Desde una caja de vidrio a la otra,

mirarse, aislarse, mirarse: eso era todo».

«Rayuela» (1963), novela de Julio Cortázar.

Todavía bajo los efectos de la semirreclusión de estos pasados días pretendidamente festivos constato que llevamos ya unas jornadas del anhelado nuevo año y todo sigue igual, si no peor. Y nos avisa Ximo Puig de que aún empeorará más, que nos vayamos preparando. No se preocupe, president, que ya llevamos mucho entrenamiento. Tantas ganas de dejar atrás el ominoso 2020 para esto. La luz al final del túnel no era más que un efecto de la reflexión especular del alumbrado navideño de la Plaça de Baix en las aguas del Vinalopó, al paso del tren por el vano del puente del Ferrocarril. Es posible que ni siquiera estemos cerca todavía del apeadero de Carrús, en términos de analogía pandémico-ferroviaria.

Hemos oído los lastimeros tañidos de Calendura anunciando el nuevo año a una plaza mayor desoladoramente vacía y muda. ¿Y qué decir de la visita de los Reyes Magos? Hemos visto al alcalde recibirlos clandestinamente, como si se trataran de emisarios del mismísimo emérito, para evitar aglomeraciones indeseadas (verbigracia: Valencia). Incluso se rumorea en los habituales circuitos generalmente bien desinformados (Fakebook, Trolagram y Chistter) que para poder cumplir las medidas sanitarias y las restricciones horarias y de movimiento, Sus Majestades orientales tuvieron que subcontratar a empresas logísticas y riders para repartir a tiempo los regalos.

Lo cual tuvo nefastas consecuencias en determinados casos, porque los repartidores subcontratados y falsos autónomos fueron de cráneo con tanto paquete y algunos se liaron de veras, equivocando regalos y destinatarios. Empezando por la primera autoridad, Carlos González, que según las mismas fuentes apócrifas, pidió a los Reyes una cinta para correr en casa, ya que por el trabajo y las medidas covid-19/20/21 no puede entrenar lo que quisiera al aire libre, y recibió en cambio un ejemplar de «El dominio mental (Geopolítica de la mente)» de Pedro Baños. «Collinsa -exclamó moderadamente el alcalde nada más percatarse del cambiazo-, debí de enviarle la carta a Papá Noel», y se fue a correr por la ladera del río con una cinta (para el pelo) en la cabeza.

Cuentan que otro afectado resultó ser Pablo Ruz, que pidió a los Reyes la integral de Bach (el músico, no el de las flores) editada por Deutsche Grammophon (222 cedés y un devedé), y se quedó anodadado cuando abrió el paquete y se encontró una bici de montaña (eso sí, al menos era de la marca ilicitana Mondraker). La forma y el tamaño del paquete ya infundieron sospechas al líder popular y Jefe de la Oposición, pero pensó que los discos vendrían acompañados de una figura de cartón a tamaño natural del excelso maestro barroco (elemento que, por cierto, en el argot publicitario de algunos países latinoamericanos se conoce como rompetráfico. Ahí lo dejo).

También se comenta en las redes (de arrastre, en este caso) que otra de las afectadas por el baile de regalos ha sido la responsable de movilidad sostenible y saludable, Esther Díez, que acabó recibiendo la cinta para caminar del alcalde, cuando había pedido un Scalextric Advance con coches enchufables y carril bici para jugar con su hija, que ya está muy crecidita. La portavoz compromisaria se encontró precisamente con su homólogo socialista y responsable de la limpieza pública, Héctor Díez en un centro comercial cuando la edil se acercó a cambiar el regalo, desplazamiento que llevó a cabo no sin cierta dificultad a la hora de transportar la cinta mecánica en la cesta de su bicicleta.

