Hoy celebramos que el 30 de noviembre del año 2000 la UNESCO tomaba la decisión de incluir el Palmeral de Elche en la Lista de Patrimonio Mundial. Conmemoramos pues el 20 aniversario de una fecha histórica para nuestra ciudad.

El Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO acordó la inscripción del Palmeral en la Lista de Patrimonio Mundial al entender que el Palmeral Histórico de Elche «es un paisaje cultural único, de valor excepcional y significación universal, un legado cultural vivo de Al-Andalus».

El Comité describió el Palmeral como paisaje cultural evolutivo: «El Palmeral de Elche, un paisaje de huertos de palmeras, fue formalmente constituido, con elaborados sistemas de regadío, al tiempo que la ciudad musulmana de Elche fue erigida, hacia finales del siglo X, cuando buena parte de la Península Ibérica era árabe. El Palmeral es un oasis, un sistema para la producción agrícola en zonas áridas. Es también un ejemplo único de prácticas agrícolas árabes en el continente europeo. El cultivo de palmeras datileras en Elche es conocido al menos desde el tiempo de los iberos, siglo V a.C.».

Es decir, la declaración se fundamentó en base a que el Palmeral es un paisaje único y excepcional, ejemplo de transferencia cultural de un continente a otro, y de supervivencia, a la par que en el hecho de haber mantenido su morfología desde la ocupación árabe hasta nuestros días.

Que el Palmeral fuera declarado Patrimonio de la Humanidad ha tenido, indudablemente, una gran relevancia y repercusión para nuestra ciudad. Ser Patrimonio de la Humanidad es un activo intangible que aporta valor al Palmeral como paisaje cultural y a la propia ciudad como espacio que lo alberga y lo tutela.

Veinte años formando parte del selecto club mundial de las ciudades Patrimonio de la UNESCO ha favorecido la visibilidad nacional y la proyección internacional; nos ha situado como municipio de referencia en el turismo cultural; ha permitido proyectar una imagen de municipio respetuoso con su riqueza patrimonial y, sobre todo, ha posibilitado cerrar el debate recurrente del siglo XX sobre la construcción en los huertos como mecanismo de salvaguarda del Palmeral histórico.

Porque, sin lugar a dudas, uno de los efectos más valiosos de la Declaración de Patrimonio de la Humanidad sobre el Palmeral ha sido precisamente zanjar a cal y canto la presión urbanística que han sufrido los huertos de palmeras desde finales del siglo XIX y que se intensificó con el acelerado desarrollo urbano experimentado por la ciudad en el siglo XX.

Piénsese que algunos autores estiman que, en el periodo entre 1890 y 1933, desaparecieron al menos nueve huertos que representaban una pérdida casi de 130.000 m2 de palmeral. Circunstancia que probablemente llevó al insigne historiador y archivero local Pere Ibarra Ruiz a denunciar amargamente, allá por 1920, en la prensa local y ante las autoridades locales y nacionales, los constantes ataques que estaban padeciendo los huertos de la ciudad.

Y piénsese también que el intenso desarrollo experimentado por la ciudad a partir de mediados del siglo XX supuso que la obtención de buena parte del suelo industrial, residencial, dotacional e incluso para infraestructuras necesario para dicho crecimiento, se obtuviera a costa del Palmeral.

Abundando en la cuestión, es preciso recordar que la tensión entre el crecimiento de la ciudad y la conservación de los huertos de palmeras se ha mantenido plenamente vigente, en primera instancia, hasta la aprobación definitiva del PGOU de 1998. Su normativa articuló un novedoso mecanismo que permitió que la inmensa mayoría de los huertos históricos en manos privadas pasarán a ser de propiedad municipal, en lo que se dio en llamar la publificación del Palmeral Histórico, una de las decisiones más certeras de cuantas se han tomado a lo largo del siglo XX para la salvaguarda de nuestro preciado paisaje cultural.

Pese al significativo avance que ello supuso es, precisamente, la declaración de Patrimonio de la Humanidad el punto de inflexión que frena las expectativas económicas y urbanísticas que históricamente han generado nuestros huertos de palmeras.

Por ello, considero que la gran aportación que ha supuesto la declaración ha sido iniciar una nueva etapa en la relación entre la ciudad y su Palmeral, que podríamos llamar de blindaje cultural y emocional; una suerte de conciencia colectiva mayoritaria tendente a la protección del palmeral, que se une a la protección urbanística derivada del PGOU y a la que pronto se sumará la derivada de la futura Ley de Protección y Tutela del Palmeral que van a comenzar a debatir las Cortes Valencianas, precisamente, a iniciativa del Ayuntamiento de Elche.

En conclusión, cabría señalar que la declaración de Patrimonio de la Humanidad del Palmeral ha supuesto potenciar y extender la sensibilidad tendente a la protección a ultranza de los huertos de palmeras del Palmeral Histórico, erigiéndose como una garantía de salvaguarda, tutela y de conciencia colectiva proteccionista, lo que sin duda es una magnifica noticia para el futuro de nuestro Palmeral.

Por tanto, este vigésimo aniversario debe servir para sentirnos profundamente orgullosos y comprometidos con este valioso paisaje cultural excepcional que hemos recibido de nuestros antepasados; que nos aporta sentimiento de identidad y hace singulares; y que tenemos la obligación cívica de legar, incluso en mejor que estado que lo recibimos, a las futuras generaciones de ilicitanos e ilicitanas.