Los domingos son sinónimo para muchos de dar un paseo, ponerse el chándal y los deportivos y ahora más que nunca huir de los espacios cerrados. Eso es lo que está llevando a muchos en los últimos meses a acudir al Pantano de Elche, un espacio al descubierto y «libre» de coronavirus. Este espacio ha acabado convirtiéndose en el lugar de moda de muchos ilicitanos y de familias de otros puntos de la provincia en tiempos de pandemia.

Si este sendero ya estaba concurrido los fines de semana y festivos desde que fuera acondicionado hace dos años, las excursiones a esta zona están siendo estos días muchísimo más recurridas, sobre todo cuando no hace demasiado frío.

Grupos de senderistas que caminan junto a la presa del Pantano de Elche durante este invierno. | ANTONIO AMORÓS

Hay veces que guardar la distancia de seguridad que recomiendan los sanitarios es una misión imposible. Tampoco es nada raro ver a caminantes sin mascarilla, con la excusa de estar haciendo deporte, que se cuelan entre los que sí son responsables.

Los que están más en forma y deciden hacer la ruta de principio a fin (en total son 8 kilómetros) parten desde el Molí del Real. Allí en la ladera del río empiezan las quedadas para subir hasta la presa, la primera del mundo en forma de arco desde época romana.

Los que madrugan y tienen suerte ese día sortean la masificación, pero a los que se les pegan las sábanas y llegan en coche al aparcamiento casi al final del recorrido y cerca de las doce del mediodía se encuentran con un auténtico peregrinaje.

Ir al Pantano se pone de moda

Padres, niños, abuelos, jóvenes, perros y bicicletas desfilan en grupo por los estrechos caminales. No faltan las fotos ni los «selfies» en las pasarelas, los molinos, la casa del pantanero y mucho menos en el embalse. Facebook e Instagram dan fe de ello horas más tarde.

«Parece que hemos pensado todos lo mismo y hemos venido al Pantano. Nunca he visto esto tan lleno», le dice un senderista a otro al encontrarse con cola antes de llegar a la cascada de agua.

Un tesoro

Los que se arman de paciencia y consiguen llegar hasta el final se llevan la mejor recompensa, disfrutar de un paraje con encanto y para muchos desconocido, hasta ahora: el embalse, un tesoro que en tiempos de covid se valora más que antes.