Díez (H) le confesó a su compañera de gobierno que también había recibido un paquete equivocado. Resulta que pidió un superreloj inteligente fitness, de esos que miden la actividad física, las pulsaciones y el ritmo cardíaco, además con cronómetro y alarma incorporados para controlar con precisión las intervenciones de la oposición en los plenos. En cambio, lo que le llegó fue un camión de reciclaje de Playmobil con un juego de cuatro contenedores, por lo que sospecha que no se trata de una equivocación, sino de una perversa maniobra de algún integrante de la oposición a costa de la nueva contrata de limpieza. Investigará. Por su parte, el edil de Vox Juan Antonio Alberdi había pedido una corbata, y como no especificó, recibió una con los colores del Barça. Pero esto no era achacable al repartidor, sino a la falta de concreción en la propuesta. Ya ha tomado nota.

Que se sepa, el resto de la corporación sí recibió los regalos esperados, aunque el concejal no adscrito, Eduardo García-Ontiveros, todavía no ha podido disfrutar del suyo (la edición de mesa de Juego de Tronos). Sucedió que el repartidor no tenía actualizados los cambios en la corporación y se lo dejó en el despacho de su antiguo grupo, Cs, y ahora su portavoz, Eva Crisol, dice que no se lo dará hasta que no deje de comportarse como Juan Sin Tierra y se una a la Verdadera Oposición. El edil ha anunciado una enmienda transaccional en el próximo pleno para enmendar este nuevo atropello de su antigua compañera.

Habrá personas esperanzadoramente optimistas que tiendan a pensar que este año irá mejor porque a peor no puede ir, y tal vez acierten. Otros, pesimistas recalcitrantes (y algunos vecinos de la zona de Jayton), seguirán instalados en la zozobra y la melancolía, y tampoco les falta razón, con tantos cambios y transformaciones vitales, sociales, profesionales y familiares. Pero por suerte hay cosas que en medio de este tremendo cataclismo han seguido inalterables, como faros que nos guían en plena tempestad marina. Ahí siguen, encarando ya la mitad del mandato municipal, inalterables, inmutables: el mercado central, el hotel de Arenales y la fachada de El Progreso, por mencionar tres hitos históricos. Siempre reconforta escuchar al alcalde reiterar, un año más, que en 2021 se solucionará todo esto y mucho más. Son palabras que en medio de tanta incertidumbre y desconcierto, nos transportan a un lugar conocido, familiar; son como un arrullo balsámico.

Y, por supuesto, también resultan reconocibles, reconfortantes y entrañables algunos de los proyectos del equipo de gobierno para este año. Como la llegada del AVE, reclamar a los gobiernos central, autonómico y provincial los proyectos pendientes para el municipio; la ampliación del Parque Empresarial, el transporte público a las pedanías y, por supuesto, ese protocolo con la Generalitat sobre la deuda de los terrenos de la UMH, que también se firmará este año, por supuesto. No todas las tradiciones están perdidas. No habremos cantado villancicos ni cenado con familiares ni siquiera visto a los Reyes en su cabalgata, pero las promesas del gobierno a primeros de año siguen inalterables. Como también se mantendrá, con toda seguridad, la tradición por parte de la oposición de acusar al bipartito de vender humo pirolítico y engañar a los ilusos ciudadanos con más falsas promesas...

-Oiga -interrumpe con su habitual donaire la edil de los dineros, Patricia Maciá-, es que a mí todavía no me ha llegado el Monopoly que pedí, y como está acabando el artículo y no lo ha dicho, quiero avisar que como coja al compañero o compañera que se lo ha quedado, se le va a agotar pronto el presupuesto este año...

Ahí queda la advertencia (y no es para tomársela a broma). Acabemos con una buena noticia: por si existía preocupación al respecto en algunos sectores de la ciudadanía ilicitana y varias pedanías, Carlos González ha confirmado que el gobierno bipartido de progreso goza de buena salud. Lo que no ha aclarado es si lo han confirmado con una PCR ni si piensan vacunarlo. En fin: 2021, ¡allá vamos!