La celebración cristiana de la Candelaria, que tiene lugar el 2 de febrero, conmemora el día que Jesús fue presentado en el templo, coincidiendo también con la Purificación de la Virgen, cuarenta días después del parto. La tradición señalaba que, en esa fecha, los cristianos debían acudir a la iglesia con sus velas para que fueran consagradas y, de ese modo, granjearse bendiciones para lo que restaba del invierno. Como muchas festividades cristianas, esta hunde sus raíces en la antigüedad clásica, pues los romanos también tenían la costumbre de encender velas ese día, coincidiendo con la mitad exacta del invierno, para ahuyentar a los malos espíritus.

Coincide también que el 2 de febrero suele usarse como un día significado para predecir si la segunda mitad del invierno va a ser más o menos cruda. Por nuestros pagos, la expresión más empleada al respecto es la que dice que Si la Candelària flora, l’hivern está fora, i si no flora, ni dins ni fora. Parece ser que este adagio popular hace referencia a la floración de los almendros. En el resto de Europa también existen dichos similares, con las particularidades propias de cada zona, como es lógico.

Ahora bien, si existe una tradición curiosa, y que se ha hecho mundialmente famosa, de predecir el tiempo el día de la Candelaria, esa es la que, cómo no, tienen los estadounidenses. Más en concreto los del pequeño pueblo de Punxsutawney, en Pensilvania. En esa localidad siguen la costumbre que introdujeron inmigrantes alemanes en el siglo XIX quienes, en su país de origen, utilizaban como instrumento meteorológico la sombra que proyectaba un erizo: si esa sombra era visible el día de la Candelaria, habría seis semanas más de invierno. Como en Pensilvania no encontraron erizos, lo sustituyeron por la célebre marmota que habrán visto ustedes en las noticias de ese día año tras año.

La marmota de Punxsutawney comenzó a hacerse famosa en 1886, cuando apareció por primera vez en el periódico local. En la actualidad, como les comentaba, la noticia aparece en los medios de todo el mundo y son muchos los periodistas que acuden a cubrirla en directo. De hecho, hay una famosa película de 1993, que ha acuñado un término coloquial que todos utilizamos: Groundhog Day (El día de la marmota), aunque en España se estrenó con el título de Atrapado en el tiempo.

Utilizamos ese modismo, «el día de la marmota», cuando queremos expresar que vivimos una especie de bucle temporal, paramnesia o déjà vu, que dirían los franceses, que nos hace sentir la impresión de que lo que estamos haciendo, experimentando o pensando, lo hemos vivido con anterioridad sin tener consciencia de ello. En la película, el personaje protagonista, Phil Connors es un arrogante y egoísta hombre del tiempo de una televisión local de Pittsburgh que acude a cubrir el evento anual de Punxsutawney, acompañado por Rita y Larry, productora y cámara de la cadena respectivamente. Phil quiere rodar la escena y salir del pueblo cuanto antes, pero por algún motivo, cada vez que se despierta, el 2 de febrero comienza de nuevo (con la celebérrima I got you, Babe, de Sonny & Cher, sonando en el radio despertador a las seis de la mañana).

Supongo que muchos de ustedes habrán visto la película, y a los que no lo hayan hecho se la recomiendo para una de esas tardes dominicales de sofá y manta. Por unos y por otros no voy a abundar ahora en la trama de esta típica, pero entretenida, comedia romántica norteamericana. En realidad, a donde quiero llegar es a plantearles que se cuestionen si, en no pocas ocasiones, han tenido la sensación de que Elche vive también instalada en una suerte de «día de la marmota» permanente. Lo cierto es que, con la publicación de hoy, cumplo cuatro años de colaborador semanal de este diario y, cada vez que me siento a escribir y repaso los temas de actualidad de nuestra ciudad, siento esa extraña sensación de déjà vu que les definía anteriormente.

De hecho, para alejar de mi atribulada mente la idea de estar sufriendo una paramnesia, me he dedicado a revisar en la hemeroteca un tema que está de candente actualidad, pero que lo lleva estando desde hace muchos años. Se trata del tan traído y llevado, nunca mejor dicho, asunto del Mercado Central. Según noticias aparecidas en Información, el día 2 de abril de 2015, los socialistas, entonces en la oposición municipal, acusaban a los populares, en el Gobierno, de infringir el artículo 55.2 de la normativa urbanística (instalar un mercado provisional en zona verde) y amenazaban con elevar el asunto a la Fiscalía. El 21 de mayo de 2016, los vendedores celebraban el primer aniversario del mercado «provisional» e instaban al gobierno municipal (de vuelta a manos socialistas) a continuar con el proyecto de ejecución del nuevo edificio. El 6 de marzo de 2020 (sic) «El equipo de gobierno ha propuesto ahora a los placeros dejar el Mercado en la ladera del Vinalopó de manera definitiva, donde ejercen su actividad desde 2015 en unas instalaciones provisionales». Por último, el 12 de marzo de 2021, el Ayuntamiento dio por concluidas las obras para tapar las zanjas abiertas desde hace años para catas arqueológicas en el torno del mercado, declarando el alcalde ante los medios que «Con esta actuación se quiere proteger los restos y normalizar la zona. (señalando) que esperan que el próximo viernes estén finalizadas las obras y se hayan retirado las vallas para devolver este espacio público a vecinos y comerciantes».

Han transcurrido seis años, pero, en Elche, cada vez que se activa el despertador sigue sonando I got you, Babe.