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El peor amigo de la droga

Dos agentes y cuatro perros forman la Unidad Canina de la Policía Local, una patrulla que hace más de cien controles al año para evitar el consumo de sustancias estupefacientes entre los más jóvenes

Dos instantes de una de las más de cincuenta exhibiciones que realiza al cabo del año la Unidad Canina de la Policía Local con jóvenes estudiantes de instituto. | ANTONIO AMORÓS

Kenya, Mita, Galtzer y Rayo. Este es el nombre de los cuatro perros que forman la Unidad Canina de la Policía Local de Elche. Las tres hembras de pastor belga malinois y el marcho, un pastor holandés, entrenan y actúan bajo la supervisión de los agentes David Pomares y Cristina Serrano. Los seis forman una patrulla cuyo principal objetivo es plantar cara a la droga, sobre todo al consumo entre los más jóvenes y al menudeo que se produce habitualmente en el entorno de los institutos y los parques que son frecuentados por adolescentes y veinteañeros.

Por este motivo hacen más de cincuenta demostraciones en los centros educativos ilicitanos para concienciar a los jóvenes del peligro para su salud que supone consumir drogas y hacen más de cien controles al cabo del año. Según los datos que ha dado a conocer esta misma semana la Policía Local de Elche, la Unidad Canina participó en 110 controles de drogas y circulación durante 2020, en los que levantaron 167 actas por posesión de drogas: el 51,7% por marihuana, el 29% por hachís y el 19,3% por cocaína.

La mayoría de estas actuaciones se realizan en parques, huertos, la ladera del Vinalopó o carreteras. Pero la Unidad Canina también estuvo presente en diferentes eventos que se pudieron hacer en 2020 en Elche pese a la pandemia, como es el caso del Belén Viviente, el Festival Medieval, la Feria del Libro o la Feria de San Andrés. En los controles rutinarios, los perros facilitan en gran medida la labor de los policías al evitar los cacheos rastreando los olores de las drogas y las sustancias químicas. En la estación de autobuses, por ejemplo, incautaron 4,5 kilos de hachís el pasado año.

«Nuestra función principal es reducir el impacto del tráfico y el consumo de drogas en ámbitos públicos, sobre todo en el escolar», explica el agente Pomares, antes de añadir: «En institutos y parques controlamos el menudeo pero también luchamos contra el absentismo escolar. Levantamos actas y avisamos a los padres». Al margen de esto, la Unidad Canina realiza controles aleatorios en los autobuses que llegan a la estación ilicitana, principalmente en los procedentes de Madrid y Barcelona, y apoyan los controles de tráfico u otras campañas que hace la Policía Local, como la del refuerzo de la seguridad en los comercios durante las Navidades.

«También entramos en muchos locales, como los salones de juego, para evitar que se consuma cocaína», manifiesta el responsable de la Unidad Canina. «Recibimos llamadas de usuarios de bares, restaurantes o terrazas en las que nos denuncian que se está consumiendo droga. Vamos con los perros y, si no detectan nada, salimos sin que los clientes tengan molestias», apostilla.

El comisario jefe de la Policía Local de Elche, César Zaragoza, alaba públicamente el trabajo que hacen sus compañeros de la Unidad Canina. «Permiten que los jóvenes visualicen los problemas que acarrea el consumo de drogas con exhibiciones continuas en los centros escolares. Utilizan un animal tan noble como el perro para fomentar la salud y también refuerzan la labor que realizan el resto de unidades, tanto en el casco urbano como en las pedanías», sostiene Zaragoza.

El peor amigo de la droga

Marcaje lapa

Gracias al entrenamiento y la evolución de las técnicas de adiestramiento, la actuación de los perros ahora es mucho menos invasiva. De los marcajes activos que se utilizaban antes, en los que los canes mordían o arañaban, se ha pasado a un sistema, denominado marcaje lapa, en el que los animales señalan con su nariz la presencia de sustancias ilegales cuando las detectan. «Es muy común, por ejemplo, que mujeres escondan drogas en sus sujetadores. Antes se podían producir lesiones por arañazos de los perros, algo que ahora no sucede», manifiesta el agente Pomares.

El responsable de la Unidad Canina relata que los perros que pasan a formar parte de la patrulla llegan a la Policía Local con apenas 35 o 40 días de vida. «Jugamos con ellos, los estimulamos mucho. Empezamos trabajando para que reconozcan la cocaína, que es la droga más difícil de detectar. La marihuana, que es la que más huele, la dejamos para el final porque, si no, se volverían gandules», concluye su explicación sobre la metodología que siguen los agentes para entrenar al peor amigo de la droga.

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