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David Pere Martínez PSICÓLOGO E INVESTIGADOR EN CIENCIAS SOCIALES

«La industria incita a apostar a los niños de 8 años a través de los videojuegos»

Uno de los principales objetivos de la Cátedra de Brecha Digital de la UMH es el de ponerle freno a la problemática que suponen las apuestas deportivas para los más jóvenes. Esta semana ha organizado un encuentro en el que ha contado con la presencia del experto David Pere Martínez, quien alerta sobre el auge de las apuestas como producto de consumo para la sociedad digital.

El psicólogo David Pere Martínez dirige la agrupación de investigadores Episteme Social. | ANNA ACHÓN

¿Cómo definiría la situación actual de la problemática vinculada a las apuestas deportivas?

Es un fenómeno poliédrico. Hay que poner énfasis en la tendencia de la difusión de los productos de azar. Llevamos muchos años hablando de las apuestas deportivas y la industria está trabajando para diversificar el producto y acercarse a las zonas que dejan más márgenes económicos, como las máquinas tragaperras virtuales o las ruletas. También están las cajas de botín, conocidas como «loot boxes», que aparecen en videojuegos populares como «Fortnite» o «FIFA».

¿Qué es esto de las cajas de botín que acaba de mencionar?

Es algo que tiene un potencial muy peligroso porque incluye elementos de azar en videojuegos que son para niños de 8 años, a los que la industria ya empieza a incitarles a apostar. Esto hace que la juventud banalice el problema. Países como Japón, Corea del Sur o Países Bajos las han prohibido y en Reino Unido están muy preocupados. Hay que vigilar esta diversificación del mercado y cómo el azar se está introduciendo en los videojuegos. Las apuestas deportivas, como tantos elementos de ocio, están enmarcados en la sociedad digital actual.

¿De qué manera influye la sociedad digital que comenta?

Llevamos 20 años experimentando una transformación sin parangón, a la altura de las de la rueda, la electricidad, la agricultura o la imprenta. Ha cambiado el comercio y el modelo de producción. Los jóvenes son los principales consumidores de las apuestas deportivas y, a través de ellas, construyen su identidad. Antes éramos lo que trabajábamos y ahora somos lo que consumimos.

¿Las apuestas se han convertido en otro elemento del ocio?

Sí, y no es casualidad. Siempre hay quien lo mueve por intereses. En ocasiones políticos y, normalmente, económicos. Las apuestas interpelan al «yo», al reto, a demostrar al entorno cercano cuánto se sabe de deporte. Todo ello edulcorado con la posibilidad de ganar dinero. El contexto digital es muy emocional, como todo en la sociedad de consumo. Las apuestas acompañan a la humanidad desde la era de la industrialización, pero ahora todo se vive de una manera diferente...

¿Por qué?

Porque ahora te puedes levantar una mañana y apostar en directo a lo que se esté jugando en Australia o en el Sudeste Asiático. Puedes apostar hasta a la liga femenina de Uganda, si quieres. Y todo sin moverte de casa, a golpe de clic. Antes, para echar la quiniela, tenías que desplazarte, apostabas solo una vez a la semana y lo hacías mientras durara la competición liguera. Era algo puntual, vinculado a determinados eventos, como ocurre en la Comunidad con la pilota valenciana. Pero la sociedad de consumo y los elementos digitales han creado otra estructura, que va más allá del sesgo cognitivo.

¿Alrededor de las apuestas se ha creado un tipo de cultura?

No podemos hablar de cultura porque no existe una dimensión de clases. Aquí lo que se busca es ganar dinero. Unos vendiendo pronósticos, otros pensando y la industria aprovechándose de los incautos que apuestan. Hay mucho «tipster» que está ganando dinero con los programas afiliados al juego. Es un submundo muy tentador para los jóvenes. También podemos distinguir entre varios tipos de jugador.

¿Cuáles son esos tipos?

Están los que lo hacen por un ocio recreativo y luego la inmensa mayoría, que apuestan en momentos puntuales, cuando juega su equipo y están en contacto grupal. Es un aliciente más del visionado del partido. Por último, están los estrategas, a quienes no les importan las emociones ni quién juega. Solo quieren ganar dinero y los pronosticadores son música celestial para sus oídos. Es un mundo que está compuesto solo por hombres, es genuinamente masculino.

Destaca el papel que juegan los tipsters o pronosticadores...

Se presentan como personas con unas habilidades superiores al resto para pronosticar los resultados. Venden que tienen información privilegiada y, en su argot, lo petan. Para los jóvenes es importante seguir a los «tipsters» porque ellos ven que pierden más de la mitad de lo que juegan y los pronosticadores aseguran que el 90% son ganancias. Hacen muchas trampas a través de Telegram y la industria se gastó en este tipo de afiliados más de 40 millones durante 2020.

¿Qué canales utilizan los jóvenes para seguirles?

Hay 300.000 jóvenes en España enganchados a los canales de Telegram y ahora se están mudando a Twitch. Hay canales «free» y otros «premium». ¿Qué está pasando para que 300.000 jóvenes piensen que van a ganar dinero con esto? Está fallando el modelo, lo vemos con la precariedad laboral y el paro juvenil. Pensar que vas a ganar dinero y van a vivir de las apuestas es un fracaso de las políticas socioeconómicas. Los profesionales tenemos que demostrar que los pronosticadores no están ahí para ayudarles.

¿Cómo valora la proliferación de casas de apuestas en los barrios más humildes?

Decir que la industria del juego va contra la clase obrera y los más vulnerables es una sandez. Ante el fracaso socioeconómico, se buscan chivos expiatorios. Es fácil achacar la precariedad y la desmovilización de los jóvenes a una industria pérfida. Hay comunidades en las que la situación está más regulada, como Cataluña o Asturias, y otras liberales, como Madrid o Murcia, en las que hay más problemas.

¿Qué opina de los salones?

En España se han intentado emular las «streets» de Las Vegas. Los salones se montan en las zonas en las que hay más densidad de población y los locales son accesibles. La industria es la primera a la que le interesa que no haya ludópatas que le den problemas.

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