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El desgaste hace mella en los equipos que atendieron los primeros casos de coronavirus

Los sanitarios del Vinalopó de Elche narran sus vivencias del último año, etapa de altibajos en la que a momentos de esperanza les siguieron repuntes

Una sanitaria se coloca el EPI. ayer, con la ayuda de una compañera. ANTONIO AMORÓS

Una montaña rusa. Así definen desde el equipo de Medicina Interna del Hospital del Vinalopó todo lo que han vivido durante los últimos doce meses, desde que el 15 de marzo del año pasado atendieron los primeros casos de coronavirus en la ciudad hasta la actualidad, en la que pese a que los datos son cada día mejores y este miércoles solo había veinte pacientes ingresados en los dos hospitales ilicitanos, no bajan la guardia ante el riesgo de que se produzca una cuarta ola si la población no es responsable en el puente de San José y Semana Santa.

El cansancio y el desgaste están haciendo mella en los sanitarios que llevan doce meses en la primera línea de la batalla contra el virus, tratando de contener la pandemia desde las trincheras de los hospitales. El buen hacer profesional es la mejor receta que tienen para combatir la fatiga pandémica en un año que ha dado para mucho, sobre todo para ir obteniendo información sobre el virus a marchas forzadas. La principal diferencia con los compases iniciales radica en el conocimiento que se ha adquirido. Aunque todavía queda mucho trabajo por delante, nada tiene que ver la forma actual de actuar con la de hace doce meses, en la que la incertidumbre y el miedo a lo desconocido eran la tónica general.

«Nosotros no decidimos montarnos en esta montaña rusa, lo tuvimos que hacer por obligación», asegura la jefa del servicio de Medicina Interna del Vinalopó, Maribel Pérez Soto, antes de rememorar las semanas previas al 15 de marzo del pasado año. En el hospital ilicitano las directrices provenían del centro que su grupo sanitario gestiona en la localidad madrileña de Torrejón de Ardóz. «Allí ya llevaban unos veinte días atendiendo a pacientes contagiados y nos iban transmitiendo información para preparar nuestro protocolo de actuación», recuerda la doctora.

Las últimas semanas de febrero y las primeras de marzo de 2020 estuvieron marcadas por reuniones frenéticas en el hospital, en el que la coordinación entre las direcciones médicas y de enfermería con los servicios de Medicina Interna, Medicina Preventiva, Urgencias, Hospitalización a Domicilio y UCI desempeñó un papel clave. «Fueron días de mucha actividad, incertidumbre y expectativas para tenerlo todo preparado porque sabíamos que no iban a tardar en llegar los primeros casos de covid-19. Contar con la información que nos llegaba desde Madrid fue una ventaja», señala la sanitaria Pérez Soto.

Parte del servicio de Medicina Interna del Hospital del Vinalopó durante su trabajo de ayer. | ANTONIO AMORÓS

Llegar a lo más alto

Desde el servicio de Medicina Interna tienen la sensación de que el 15 de marzo del año pasado llegaron a lo más alto de la montaña rusa y desde ahí se lanzaron al vacío, con el temor de enfrentarse a un virus desconocido. Ese día llegaron al hospital los primeros pacientes contagiados. «La organización y el estudio previo fueron fundamentales, una vez que aparecieron los primeros ingresos, fue todo rodado. La espera previa fue más dura», sostiene la responsable de la unidad hospitalaria. En su servicio destacan como otra de las claves la coordinación entre todos los trabajadores del hospital, desde médicos hasta limpiadores, pasando por enfermeros, auxiliares o técnicos.

Uno de los mayores temores que tenían los sanitarios del hospital en las primeras semanas de pandemia era la de saber colocarse correctamente los trajes EPI para garantizar su seguridad. Antes de que llegaran los primeros casos al Vinalopó estuvieron haciendo ensayos con los profesionales de Medicina Preventiva. «Hasta que llegó el día cero y nos vestimos para actuar sin que desapareciera el miedo. Íbamos en pareja para que uno siempre vigilara que todo saliera bien», manifiesta Pérez Soto.

Tras pasar los momentos más duros, con las plantas abarrotadas, el hospital se prepara ahora para iniciar la entrada en una nueva fase de normalidad. Eso no hace que se olviden los momentos más duros de los últimos doce meses y que al desgaste actual haya que sumarle el riesgo de una cuarta ola que impide que, a fecha de hoy, se puedan garantizar las vacaciones de Semana Santa para el personal sanitario. Así recuerda la doctora Pérez Soto las etapas en las que el ánimo de la plantilla estaba más bajo: «Lo más duro ha sido cómo se han sucedido los momentos en los que parecía que se atisbaba la luz al final del túnel, como en la segunda ola, con repuntes muy grandes de los contagios, como el que se vivió después de las Navidades».

Entre las etapas de mayor dureza emocional, los sanitarios apuntan como una de las peores la del primer confinamiento, en el que la sensación de aislamiento y soledad era enorme, alejados de sus familias ante el riesgo al contagio, con una carga de trabajo de lunes a viernes casi insoportable y unos fines de semana que se tenían que dedicar a reuniones en las que ir actualizando los protocolos de actuación. «Sabíamos cuándo empezábamos a trabajar pero no había hora de salida. Si habíamos terminado para el aplauso de las ocho ya nos dábamos con un canto en los dientes. El reconocimiento de la población era gratificante pero el cansancio podía con todo», señalan desde el servicio de Medicina Interna, en el que, un año después de atender los primeros casos de covid-19 en Elche, la fatiga hace mella.

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