«No es cierto que todo sea incierto».

Blaise Pascal (1623-1662), matemático, físico y filósofo francés.

Incertidumbre. Por doquier y en derredor. ¿Sube la curva, se estabiliza o quizás está bajando antes de volver a subir? ¿Afectarán los aerosoles humanos a la capa de ozono tanto como a nuestra salud?¿Bastará con 100.000 euros para iluminar la Navidad ilicitana entre tanta oscuridad? ¿Habrá, en todo caso, Navidad? ¿Nos encerrarán de nuevo? ¿Nos dejarán salir después? Mucha incertidumbre. Otra vez. Y es que nuestro amigo Heisenberg y su principio de incertidumbre nos recuerdan constantemente que en la vida, como en la mecánica cuántica, nunca podemos estar seguros de nada. No hay más que tratar de desentrañar las estadísticas oficiales del covid-19 para aprehender este principio en su más amplia epistemología.

Es normal, como seres humanos y humanas que somos, que tratemos de aferrarnos a cosas que nos den certeza, aún a sabiendas de que los sentidos nos engañan y que las emociones no hacen sino empeorar el trampantojo. Frente a tanto desasosiego que nos rodea, acrecentado con la suspensión, también, del Misteri otoñal y la romería de San Crispín, y sin saber si la Virgen hará su venida este año o se quedará en alta mar, y si a Papá Noel y los Reyes Magos les tocará confinarse en sus confines, es lógico aferrarse a cualquier pequeño atisbo de esperanza, por pequeño que sea.

Como por ejemplo, el anuncio ministerial de la aprobación del Estudio Informativo Red Arterial Ferroviaria de Elche: variante de conexión de la nueva estación de Alta Velocidad con el centro urbano, que no es ni más ni menos que cuatro kilómetros de vía electrificada desde la salida del túnel del Pla hasta el, llamémosle, apeadero Elche-Matola-Dama d’Elx. Una buena noticia, como se ha apresurado a destacar el alcalde, Carlos González; esencial, ha añadido, para dar un impulso a las infraestructuras de valor estratégico de nuestra ciudad que nos aporten un plus de competitividad y una mejora sustancial de nuestras comunicaciones. Estupendo, pero le ha faltado añadir (ya sabemos que eso no lo dicen los gobernantes, si no es mediante intrincados eufemismos y perífrasis) que aún faltará mucho para que lo veamos, si es que lo vemos (como el mismísimo AVE, que posiblemente será otra ilusión sensorial más).

Porque se trata de un mero estudio informativo, que salió a exposición pública en 2018. Ahora queda meter en los Presupuestos Generales del Estado (PGE) una partida para la redacción del proyecto, convocar el concurso y una vez fallado, aprobar la redacción del proyecto, consignar la consiguiente partida para pagarlo y, cuando esté redactado, aprobar el presupuesto para sacarlo a concurso, licitarlo después y adjudicar las obras. Y seguramente habré olvidado algún otro trámite. Échenle cuatro o cinco años. O más. Solo para empezar a trabajar, que luego, como se trata de consignaciones anuales, los 32 millones del coste se podrán dilatar a criterio del ministro de turno. Incertidumbre total.

Pero no queda aquí la cosa. Para añadir más incerteza al asunto, ocurre que Adif (el ente ministerial que administra las infraestructuras ferroviarias) sacó el año pasado a concurso el proyecto de electrificación (y consiguiente cambio de vías a ancho internacional) del tramo de cercanías entre Alicante y San Isidro, que es la línea que pasa por Elche. En dicho proyecto no se contemplan las conexiones con el aeropuerto ni con el AVE en Matola. Podría suceder, dado que la empresa pública suele ser más rápida que el ministerio, que se comience a ejecutar esta obra (aunque tampoco hay que ser muy optimistas al respecto) antes que la variante del estudio aprobado ahora. Así, a no ser que ambas propuestas acaben confluyendo, por mor del celo de algún diligente técnico y/o la inusual lucidez del responsable político de turno, cabría la posibilidad de que se construya antes el nuevo trazado de cercanías, sin las conexiones reclamadas y anunciadas, que el tramo que promueve el ministerio. Yo no apostaría ni por lo uno ni por lo otro, pero ahí lo dejo.

