Que Murcia es una potente región exportadora de productos agrícolas es conocido desde hace años. Desde hace unos días, también se ha hecho famosa por exportar un determinado modelo de política que se creía desterrado: el transfuguismo.

La presentación de una moción de censura, del PSOE y Ciudadanos, contra el Gobierno de dicha región que presidía el PP y del que el partido naranja era socio ha supuesto un terremoto político no sólo en Murcia sino, de rebote, en buena parte de España.

Ha sido llamativo el hecho de que tres de los diputados de Cs, que habían firmado dicha moción, se desdecían de ella al día siguiente, siendo expulsados de su partido, y expresaban su apoyo al PP que, a continuación, les premiaba con su presencia reforzada y remunerada en el Gobierno autónomo. Un caso claro de transfuguismo y que recuerda el caso del «tamayazo» en Madrid. Inadmisible que para seguir en el poder cualquier partido, como ahora ha hecho el PP, utilice esos métodos.

Al hilo de lo de Murcia, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha adelantado elecciones autonómicas dejando tirados a los de Cs y buscando su propio interés partidista, planteando unas elecciones cuando no tocan y en plena pandemia. Será un proceso a cara o cruz para todos. El PP cree poder ganar con mayoría absoluta, por eso ha primado la convocatoria electoral antes que los intereses de los madrileños y, de paso, liberarse de Cs, a pesar de los escasos problemas que le han dado, aunque es posible que acabe siendo aún más dependiente de Vox de lo que es ahora, cosa que no parece preocuparle mucho por su creciente afinidad entre ellos. Madrid tiene un listón electoral del 5% que es una barrera importante. Ello puede afectar a la continuidad de Cs y a la de Podemos. Tal es así que hasta Pablo Iglesias ha decidido, en un gesto insólito, dejarse una Vicepresidencia de un Gobierno en el que podría seguir casi tres años más y salir a competir en las autonómicas madrileñas. Un riesgo enorme que pocos harían para asegurar a Podemos superar ese límite y contribuir, con PSOE y Más Madrid a evitar un previsible gobierno PP-Vox en Madrid que podría ser un grave retroceso allí y para el resto de España.

Toda esta situación está provocando un cataclismo en Cs. Los sucesivos fracasos electorales y lo cantos de sirena del PP lo están fragmentado aún más. Se suceden las crisis y los abandonos. Su futuro electoral es muy preocupante.

Y, de rebote, al PSOE también le afecta lo que pasa con Cs. De lo que se pensaba que sería una nueva relación entre ellos, a raíz de lo de Murcia, y de un nuevo modelo de colaboración que podría verse reflejado en muchos sitios y, especialmente, en los próximos escenarios electorales, se ha pasado a una situación peor que antes. Las posibilidades de colaboración soñadas se están esfumando.

Y eso que ya se venía intentando: Pedro Sánchez lo hizo con los Presupuestos del Estado y Ximo Puig con los de la Generalitat, Carlos González en Elx sí lo consiguió en la anterior corporación. Y, de haber salido lo de Murcia, es más que probable que el PSOE soñara con tener un posible nuevo aliado, en sustitución de los actuales, en escenarios electorales futuros. Y es un deseo que, en la dirección socialista, siempre han ansiado muchos, y que sólo la egolatría de Albert Rivera impidió.

Lo acontecido en Murcia es muy grave. El transfuguismo no puede resucitar y ser premiado de esa manera. Mantener el poder no puede justificarlo todo. Hay una creciente decepción con la política y de la que se aprovechan fuerzas populistas que pretenden deslegitimar la democracia. No se deben permitir esas prácticas ni estos comportamientos. Solucionar los problemas políticos comprando voluntades como ha hecho el PP, es nocivo y debe rechazarse. Lo haga quién lo haga.