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Esperando a Godot

Ridi, pagliaccio

Daniel McEvoy

No les desvelaré ningún secreto si les confieso que me encanta la ópera. De hecho, hace un par de años ya utilicé una como pretexto para uno de los artículos de esta columna semanal. En aquella ocasión, la elegida fue La Traviata, la magnífica creación de Giuseppe Verdi, basada en La dama de las camelias, de Alejandro Dumas. Y es que, concediendo que la parte musical de este género es lo más importante, no deja de tener una relevancia sustantiva el guion, argumento, o «libretto» de las óperas, con lo que tratar aquí de alguna de ellas no nos aleja del leitmotiv de esta sección: la literatura.

En esta ocasión, y más adelante les explicaré el motivo, la ópera que me ha venido a la cabeza, y de la que llevo escuchando fragmentos toda la semana, y ahora mismo mientras escribo, es Pagliacci, de Ruggiero Leoncavallo, y más en concreto la celebérrima aria para tenor del final del primer acto conocida como Vesti la Giubba. La obra, representada por primera vez en el Teatro del Verme de Milán, el 21 de mayo de 1892, refiere un drama de celos en una compañía, Commedia dell’Arte, basado en una historia real que Leoncavallo conoció de joven. Su padre, que era magistrado destinado en la región de Calabria, había juzgado un «delito de celos» acaecido en una compañía de saltimbanquis. En esa compañía trabajaba una bella joven, esposa de uno de los payasos, quien en un ataque de celos la acuchilló durante una representación.

La Commedia dell’Arte o comedia del arte, fue un género precursor del teatro que surgió de una forma casi simultánea en España y en Italia a mediados del siglo XVI. Sus representaciones se caracterizaban, en primer lugar, por la improvisación. El cómico disponía de un guion básico, a partir del que su personaje gozaba de un amplio margen de maniobra interpretativa, basada en sus recursos técnicos y escénicos. El intérprete solía introducir a la audiencia en la obra, mediante la adición a ese guion, parcialmente improvisado, de referencias al lugar donde se representaba y a sus usos y costumbres locales.

Otra de las características que caracterizaban este tipo de «proto teatro», consecuencia en parte de esa libertad para improvisar, era que los actores se convertían a su vez en autores. De hecho, era frecuente que algunas de las obras de la comedia del arte se transcribieran una vez representadas, plasmando de esta forma la particular forma de contar la historia de los diferentes cómicos que intervenían. Por otra parte, los personajes eran siempre los mismos y cada actor se especializaba en uno de ellos. Estos personajes llevaban siempre la misma máscara, para que el público los reconociera, y los principales eran Pantalone, el patriarca que encarna el poder económico, Il Dottore, que representa el poder intelectual, Arleccino o Arlequín, el personaje enigmático, farsante y fantasioso, etc.

Pero aún no les he explicado cuál ha sido el desencadenante de que la ópera Pagliacci (Payasos, aunque no creo que fuera necesaria la traducción) y la Commedia dell’Arte hayan acudido a mi mente. Les va a parecer una extraña asociación de ideas, pero ha sido la inauguración de la línea de AVE Madrid-Matola-Orihuela. No podrán ustedes negar, en cualquier caso, que esa inauguración tuvo un punto tragicómico, como la ópera de Leoncavallo, al saberse que el Presidente del Gobierno se desplazó en helicóptero a Alicante para inaugurar un tren en Elche, y que los personajes que acudieron iban perfectamente caracterizados con sus caretas, y llevaban un guion aprendido, si bien con un margen para la improvisación según sus «recursos técnicos y escénicos» o, dicho de otra forma, según sus tablas políticas y su rango en el escalafón administrativo y partitocrático.

Sin embargo, entre el acto del pasado lunes y la Commedia dell’Arte sí hubo una gran diferencia: mientras en la comedia se alentaba la participación activa del público, en la inauguración se sustrajo toda posibilidad de participación, no ya de la ciudadanía en general, so pretexto de las necesarias medidas de seguridad e higiene contra la epidemia -las mismas que infringen muchos cargos y cargas públicas (esto no es lenguaje inclusivo, sino pura, lacónica y lacedemónica ironía)- sino también de la prensa. Y esto último es muy grave, porque de ese modo una aparición pública como la que protagonizaron tres personas de tanta relevancia como el presidente del Gobierno, el president de la Generalitat, el ministro de Transportes y el alcalde de Elche, se convierte en un acto de mera propaganda partidista, eso sí, pagado por todos.

Este extremo fue denunciado por la oposición, aunque ese hecho es irrelevante, puesto que, si la oposición fuera gobierno y viceversa, los unos lo habrían hecho también y los otros lo habrían criticado, y al revés. Pero que los que otrora censuraban el «plasma de Rajoy» no den la cara ni en pintura, ha sublevado al conjunto de la profesión periodística. Tanto es así que la Asociación de Periodistas de Elche emitió a este respecto un duro comunicado en el que se afirmaba, entre otras que «…queremos manifestar nuestro profundo malestar ante el ninguneo y la falta de respeto al derecho a la información que se ha vivido hoy en la inauguración de la estación de AVE en Elche. (…) … el propio Ministerio de Transportes se ha optado por un ‘pool’, es decir, contratar a agencias para cubrir el acto, eligiendo de esta forma qué medios de comunicación son lo que pueden asistir. Una opción que ha dejado de lado a los medios locales y regionales que llevan años dando cobertura a la situación de las infraestructuras y el AVE en la ciudad».

El comunicado terminaba exponiendo que (sic) «En un día como hoy, con un acto oficial en el que no ha habido ningún tipo de preguntas a los responsables políticos, desde el alcalde ilicitano hasta el presidente del Gobierno, pasando por el ministro de Transportes o el president de la Generalitat, los medios locales tendríamos que haber tenido la oportunidad de poder preguntar por plazos, presupuestos y futuras actuaciones que preocupan a la sociedad ilicitana, o por otros menesteres. El mínimo que podemos hacer ante estas situaciones es denunciar que con la excusa de la pandemia se limiten Derechos Fundamentales como el del derecho a la información».

En fin, voy a poner otra ópera.

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