, asistía también con nosotros a la peña futbolística madridista que montábamos en la cafetería Nueva York, frente al Palacio de Congresos.

Le gustaba ir con su amigo Conrado Shum a hacer viajes por todo el mundo, pero también ir a su pueblo de Zaragoza, donde tenía sus viñas y hacía, por supuesto, el mejor vino del mundo. También pasaba largas temporadas con sus sobrinos en Albacete, de donde era Charo, su esposa, fallecida años antes. Aunque no tuvo hijos, tuvo la satisfacción de ver cómo 3 de sus sobrinas eran médicas y 2 de ellas escogieron además su misma especialidad de Rehabilitación.

Querido Seve, te vamos a echar mucho de menos todos tus amigos de Elche y de Zaragoza, y todo el personal del Servicio de Rehabilitación, que están desolados. Te van a echar de menos los miles de pacientes que atendiste con eficacia y profesionalidad. Te van a echar de menos tus hermanas Carmen y Josita y tus sobrinas médicas, a las que enviamos desde aquí un fuerte abrazo. Te van a echar de menos en el restaurante El Galliner, donde Fina te hacía esos platos caseros que tanto te gustaban…

Descansa en paz, viejo amigo.