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Opinión

¿Para cuándo el aeropuerto Miguel Hernández?

El aeropuerto internacional de El Altet

El pasado 30 de octubre, el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, anunció que el aeropuerto de Alicante-Elche llevaría el nombre de Miguel Hernández, y lo hizo a través de un tuit . Ese no fue un día elegido al azar para dar a conocer una noticia que muchos hernandianos esperaban (como que Orihuela le dé una calle a la que fue su esposa, Josefina Manresa, sin ir más lejos), pues se cumplían 110 años del nacimiento del insigne poeta, autor de Nanas de la Cebolla. Fue una iniciativa de Unidas Podemos en las Cortes Valencianas que el político socialista hizo suya con visión y rapidez y que todo el mundo de la cultura le aplaudió, quizá no tanto el del turismo que hubiera preferido alguna referencia más directa en lo que es uno de sus principales escaparates, el aeropuerto, a lo que es el principal negocio que mueve a la provincia.

En cualquier caso, nadie levantó una mano para protestar o quejarse porque le pareciera mal, pero sí se hizo para aplaudir una decisión que, de algún modo, sigue ayudando a cerrar heridas con un poeta cuyo legado hay que disfrutarlo a día de hoy en Jaen por la incomprensión que en su momento compartieron hasta tres administraciones de distinto signo político: la Diputación de Alicante y los ayuntamientos de Elche y de Orihuela, aunque habría más a quien pedir explicaciones, como al propio Consell. Todos ellos no supieron ponerse de acuerdo, hace ya casi una década, para evitar el expolio de un patrimonio que es imposible valorar en cualquiera de los aspectos que se quiera medir, aunque en ese momento de lo que se hablaba era sólo de pagar el precio que ponían los herederos y que por mucho que pidieran siempre sería barato porque, coincidiremos, no habrá otro Miguel Hernández y, si lo hay, no viviremos para conocerlo. Nadie duda de que aquella decisión política, que tiene culpables en el PP pero también en el PSOE, fue un error más que sumar a la historia de esta provincia y que como tantos otros es irreparable.

En cualquier caso, nada más sobre este asunto del cambio de denominación se ha sabido hasta el pasado miércoles, día en el que se conmemoraba el 80 aniversario de la II República, cuando el propio Ábalos, durante un acto en València, en el que se le exaltaba, pues recibía un premio, anunció que había propuesto que otro aeropuerto, en este caso el de Melilla, llevara el nombre de Virgilio Leret, un militar republicano navarro que falleció en la ciudad autónoma. Y Ábalos, en ese mismo acto, no pudo evitar referirse a otro republicano que, dijo, dará nombre a un aeropuerto y, además, en la Comunidad Valenciana, con el nombre del insigne oriolano. Es decir, utilizó una promesa que no ha cumplido (la de Miguel Hernández) para hacer otra (la de Virgilio Leret).

«Todos tenemos la oportunidad de hacer algo» por la memoria democrática, dijo el responsable del Ministerio de Transporte en ese acto refiriéndose al autor de El rayo que no cesa. El cambio de nomenclatura del aeropuerto, que primero fue de El Altet, después pasó a ser de Alicante-Elche y ahora será Miguel Hernández, no debe ser un trámite fácil cuando vamos camino del sexto mes desde el anuncio. Al menos a Ábalos ya sabemos que no se le ha olvidado, que tiene memoria democrática y que la utiliza.

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