Es imposible saber el número de interrogatorios, de pistas baldías que se han seguido, de sospechosos que han dejado de estarlo y de otros a los que todavía se vigila, pero el crimen de Alicia, una funcionaria de la Administración de Justicia de 45 años, cuyo cadáver apareció a pocos metros de la pedanía de La Hoya el 6 de noviembre pasado, sigue siendo un caso abierto. El juzgado mantiene las diligencias bajo secreto de sumario y a día de hoy se repiten de tanto en tanto las reuniones a tres bandas: policía, magistrada y fiscal, para saber en qué se está avanzando o sobre qué hipótesis se trabaja porque agentes, y no sólo de Elche también de la Brigada Central de Madrid, siguen dándole vueltas al caso.

El celo es máximo en un asunto que ha dejado mucho dolor a su paso y no sólo en una familia normal que sigue sin comprender nada de lo que ha pasado. Su madre ha abandonado la pedanía en la que vivía con la muchacha, los vecinos dicen que, les cuenten lo que les cuenten, no duermen tranquilos y la propia Comisaría se siente víctima de los reproches, de haber dedicado y de seguir dedicando todos los recursos disponibles sin éxito y con la sensación de que los ciudadanos no comprenden su trabajo. Y lo peor no es eso, lo peor de todo es que hay un asesino libre.

El crimen no tiene cabos sueltos y no tenerlos supone que no existe un móvil que lo explique. Sin una causa es difícil saber qué lleva a alguien a matar a no ser que sea un psicópata y en ello nadie quiere pensar, pero se piensa. No hay nada que haga sospechar que pudo haber un intento de agresión sexual o de robo como desencadenante, aunque eso allanaría el camino y daría un perfil. Se trabaja a partir de pequeños detalles y todo se analiza y se vuelve a analizar. El mismo informe se lee una y otra vez por unos policías y por otros. El tipo de estrangulamiento, los teléfonos móviles, los vehículos que pasaron, las cámaras que pudieron grabar, los desconocidos o extraños que había aquellos días, si un testigo se ha podido equivocar... Se han comprobado hechos parecidos en esta y otras provincias, se buscan perfiles de criminales, se repasan declaraciones, se piensa dónde están las zapatillas que llevaba Alicia o qué hizo con ellas su asesino, para qué las quería.

Cualquier cosa que conecte algo tan absurdo como la muerte de una mujer joven, sin enemigos, a plena luz, puede ser útil para la Policía Nacional. Y, cierto es que cada día que pasa, y van 101, todo parece que se apaga, todo menos el recuerdo de Alicia.