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Análisis: Las dos velocidades

El anuncio de un palacio de congresos en Alicante, frente al mar y consensuado con los agentes sociales, contrasta con el de Elche, que lleva meses esperando un informe que le diga si puede estar en un barrio deprimido y sin respaldo empresarial

J’hayton, la parcela que para el Ayuntamiento es perfecta para la construcción del edificio. | MATÍAS SEGARRA

Supongo que no seré el único que haya faltado a notar estos días un pronunciamiento público de los lobbys de Elche sobre el anuncio por parte de la Diputación, el Ayuntamiento de Alicante y la Autoridad Portuaria sobre la construcción de un Palacio de Congresos en la capital de la provincia y mirando al mar. El Círculo de Empresarios de Elche y Comarca (Cedelco), la Asociación de Empresas Turísticas de Elche y Elche Piensa, los tres colectivos que hace un año se oponían frontalmente al deseo del alcalde ilicitano, Carlos González, y de su equipo de gobierno de construir una infraestructura similar en el barrio de Carrús, que se reunieron de forma telemática con Carlos Mazón para que el presidente de la institución provincial que debía financiarlo, cumpliendo con ello una promesa de su antecesor, César Sánchez, sirviera de parapeto y pusiera todas las trabas posibles al proyecto municipal, no han dicho ni mú, ni a favor ni en contra. Ni para sumar ni para restar. No opinan. Y no es la primera vez que les pasa.

Esta semana hemos oído al alcalde de Elche, Carlos González, a su partido, el PSOE, y a Compromís, pronunciarse. Han sido los únicos y lo han hecho con mucho tiento porque el proyecto alicantino cuenta con el respaldo de la Generalitat; es decir, del Botànic, vamos, de ellos mismos (más Podemos). Pero no han opinado sobre si consideran que este proyecto interfiere o no al suyo o si, por contra, puede ser complementario. Lo han hecho para pedir celeridad a Mazón y para recordar que la institución que preside no ha incluido más que una pequeña partida en sus presupuestos de 2021 para el Palacio de Congresos ilicitano, que está parado desde hace meses pendiente de que la Universidad de Elche presente un informe que le diga a todos lo que tienen que hacer y dónde, lo que no debe ser nada fácil cuando a estas alturas del mandato y, pese a la holgada mayoría de que disfruta el equipo de gobierno, el Ayuntamiento de Elche sigue enredado en una política de planes y proyectos, de convenios y estrategias, de pedir ayudas en colaboración con otras administraciones para que le digan qué hacer los dos años que le quedan en áreas tan sensibles como es la del turismo (menos mal que tenemos hasta tres patrimonios reconocidos por la Unesco). Y esto sólo encierra una realidad, y es que la ciudad carece de un proyecto claro, lo que no debe ser una cuestión tanto de dinero como de ideas.

Y uno puede compartir que instalar un edificio simbólico y necesario (o no) para Elche en el que está considerado por el Instituto Nacional de Estadística uno de los barrio más pobres -o si se prefiere deprimidos- de España, quizá sea una buena decisión política pero no estratégica, aunque el alcalde vea en la avenida de Novelda florecer hoteles al albur del proyecto.

Quizá no opinen porque no se atrevan y lo digo porque un día después de que este diario desvelara esa reunión telemática de Mazón se mostraron muy remisos a confirmar lo que le habían pedido al presidente de la Diputación. Fue la primera vez que alguien dijo que tres de los colectivos más importantes de la ciudad no lo querían en Carrús (aparte del PP) y no fueron ellos, fue el propio Mazón, a quien dejaron más solo que la una después de que este se comprometiera a sufragar un informe que ellos y sólo ellos querían y a lo que él accedió porque lo que en buena lógica quería y quiere es que una inversión de tal calibre cuente con el respaldo de todo el mundo, algo que a la vista está es imposible. Ese día algunos ya pensamos que ese palacio nacía envenenado, todo lo contrario de lo que hemos visto ahora con el de Alicante.

La reunión que el 4 de agosto pasado mantuvieron Mazón y González para definir un convenio, que para el primero era papel mojado en tanto en cuanto la UMH no se pronunciara y para el segundo era imprescindible plasmar sobre un papel, ha dado paso a nueve largos meses, a un parto del que aún no sabemos qué saldrá pero que no anuncia más que nuevas demoras porque, no lo olvidemos, el equipo de gobierno tiene la autonomía para decidir qué se hace, con o sin informe, y Mazón para dar o no el dinero argumentando que no cuenta con el consenso de todos. El PSOE durante años fraguó en Elche sus victorias en la buena relación con los empresarios. La actual situación ha demostrado que ya no es así.

Y ya da lo mismo saber qué fue primero, si el huevo o la gallina, si el primer proyecto congresual que se fraguó para la provincia era el de Elche o si ya se estaba trabajando en las sombras en el de Alicante, aunque todo haga pensar que cuando en diciembre de 2018 César Sánchez decidió prometer una millonada para la ciudad, admitiendo con ello una deuda en infraestructuras en comparancia con las ejecutadas en Alicante, lo hizo para un proyecto que se dijo que sería provincial. Ahora bien, el hecho de que lo quisiera hacer en un tiempo preelectoral (hasta Pablo Ruz fue a fotografiarse con Sánchez porque no había salido con éste y el alcalde en el anuncio) hizo que nadie, a priori, se lo creyera. Sólo Mazón y cuando llegó al cargo fue de lo primero que hizo: mantener la promesa de su antecesor, de hecho vino a Elche para ello donde ya lo esperaba Carlos González. Y en eso la ciudad tenía una ventaja que a la vista está no ha sabido aprovechar.

Dentro de algunos días, ese estudio de la UMH de Elche que nos tiene que sacar de este impasse se entregará a los colectivos que solicitaron a la Diputación que se lo financiara y es evidente que ha podido haber filtraciones o haberse mal interpretado lo que el equipo redactor haya preguntado o investigado, pero para todos parece claro que dará a entender que va a condenar al olvido a esa posible ubicación en el barrio de Carrús y que planteará otras alternativas, aparte de arrojar luces sobre el modelo de negocio que debería funcionar. «Va a ser una bomba», dicen algunos. Mientras, otros nos preguntamos si en él se tendrá en cuenta ya que Alicante proyecta una inversión similar y si tienen sentido ambas, si pueden ser complementarias o si no cabe otro dispendio de estas características y recomiende otras estrategias. Una cosa está clara: si no hace alusión al proyecto de Alicante y a la influencia que tendría sobre el de Elche, se habrá quedado desfasado antes de ver la luz.

Y no sólo los empresarios no han hablado esta semana, tampoco lo ha hecho Mazón, al menos en Elche donde se le esperaba, pero no tiene nada que decir, al menos sobre cómo va el proyecto ilicitano, pues no está en su mano. En Alicante sí lo ha hecho y con pies de plomo. Siempre ha incluido como una coletilla a Elche en cada frase sobre el proyecto que se fragua frente al mar y lo ha hecho porque saber que vestir a un santo será desvestir a otro y que a ser jefe de la Generalitat, como pretende, no se llega incumpliendo promesas, aunque con ello quizá se tenga que construir un Palacio de Congresos en uno de los barrios más pobre de España.

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