Las recientes elecciones catalanas han supuesto todo un cataclismo en la política estatal. Sus resultados trascienden a los de la propia autonomía y suponen una referencia para el resto del Estado.

Si la fecha de la votación ya fue polémica, la presencia en ella de la candidatura, a última hora, de Salvador Illa hasta entonces ministro de Sanidad, se ha demostrado determinante. La estrategia de los «cerebritos» de Moncloa, especialmente Iván Redondo, les ha salida redonda. Ahora sí, aunque no hace tanto esos mismos «cerebritos» fueron los responsables del pinchazo de la izquierda, en las generales de 2019, por no querer hacer lo que tuvieron que hacer después y en muchas peores circunstancias, por no hablar de la oportunidad que le dieron a Vox para crecer. Lástima de ocasión perdida entonces.

Los resultados en Cataluña no dibujan un panorama claro. La victoria de Illa puede quedarse en nada, al igual que pasó con la de Ciudadanos en su día. Si los independentistas mantienen su bloqueo a los socialistas, el futuro Govern será de ERC, con Junts y CUP. Toda una garantía de conflictividad y rivalidad interna. Sólo un Ejecutivo con PSC, ERC y Comuns (Podemos) daría estabilidad, y aun así siempre relativa. Que lo presidiera Illa o, tal vez para asegurar la gobernabilidad, que lo hiciera ERC, (no sería el primer caso) probablemente sea lo más necesario antes que cualquier otra fórmula.

Y es digno de resaltar que, con todo lo que la derecha de este país ha volcado sobre un candidato como Illa, este haya ganado las elecciones. Probablemente la gente sabe que, con la pandemia, nadie ha sido perfecto. La población ha sabido diferenciar. Tanto que ahí está el resultado de las derechas. Desde que Vox apareció, está ejerciendo una influencia impresionante sobre el comportamiento del PP y Cs. Tanto se ven condicionados estos por las políticas de aquellos que, intentando competir en mensajes retrógrados con Vox, al final el votante de derechas prefiere votar al original que a una mala copia como lo que representaba Casado o Arrimadas. Y ello tendrá consecuencias en la política española, máxime porque ambos se han negado a asumir responsabilidades, excepto, en el caso del PP, de plantear, como maniobra de distracción, la venta de la sede de la calle Génova, por una posible corrupción en su reforma. Esperemos no se instalen ahora en la calle Palermo.

El reequilibrio entre las derechas, con un Vox triunfal (el propio Abascal ha reconocido no esperar tan buen resultado), un PP a la baja y un Cs de debacle en debacle, apunta a profundos cambios de tendencia en este segmento del electorado.

Por otro lado, el independentismo ha conseguido un resultado electoral que supone, por poco, más del 50% del voto emitido y 74 escaños en un Parlamento de 135. Las torpes políticas que, desde Madrid y especialmente en época de Rajoy, se han hecho ante el problema catalán, han sido toda una fábrica de independentistas. Nunca ha habido más que ahora. En su momento, a un problema político que empeoraba, se le respondió con un odio y ceguera total y ahí está el resultado.

Aunque aún falta para las próximas elecciones entre nosotros, hay que tomar nota de lo que ha pasado. Hay que agilizar las ayudas para salir de la crisis, combatir el oportunismo político de algunos y atender a los más afectados y necesitados. De lo contrario, puede aumentar el desencanto y los mensajes excluyentes. Hay tiempo para mejorar, pero hay que hacerlo más rápido.

El Consell debe invertir más en lo más necesario. Hay que rescatar personas de la crisis, aparte de bancos, aerolíneas y similares. Hay que reforzar todas las áreas sociales, especialmente las que hacen referencia a la Sanidad y Atención Social, incluyendo actuaciones pendientes en atención a los mayores y a los dependientes. En Elx se pueden citar un montón de ejemplos de inversiones (centros de salud, residencias, centros de día, CEAM, etc), en estas áreas, que deberían estar ya en obras. No se puede hacer esperar permanentemente a la población algo a lo que tienen derecho y que, además, necesitan urgentemente.

Que el resultado catalán sirva para abrir los ojos a más de uno, y ponerse las pilas para acelerar los proyectos necesarios pendientes.