En cualquier caso, todo esto depende de los presupuestos estatales, esos que están ahora en pleno debate y trámite de aprobación. Con ese propósito reapareció públicamente el secretario local del PSOE, diputado nacional y a la sazón ex alcalde, Alejandro Soler, para proclamar desde el mismísimo mosaico íbero de la Plaça de Baix que el proyecto de PGE para 2021van a poner a Elche de punta en blanco. Bueno, no a Elche ciudad precisamente, sino a sus alrededores (carreteras, conexiones ferroviarias...). Y tampoco precisamente de punta en blanco, sino más bien lo que van a poner son puntos (y líneas, que a fin de cuentas no son más que sumas de puntos) en el blanco del papel, porque los dineros no son en su mayor parte para obra nueva, sino para ir haciendo estudios, proyectos y propuestas.

Un vendedor de cupones que pasaba por la plaza en el mismo momento que hablaban de los PGE asegura que oyó al alcalde quejarse a su secretario general amargamente: «Mucho plan nacional de reactivación y tal, pero para la Ronda Sur y las mejoras ferroviarias, solo miseria y compañía...». «No te quejes, que vamos a ponerle el nombre de Miguel Hernández al aeropuerto, y gratis, no como con Mercedes Alonso», zanjó el diputado socialista, que evitó otras inoportunas réplicas de su compañero haciendo como que hablaba con un albañil acerca de si los sinuosos motivos íberos de la plaza evocaban palmas o plumas de cerceta pardilla autóctona (Marmaronetta alcudiensis).

Nada más enterarse, la oposición municipal ilicitana (PP, Vox y Cs) ya ha solicitado ¿adivinan qué? En efecto, otro perrito piloto, digo, otro pleno extraordinario, para sacarles los colores a los socialistas y proponer enmiendas que mejoren las rácanas inversiones estatales. Por supuesto, será otra sesión fútil, pero en esta ocasión no se le puede reprochar a los grupos opositores que no están en su sitio y en el papel que les corresponde, exigiendo al Ejecutivo de Sánchez un mejor tratamiento presupuestario y más diligencia en los asuntos pendientes.

Probablemente en esta ocasión a Carlos González (y a todo el equipo de gobierno, en especial a Compromís) el cuerpo le pida votar con el frente opositor para enmendar y aumentar las inversiones en el municipio, porque muy contento no debe de estar con el trato dispensado por sus compañeros de Madrid en estas sus primeras cuentas estatales. Quiso el alcalde reconvenírselo en persona a Pedro Sánchez en el acto propagandístico celebrado por el presidente en València, pero al final no pudo porque se pusieron a hablar de resiliencia y en eso apareció el ministro Ábalos. «El AVE llegará a Elche antes del verano», espetó, y se llevó al presidente. Igual le envía González un email para pedirle más inversión. Seguramente le dirá que no, pero ¿y si sí?

En cualquier caso, puestos a pedir un pleno extra, y por el mismo precio, se debería meter también en el debate el trato a Elche en los presupuestos de la Generalitat del Botànic II para el próximo año, a ver qué tal va el retorno de los 43 millones de la deuda histórica. Y tampoco estaría mal ampliar el orden del día a las inversiones que la Diputación (gobernada por PP y Cs, recordemos) dedicará a Elche en su próximo presupuesto. Sería muy interesante saber si el ente provincial consignará alguna cantidad para el prometido palacio de congresos (aunque sea simbólica, por ejemplo, para un estudio informativo, como el del tren) o permanecerá a la espera del ilusorio consenso, un año más.